De la acogida al racismo: la otra cara de Lesbos, tierra histórica de refugiados
A escasos metros de la orilla, la estatua Madre de Asia Menor recuerda a sus habitantes el pasado de la isla griega de Lesbos. El monumento, escrupulosamente tallado, da forma a una madre y a sus tres hijos observando, situados frente al antiguo puerto, la isla que se alza a sus pies.
No es la primera vez que ese trozo de tierra se ve inmersa en la llegada de migrantes. En 1922, Mustafa Kemal Atatürk destruyó Esmirna y otros centros urbanos con población griega: miles tuvieron que huir hacia las islas que tenían enfrente. Finalmente, un total de un millón y medio de personas se refugiaron en Grecia, un intercambio con la población turca que incrementó en un 25% los habitantes de aquel momento. Lesbos no fue menos y se calcula que, actualmente, un 60% de sus ciudadanos tiene antepasados que, en su día, fueron refugiados.
Emmanuel Chatzichalkias es uno de ellos. Su tarea como abogado es imprescindible para que muchos de los que han llegado recientemente logren obtener el asilo. “Los primeros años no había problemas porque una gran mayoría de la gente de aquí son descendientes de refugiados, por eso se comportaron bien. Ahora, la gente parece ser xenófoba y racista”.
Emmanuel se refiere al ataque del mes de abril en que una simple reivindicación, la de un grupo de personas que pedía que se agilizaran sus trámites de asilo, degeneró en una batalla salvaje contra los refugiados que se encontraban acampando en una céntrica plaza de Mitilene en protesta por las condiciones en las que viven. Decenas de migrantes resultaron heridos por un grupo de ultras. No era la primera vez que se producían ataques ultras en la isla.
“Quemadlos, no me importa”
“Quemadlos, no me importa”, berreaba uno de ellos, un recuerdo que Lena Altinoglou, habitante del pueblo, tiene grabado a fuego. Es profesora y cuenta que un chico al que anteriormente había defendido cuando sus compañeros se metían con él se mostraba especialmente participativo en el ataque contra los refugiados.
“Él era uno de los que lanzaban objetos”, relata. Pero no era solamente un atacante, sino dos centenares. “A uno de los que protagonizaban los ataques le había comprado unas gafas en su tienda. Las hubiese roto en ese mismo momento”, recalca. Mitilene cabe en la palma de cualquier mano. La isla, más dividida que nunca, vivió uno de los peores episodios desde que empezó la llamada 'crisis de refugiados' en 2015.
“En los siguientes días tuvimos miedo”, dice Altinoglou. El ataque, según destaca, no fue improvisada. “Lo que ocurrió no es el reflejo de la gente de aquí, fue orquestado. Están expandiendo el miedo y es muy fácil que el discurso xenófobo cale en la población”. Chatzichalkias está de acuerdo con la teoría: “Es un juego político. El año que viene tenemos elecciones y aquí escogemos a tres parlamentarios. Amanecer Dorado está intentado arrebatar a uno de los diputados, por esto se ha incrementado el racismo”.
Por su parte, el máximo responsable de la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) en Lesbos, Theodoros Alexellis, también reflexiona sobre el sentimiento de la población. Él mismo es autóctono. “Hay frustración en la isla, todos quieren lo mismo: los refugiados se quieren ir de Lesbos y los griegos quieren 'normalidad”.
El país heleno vivió sus últimos días de tranquilidad cuando estalló la crisis económica en 2009. “La población local se resintió mucho”, asegura. Pocos años antes, entre 15 y 20 refugiados provenientes de la guerra de Irak llegaban diariamente a las islas. Una cifra ínfima si se compara con la existente a día de hoy.
Mientras los días de crisis económica se consumían y se divisaba cierta recuperación en el horizonte, la llegada de refugiados empezó a incrementar. Las grandes llegadas de 2015 y principios de 2016 representaron un reto de solidaridad. “La gente local se lanzaba al mar para salvar a los refugiados, podían llegar a desembarcar 200 botes diarios”, recuerda el trabajador de Acnur.
