Durante casi dos meses una pequeña iglesia protestante en La Haya (Holanda) ha estado ofreciendo servicios religiosos durante 24 horas y de forma ininterrumpida para proteger a una familia de refugiados armenios que recibieron una orden de deportación.
La familia Tamrazyan (padre, madre y tres hijos, ahora de 21, 19 y 15 años) huyó de Armenia por no poder vivir en circunstancias seguras y llegó a Holanda hace 9 años. Se les proporcionó un permiso de residencia pero el estado holandés apeló dos veces ante el tribunal y finalmente se les negó el permiso. Hayarpi Tamrazyan, el hijo mayor, declaraba al periódico holandés Trouw “es imposible expresar la gratitud que sentimos al saber que tanta gente nos está ayudando”.
En septiembre de 2018, la familia, que vivía en un centro de asilo en Katwijk, al norte de La Haya, escuchó que serían enviados de vuelta a Armenia. En términos generales, hay un pacto informal que no permite entrar a la policía en las Iglesias. La Policía declaró que en este caso particular no respetarían dicho pacto y que entrarían en un momento donde no estuvieran realizándose servicios religiosos. La Iglesia de Katwijk no pudo organizar la logística necesaria y la familia decidió huir. Una huida en medio de otra.
La iglesia protestante de La Haya decidió ofrecer su ayuda y oficiar un servicio religioso permanente, el equivalente protestante a la misa católica, para proteger a la familia. Derk Stegeman, pastor de la iglesia, en declaraciones para eldiario.es se muestra firme sobre este ofrecimiento: “Esta familia necesita ayuda. No están seguros en Armenia y los niños, que han crecido aquí, corren el riesgo de sufrir daños. Como Iglesia es nuestra responsabilidad cuidar de las personas. Por eso les ofrecemos la seguridad que necesitan ahora. Estamos haciendo esto porque creemos que es nuestra vocación ayudar a esta familia, tal y como dicen las escrituras, en la línea de Mateo, capítulo 25”.
La iniciativa es posible gracias a la movilizaciones de cientos de personas. Florine Kuethe, una de las portavoces de la iglesia, explica cómo llevan a cabo este servicio ininterrumpido: “Esta iniciativa es posible con la ayuda de los pastores de todo el país que cada uno da una hora o varias de oraciones. El número de feligreses varía de unos pocos en mitad de la noche a unos 100 los domingos por la mañana. Hay además muchos voluntarios, activistas y miembros del personal ayudando”.
La ley holandesa establece una excepción que permite a los hijos de solicitantes de asilo y menores no acompañados que no tenían permiso de residencia que hayan permanecido más de 5 años en el país solicitar para ellos y sus familias un permiso de residencia especial. Esta medida fue aprobada después de las elecciones de 2012 por mayoría en la cámara holandesa. Sin embargo, Kuethe advierte de que no se está aplicando. “La familia Tamrazyan solicitó esta medida para los niños, argumentando además que sus hijos están totalmente integrados en la sociedad holandesa. Su petición fue denegada. Y no son los únicos, alrededor del 96% de las peticiones son rechazadas”.
La familia Tamrazyan se hospeda en un apartamento privado dentro del edificio de la iglesia y regularmente atiende el servicio de la iglesia. Mientras estén dentro del edificio, estarán a salvo. Stegeman reconoce que es consciente de que solo están ganando tiempo: “Nuestro objetivo es ganar tiempo y espacio. Estamos ganando tiempo para un diálogo real con las autoridades y los miembros del Parlamento. Y estamos creando un espacio seguro para que la familia se quede. Es un espacio de compasión y justicia. Justicia que va más allá de la aplicación de la ley y la compasión que ofrece espacio para la amnistía”.
El panorama político ha cambiado en los últimos años en Holanda y ha aumentado la presión sobre las regulaciones relativas al asilo y a los refugiados. El aumento en el poder de los partidos de extrema derecha ha instalado la retórica anti-inmigración a la corriente principal y ha creado un clima hostil para muchos refugiados y solicitantes de asilo.
La Iglesia no sabe durante cuánto tiempo podrá mantener la logística del servicio religioso ininterrumpido. Por eso, Stegeman urge a las autoridades a tomar partido: “Rogamos al Secretario de Estado que detenga la deportación de esta familia. También pedimos organizar un procedimiento claro que no dañe a las personas y especialmente a los niños”.