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Los errores en la ayuda tras el terremoto de Haití que no deberían repetirse en Nepal

Estructura para un mercado financiado por la UE inacabada.

Iolanda Fresnillo

Los paralelismos entre lo que hoy sucede en Nepal y lo que aconteció hace cinco años en Haití, con un terremoto devastador, son inevitables. Por ello es bueno echar la vista atrás y preguntarnos si no hay algo que podamos aprender de lo que pasó en Haití para aplicar esos aprendizajes al seísmo que ha sacudido ahora el país asiático.

Una de los principales consecuencias que dejó Haití es tener claro que el proceso de reconstrucción en Nepal será largo, y las prisas, uno de los principales enemigos para actuar bien. A pesar de que en estos momentos la rapidez sea de vital importancia, también lo es la planificación con vistas al futuro.

“El paso de la emergencia a la reconstrucción no es automático, se debe planificar. En Haití no lo hicimos y lo estamos pagando”, afirma Vincent Maurepàs, exrepresentante de Oxfam Intermón en Haití. En Haití se dilapidaron más de 500 millones de dólares en viviendas transitorias, de baja calidad y sin servicios básicos, sin planificar cómo se pasaría de esas viviendas temporales a otras permanentes. Hoy esas viviendas se han convertido en definitivas para más de 120.000 familias, para quienes el derecho a la vivienda es una quimera.

Las prisas en desembolsar los recursos se oponen a las necesidades de un proceso de reconstrucción que necesariamente va a durar al menos una década. Francesc Mateu, director de Oxfam Intermon en Cataluña destaca precisamente que “hay que tener en cuenta que los procesos de reconstrucción requieren tiempo, y que les dejemos hacer”. Contar con la población local es en este sentido vital para que el proceso de reconstrucción sea sostenible y beneficie a la mayoría. Quizás es más lento, pero mucho más eficiente.

Excluir a las autoridades locales

En Haití, la población y la Administración fueron flagrantemente ignorados por la comunidad internacional. “En Haití la mayoría prometió la participación de la comunidad, pero fracasaron en incluir realmente a la gente en los procesos”, afirma Nixon Boumba, consultor haitiano para la ONG estadounidense AWJS.

Dicha participación puede empezar con las tareas de emergencia. A Haití “muchas ONG enviaron voluntarios con buena voluntad pero que no conocían el país ni estaban suficientemente capacitados para tareas de emergencia, para las que había profesionales haitianos preparados y disponibles. Si los fondos se hubiesen destinado a apoyar a la gente y organizaciones locales, estos recursos hubiesen ido mucho más allá”, sugiere Boumba.

Uno de los problemas más recurrentes en un proceso de emergencia es la complejidad de coordinar la multiplicidad de actores que intervienen. La coordinación es sin embargo fundamental, y debe contar con la batuta de autoridades y población local. No se pueden repetir dinámicas como las que se dieron en Haití, de reuniones de coordinación en inglés, que excluyeron de facto tanto a funcionarios como a la población local.

En Nepal, como pasó en Haití, muchos critican al Estado por falta de rapidez y eficiencia en la reacción. Será más fácil puentear a las autoridades locales, pero es imprescindible contar con ellas a pesar de las dificultades porque, de lo contrario, se alimenta un círculo vicioso en el que se debilita una administración de por sí débil al no contar con ella. Desde la ONG Farmamundi, con experiencia tanto en Haití como en Nepal, insisten en estas dos cuestiones: “Tras más de 20 años de experiencia en la asistencia sanitaria en emergencias seguimos defendiendo que la ayuda sea coordinada entre las diferentes instituciones y siguiendo las pautas que marquen las autoridades locales”.

Para ello es básico haber trabajado previamente en el país y la zona de intervención. En Haití después del terremoto hubo una autentica invasión de ONG, que llegaron a ser cerca de 10.000, según Bill Clinton, copresidente de la Comisión Interina para la Reconstrucción de Haití. Blanca Carazo, responsable de Cooperación y emergencias de Unicef en España, destaca la importancia de conocer las zonas afectadas: “Unicef está en los países, en este caso en Nepal, antes, durante y después de la catástrofe, lo que permite conocer el contexto y poder establecer rápidamente redes de coordinación con el Gobierno local, la población civil y el resto de organizaciones humanitarias”.

'El capitalismo del desastre'

En Haití, menos del 1% de la ayuda de emergencia se canalizó a través de la administración u organizaciones haitianas. El 99% lo gestionaron empresas contratistas extranjeras y ONG internacionales. El 84% de los fondos de reconstrucción fueron gestionados fuera de la administración pública y las ONG haitianas. Debemos asegurarnos de que el ninguneo de las autoridades y organizaciones locales no se repite en Nepal.

Para Caranzo, las estrategias de Preparación Ante Desastres son también básicas para poder reaccionar rápidamente a la emergencia. “Unicef forma previamente a niños y familias en comportamientos adecuados ante una catástrofe”, añade.

