Esta semana empezará el traspaso el centro de acogida temporal -denominado hotspot- de Lampedusa a la Cruz Roja Italiana (CRI), con el objetivo de mejorar el sistema de acogida en la isla, que ha sido muy criticado por la insuficiencia de plazas y por las precarias condiciones en las que se encuentran los migrantes después de una peligrosa travesía peligrosa y traumática. La institución humanitaria anunció este lunes que desde el 1 de junio asumirá definitivamente la gestión, con el objetivo de mejorar la asistencia prestada a los recién llegados.
El director del Departamento de Emergencias y Rescates de la CRI, Ignazio Schintu, dice a elDiario.es que no hay que olvidarse de que los que llegan son “seres humanos afectados por un largo viaje”, al que algunos de sus familiares o compañeros no sobreviven. “Habrá entre 15 y 20 médicos y profesionales sanitarios, desde psicólogos a ginecólogos, mediadores u operadores para los menores no acompañados”, explica Schintu, según el cual este número permitirá reforzar la asistencia en el caso de emergencia.
La CRI no prevé aumentar las plazas fijas, pero sí los servicios disponibles en el centro, como los baños y los puntos de recarga de teléfonos móviles. La institución humanitaria asegura que pretende acondicionar las zonas exteriores para obtener más espacio y, en caso de saturación de las instalaciones, buscar otras opciones para evitar que los huéspedes tengan que pasar la noche al raso.
“Estamos planificando y estaremos preparados para las emergencias, tenemos que prever y gestionar las emergencias”, remarca el director.
El objetivo último es que el centro de acogida no se sature, como ha ocurrido en las pasadas semanas con el aumento de las llegadas desde Túnez, principalmente. Schintu afirma que los migrantes se quedarán “lo menos posible en el centro (de Lampedusa) y serán trasladados a otros centros en Italia”, en colaboración con el Gobierno italiano, que ya anunció su redistribución en todo el territorio nacional para que Lampedusa y Sicilia no respondan solas a las llegadas a través del mar Mediterráneo.
A día 16 de mayo, más de 45.500 personas han desembarcado en Italia, frente a las 15.000 en el mismo periodo del año anterior, según datos del Ministerio de Interior. En marzo y abril, gracias a una precoz primavera, los desembarcos se dispararon y se registraron 13.267 y 14.504 respectivamente, mientras que desde comienzos de mayo ha habido un descenso coincidiendo con el mal tiempo. La mayoría de los migrantes son de origen subsahariano, con Costa de Marfil a la cabeza.
“Trabajamos en sinergia con otras fuerzas y, si cada uno hace lo que le corresponde, la situación podría y debería mejorar” en Lampedusa, asegura Schintu, quien calcula que -en condiciones normales- los migrantes estarán un máximo de 3 o 4 días en la isla, antes de ser reubicados. El Gobierno italiano ya ha puesto en práctica un plan para trasladar a los migrantes en los transbordadores públicos, en barcos y aviones militares, hasta Sicilia o hasta el continente, en el marco del estado de emergencia decretado hace poco más de un mes.
El comisario Valerio Valenti, cuyo nombramiento también forma parte de las medidas excepcionales, ha anunciado que se añadirá al menos un millar de plazas en los hotspot de Sicilia y Calabria, y que el Gobierno prevé doblar la capacidad actual en los centros de ambas regiones meridionales. Valenti también se ha felicitado por la colaboración con Cruz Roja, que tiene “la estructura, la capacidad y la experiencia para gestionar de la mejor forma posible el hotspot”.
Una solución para Lampedusa
Pietro Bartolo, eurodiputado italiano de la Alianza Progresista y originario de Lampedusa -donde trabajó durante años como médico ofreciendo asistencia a los migrantes, hasta ser elegido en las elecciones de 2019-, considera que el principal problema de Lampedusa es precisamente la gestión de la acogida, en la isla y en toda Italia. “Lampedusa siempre ha sido el puerto más cercano a África, a unas 70 millas de (distancia de) Túnez, y por ello la isla siempre ha sido un punto de llegada, un bote que ofrece la posibilidad de sobrevivir a estas personas” que cruzan el Mediterráneo, explica a elDiario.es.
En estos momentos, “Lampedusa no está sufriendo más que otras veces, pero el problema es que su centro de acogida tiene 400 plazas máximo y a veces hay 2.000 o 2.500 personas, de ahí el malestar tanto de las fuerzas de seguridad y el personal que gestiona el centro, como de las personas que llegan desde una situación de malestar y se encuentran en una situación aún peor”, afirma. “Eso se debe a la gestión inadecuada del Gobierno nacional que, cuando los números superan los 2.000, interviene con aviones y barcos, en pocos días resuelve el problema, y vuelta a empezar”, dice.
“¿Por qué no se gestiona con inteligencia y racionalidad? Ya que sabemos y podemos prever que van a llegar (los migrantes), ¿por qué no se ponen los medios para trasladarlos directamente a Sicilia tras su identificación?”, se pregunta desde Bruselas en una entrevista telefónica.
