El primer caso de ébola en Mali se confirmó a finales de octubre. Se llamaba Fanta Kondé, era guineana y sólo tenía dos años. Viajó con su abuela al país vecino, donde murió a causa del virus. Todos sus contactos resultaron negativos.
El 11 de noviembre se localizó un nuevo foco en la capital, Bamako. Es aquí, en el pequeño centro que Médicos Sin Fronteras (MSF) gestiona en la capital maliense, donde la doctora navarra repatriada a España trabajaba y cuidaba a los enfermos con el objetivo de frenar el incipiente brote. La cooperante es un caso sospechoso más. En Mali hay 360 contactos en seguimiento por MSF y hasta ahora han fallecido seis personas.
“Hoy –este viernes– ha muerto una persona, ha llegado un nuevo caso de contagio después de once días de aislamiento y están llegando más sospechosos”, dice Teresa Sancristóval, jefa de Emergencias de Médicos Sin Fronteras. “Por el momento, no es una gran epidemia. Tememos los próximos días. Entre el día 8 y el 14 del brote (comenzó el 11 de noviembre) es cuando suele producirse un mayor desarrollo de los síntomas en el caso de que haya más contagiados que no conocemos. Se necesita mayor implicación internacional”, afirma.
A pesar de que el estado del brote se mantenga en un nivel reducido, Sancristóval asegura que los recursos con los que cuenta MSF en Mali son “insuficientes” para controlarlo y, sobre todo, para potenciar las medidas de prevención. “Con el nivel de alerta en los países vecinos, hay que reforzar los sistemas. Si no se hace, puede haber más casos. Es necesario invertir más en este momento. Está en una fase muy inicial y hay que poner mucho esfuerzo”.
El Gobierno de España ha enviado al terreno tres millones de euros de los diez que ha comprometido, según los datos de la ONU. El Ejecutivo tampoco ha respondido la carta con la que MSF solicitó el 9 de septiembre la apertura de un puente aéreo en su base de Palma de Mallorca, el envío de personal especializado y la garantía de repatriación de los cooperantes españoles contagiados.
La doctora navarra repatriada –en un vuelo fletado por la organización y financiado a través de su seguro– centraba sus esfuerzos en atender a las personas contagiadas y los casos sospechosos que llegaban al centro sanitario que Médicos Sin Fronteras está gestionando en Bamako con este fin, en colaboración con el Centro Nacional contra las Enfermedades de Malí (CNAM). “Es un centro pequeño, porque es un brote pequeño. Su estructura es como la de todos los demás. Tiene una zona de sospechosos y otra de confirmados. Estamos llevando a cabo una ampliación, pero de momento contamos con 16 camas”, explica Sancristóval.
Según relata, en la actualidad permanecen en este centro cinco personas en aislamiento. Una está confirmada. Las otras cuatro están esperando por el resultado de los análisis porque, aunque tienen síntomas, en Mali hay una gran incidencia de la malaria, cuyos efectos son muy parecidos.
“La política de no tocar”
La médico repatriada asumió una norma básica establecida sobre todos los cooperantes de MSF que pisan el terreno para luchar contra el ébola: “la política de no tocar”.
“Esta 'norma' ayuda a que nunca dejemos de estar consciente de dónde estamos. Si estás tomando cañas, no te puedes tocar. Si alguien tiene un día malo, no le puedes tocar. Esto hace que tu estado de alerta no disminuya”, describe Sancristóval, que ha pasado por los centros especializados en ébola de MSF en Mali, Sierra Leona, Senegal y Nigeria.
Pero el riesgo, aunque puede limitarse, siempre está presente. “Más que miedo, es un tema de respeto. Es un trabajo muy sistemático, una cuestión de orden. Aunque lleves meses, nunca te relajas. Pero siempre puede pasar algo”. La cooperante repatriada tuvo un percance con una aguja que había tenido contacto con material posiblemente infectado, pero que en ningún momento había atravesado la piel de una persona contagiada, aseguran desde la organización humanitaria.
MSF está formando a personal maliense del CNAM para tratar a pacientes de ébola y está supervisando el sistema de ambulancias para transportar pacientes y la organización de funerales seguros. La crisis de 2012 debilitó todavía más el sistema de salud maliense, especialmente en el norte, donde la inestabilidad se mantiene activa.
“En Mali es necesario dedicar grandes esfuerzos en la detección del ébola. Es un país que nunca ha tenido esta enfermedad, nunca se han visto obligados a trabajar en cómo se distingue una enfermedad de otra. Ya ha mejorado, pero hay que hacerlo más”, señala la jefa de Emergencias de MSF. “El paciente debe ser atendido, no sólo a través de sus síntomas, también mediante sus historias de vida. Es imprescindible preguntar si viene de una zona donde hay muchos muertos, si ha tenido algún contacto con el virus... Todo esto significa que hay riesgos y, por el momento, no se aplica de forma universal en Mali. Hay que reforzarlo”.
“Cada brote de ébola es diferente pero, también, todos tienen algo en común. Recuerdo las palabras de un alto cargo de Mali. Decía que es la enfermedad del amor. 'El que te cura, el que te abraza, el que te entierra, es quien se contagia'. El ébola levanta la barrera de la despedida. Cuando alguien está enfermo –reflexiona–, apetece cuidarlo, acercarte a él, pero este virus te aleja. Se crea un momento muy frío, es muy complejo”.