Pero esos migrantes pronto eran transferidos al continente para enfilar hacia los Balcanes. Después del acuerdo UE-Turquía de marzo de 2016, que según Bruselas ha sido el artífice del descenso en las llegadas, los refugiados no pueden ser transferidos a tierra continental hasta resolver sus trámites de asilo o, en el peor de los casos, la deportación a tierras turcas. Como resultado quedan atrapados en las islas y la larga estancia cansa. “El incidente fue algo aislado. No digo que las cosas no vayan a ir a peor, la tolerancia está agotándose en ambos lados”.
“Quienes dicen que se deteriora la economía, mienten”
Lesbos, tierra histórica de refugiados, tiene ahora más entradas que salidas. Los que llegan se quedan. Miles siguen esperando, pero no todos sufren en los campos. Acnur aloja a 500 personas en apartamentos en la isla y 23.000 en toda Grecia, algo que quieren expandir a 27.000, según palabras del organismo. Algunas ONG han pedido al Gobierno griego que acelere los traslados al continente y han criticado lo que consideran “una política de contención” en las islas.
La Agencia de la ONU ha ideado un programa en el que los alojados en apartamentos reciben 550 euros al mes por familia o 90 euros por individuo, en un proyecto financiado por la Comisión Europea. Pero es una cifra muy pequeña comparada con la totalidad de aquellos que se han visto forzados a dejar su destino en manos de las decisiones de los Gobiernos europeos.
Algunos han conseguido un trabajo, lo que permite mejorar su “inclusión” en la sociedad. “Los que dicen que el fenómeno de los refugiados ha deteriorado la economía, mienten. La isla se ha visto beneficiada”, asegura Emmanuel Chatzachalkias. Sobre el turismo, Chatzachalkias añade que la isla nunca ha tenido predilección por este factor. “Hace cuatro años venían cruceros los sábados o domingos con miles de turistas y todos los locales estaban cerrados”.
Este uno de los argumentos que ha esgrimido un grupo de vecinos y hoteleros que han emprendido un proceso judicial contra el campo asambleario y autogestionado de Pikpa. Según dijo la portavoz de Lesvos Solidarity a eldiario.es, “se quejaban de perder turistas” y aseguraban “sentirse incómodos” con la presencia del campo de refugiados en la zona. El juez dio la razón al campo el pasado 16 de julio, según informó Lesvos Solidarity, pero aún se enfrenta a las trabas de la administración, que amenazan con echar el cierre de las instalaciones.
Según afirma, desde la nueva llegada de migrantes se han creado nuevos puestos de trabajo. “¿Tu sabes cuántos amigos míos han encontrado trabajo en ONG o en puestos relacionados con la llegada de migrantes? Muchos. Ahora seguro que estarían desempleados por la crisis que hemos tenido aquí”. Con la llamada 'crisis de los refugiados' el Gobierno ha destinado a la isla más policías y efectivos. También han llegado trabajadores de la Agencia de la UE de Fronteras (Frontex), voluntarios o trabajadores de ONG, entre otros.
Los argumentos dejan entrever que una parte de la población rechaza a los refugiados y que utilizan cualquier excusa para expresarlo. A medio camino quedan los habitantes que, sin ocultar cierta frustración, un día se lanzaron al agua para salvar las vidas de las personas que trataban de llegar.
Los dos años que Europa se dio de plazo para acoger a 160.000 refugiados expiraron en septiembre del año pasado. Solamente se acogió a uno de cada cuatro migrantes. En cuanto a España, de los 17.337 que se comprometió a acoger, hasta esa fecha solamente llegaron a la península 1.983 refugiados. Ahora, un fallo del Tribunal Supremo le ha condenado por este incumplimiento.
Ante el recuerdo de aquellos que se arrojaron al mar para honrar a los que lo hicieron por sus antepasados, el trabajador de la ONU lanza un dardo: “Hay una gran solidaridad por parte de los habitantes de Lesbos no comparable con lo que ha demostrado Europa”.