“Un Gobierno como el italiano no puede tener una crisis por la llegada de 2.000 o 3.000 personas de media cada semana; creo que se crea un (falso) problema en Lampedusa, pero Lampedusa no es Italia, ¡es una isla pequeña! Esta es una táctica de este Gobierno y de los partidos de derechas para asustar a la gente y decirle que estamos siendo invadidos, y que ellos son los salvadores”, opina Bartolo, que se presentó a las elecciones con el principal partido italiano de la oposición, el Partido Democrático.
El eurodiputado aclara que, cuando llegan miles de personas en pocos días “es un problema para el centro de acogida, no para la isla o la población de Lampedusa, porque esas personas no salen del centro y son encerradas en esa cárcel”. Pero insiste en que esos números no son “una invasión”: “Unas 40.000 personas en varios meses no son tantas para un Estado de 60 millones de habitantes como Italia, y Europa acogió cinco millones de ucranianos que huían de la guerra, en un mes. No entiendo porque frente a estos miles se plantea un problema, se quieren levantar muros, se devuelven y se hacen acuerdos con otros países, como Libia o Túnez, para detenerlos”.
Lamenta que, en los primeros meses de 2023, “los barcos que llegan desde Túnez son más peligrosos y son una verdadera trampa mortal, y los que consiguen alcanzar Lampedusa, es un milagro”. Esas embarcaciones “son en realidad unos ataúdes, no son estables y en cuanto se echan a la mar empiezan a embarcar agua”. “Muchos se hunden antes de llegar y ni siquiera lo sabemos, no sabemos cuántos son... En el mar las tragedias se consuman sin que nadie se dé cuenta”, denuncia el médico que vio un gran número de cadáveres salir de ese mar, donde también faenó como pescador.
También la Agencia Europea de las Guardias de Fronteras y Costas (Frontex) ha destacado que los “grupos criminales traficantes” están haciendo un uso cada vez mayor de barcos de metal ensamblados pocas horas antes de la salida desde las costas norteafricanas: “Muchas veces, los barcos pesqueros arrastran estos barcos metálicos cerca de la isla italiana de Lampedusa, su principal destino”, detalla en un comunicado. Además, esos grupos “aprovechan la volatilidad política en algunos países de salida para aumentar el número de migrantes que introducen de forma ilegal a través de las fronteras europeas”. Frontex se refiere, por ejemplo, a Túnez desde cuyas costas empezaron a zarpar muchos migrantes después de que el presidente tunecino, Kais Said, arremetiera a finales de febrero contra los subsaharianos, provocando una ola de racismo y ataques contra esa comunidad en el país árabe.
La misma estrategia fallida que en Libia
Precisamente, el Gobierno ultraderechista de Meloni trata de evitar que más migrantes salgan de las costas de Túnez. Ese fue el objetivo de la visita que realizó este lunes al país árabe el ministro del Interior, Matteo Piantedosi, que agradeció a su homólogo tunecino, Kamel Fekih, “el esfuerzo por controlar las fronteras marítimas y terrestres para hacer frente a las redes de traficantes y confiscar sus embarcaciones, y para socorrer a los migrantes en el mar y devolverlos a tierra firme, prestándoles asistencia”.
El titular de Interior admitió que las llegadas serían muchas más si el Gobierno tunecino no actuara, pero lo cierto es que los migrantes que llegan desde Túnez han ido en aumento en lo que va de año, superando a los que salen de Libia, el principal punto de partida en los pasados años.
En Túnez, Piantedosi habló con las autoridades de la implementación de programas conjuntos para repatriar a los migrantes a sus países de origen, de forma voluntaria, y también ofreció programas para mejorar las condiciones de los jóvenes en el país árabe, promoviendo su permanencia y los canales de migración legal para que se formen o trabajen en Italia.
La misma estrategia fue puesta en marcha en Egipto, hace más de una década, para frenar los flujos migratorios desde el más populoso de los países de la zona, pero las perspectivas laborales y de futuro para los jóvenes -que representan un elevado porcentaje de la población, tanto en Egipto como en Túnez- siguen siendo poco esperanzadoras debido a la crisis económica y la falta de libertades en esos países árabes.
El ministro enviado por el ultraderechista Gobierno italiano no hizo referencia en ningún momento a los abusos de derechos humanos de los migrantes en Túnez ni a la creciente represión se sus propios ciudadanos por parte del cada vez más autoritario Said, reiterando “el apoyo de Italia para el control de las fronteras” mediante “planes concretos de asistencia técnica y suministro”, que ya están en marcha.
El Departamento no ofreció más detalles, pero medios italianos apuntan a que el Ejecutivo estaría planteando nuevas formas de financiar, entrenar y asistir a la Guardia Costera y a las autoridades tunesinas -10 millones de euros fueron prometidos recientemente por el ministro de Exteriores, Antonio Tajani-, siguiendo la misma línea que aplica desde hace años en Libia, con dudosos resultados. Un informe del pasado marzo de una misión de la ONU para Libia denunció las deplorables condiciones en las que se encuentran los migrantes en los centros de detención de ese país norteafricano, donde la misión considera que se cometen crímenes contra la humanidad.