La reconstrucción también ha estado manchada por los intereses económicos. “¡La carrera por el oro ha empezado!”, afirmó el embajador de Estados Unidos en Haití en un cable de febrero de 2010 revelado por Wikileaks, un año después. Hablaba de los negocios que podían surgir de la reconstrucción en Haití.

La atracción de la inversión extranjera fue una prioridad para la estrategia de los Clinton “Haiti: Open for business”, dotada de una serie de apoyos institucionales, de los que destaca el Consejo Presidencial Asesor sobre Crecimiento Económico e Inversión en Haití (PACEGI), del que forma parte el ex presidente español, José María Aznar. Su objetivo es “transformar Haití de un lugar para ‘hacer caridad’ a uno para ‘hacer negocios’”.

El olvido de los más vulnerables

Desde Farmamundi enfatizan también la necesidad de priorizar siempre a los colectivos más vulnerables en la emergencia. Nixon Boumba, desde Haití, recalca también esta cuestión: “Cuando el desastre llega, las personas que ya se encuentran empobrecidas u oprimidas sufren de forma desproporcionada. En Haití, muchos pueblos de la periferia de Port-au-Prince no recibieron comida o agua hasta semanas después del terremoto”.

Y es que en Haití la centralización de la ayuda en Port-au-Prince es una de las cuestiones más criticadas por las organizaciones locales. Para Camille Chalmers, director de PAPDA (Plataforma Alternativa por un Desarrollo Alternativo en Haití), en Haití “se perdió una oportunidad para descentralizar el país. Pero la ayuda se concentró en la capital. La prioridad de la ayuda fue la visibilidad y las cámaras apuntaban a Port-au-Prince”.

Algunas ONG y agencias de cooperación a menudo buscan visibilidad, colocar su logo en un proyecto que de rédito y credibilidad. En Haití, por ejemplo, se retrasó el proceso de retiro de escombros porque ningún donante quería financiarlo. A pesar de ser una de las acciones más urgentes, a nadie le resultaba atractivo financiar algo sobre lo que más tarde seria imposible colocar un logo.

Comunicar el desastre

En Haití, las crónicas que nos llegaron, sobretodo a través de los medios, nos trajeron una imagen paternalista y llena de tópicos y estereotipos de víctimas desesperadas, pobres e incapaces de hacer frente a la situación, frente a la imagen de los actores occidentales, cooperantes, bomberos o soldados, organizados y racionales. Una imagen que también llegó a los haitianos y haitianas.

Las ONG, como los medios, pueden contribuir a una buena comunicación del desastre que, en lugar de degradar, explique. En situaciones de catástrofes como las de Haití o Nepal, muchas organizaciones priorizan la visibilidad para captar fondos frente a una comunicación que pueda ser transformadora. En estas situaciones es necesario saber aparcar la marca y trabajar en red, separando información de captación, para contar también los porqués de la catástrofe y las complejidades de la emergencia y reconstrucción. Sin caer en sensacionalismos.

Un conjunto de ONG y agencias de cooperación de diversos países europeos, reunidas en Barcelona el pasado mes de marzo en el taller internacional DevReporter para la mejora de la información sobre cooperación y desarrollo, se pronunciaban en este sentido: “Es necesario prestar especial atención a momentos de fuerte noticiabilidad como catástrofes o emergencias, explicando siempre las causas y vulnerabilidad previa de los países”.

Ignorar los cimientos del desastre

Carlos Sánchez Mato escribía en este diario con motivo del tifón Yolanda en Filipinas en noviembre de 2013: “Nos hemos acostumbrado a (…) catástrofes que permiten que veamos con claridad cristalina cómo su impacto es mayor cuanto más pobre y miserable es el país que lo sufre (…) Este conjunto de fenómenos provienen de decisiones humanas que generan lo que podríamos denominar como catástrofes de clase”.

Si tenemos claro que la causa de tanta destrucción no es el terremoto en sí mismo sino el empobrecimiento existente previamente, es necesario ir a las causas de este para poder abordar la reconstrucción. Francesc Mateu, de Oxfam Intermón añade que debemos tener muy claro que “la reconstrucción post-terremoto no arreglará todo lo que ya no funcionaba antes del terremoto”. Es necesario ir más allá, con estrategias integrales de desarrollo humano, si se quiere aprovechar el proceso de reconstrucción para realmente conseguir el “Build Back Better” (Reconstruir Mejor) que se anunció en Haití, como se había hecho después del Tsunami en el Sudeste asiático.

En paralelo a la reconstrucción es importante abordar cuestiones como la deuda, los programas de ajuste del FMI o los acuerdos comerciales impuestos a países como Haití y Nepal.

Nepal tiene hoy la oportunidad de mirar al futuro y buscar cómo y para quién será la reconstrucción del país. Y está en manos de la comunidad internacional decidir si dejan a los nepalíes decidir su futuro o si, como hicieron mayoritariamente en Haití, prefieren imponer su voluntad por encima de la voluntad del pueblo de Nepal.

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