“Rechazamos la etiqueta de 'inmigrante económico', la UE tiene que estudiar nuestros casos”
“Yo huyo del conflicto entre Paquistán y Balochistán. Todos los humanos tenemos los mismos derechos”, dice un joven paquistaní que permanece en Lesbos por miedo a la deportación
Sha ha escuchado hablar en Lesbos sobre el pacto con Turquía que la Unión Europea pretende aprobar entre el jueves y el viernes. Le preocupa. El hecho de que los dirigentes comunitarios se planteen deportar incluso a los solicitantes de asilo sirios provoca la caída de las pocas esperanzas que mantiene. Ellos, los llamados “migrantes económicos”, han sido los primeros en sentir el temor a una temprana deportación.
Sha no es sirio, ni iraquí -las últimas nacionalidades que, hasta el anuncio del principio de acuerdo entre la UE y Turquía, tenían derecho a continuar su camino a Europa-. Sha es paquistaní y, hace dos semanas, el campamento oficial de Moria en Lesbos comenzó a impedirles su registro. Como ya había ocurrido con los originarios de Argelia, Túnez o Marruecos. Dejaron de entregarles el papel que permitía su tránsito por Europa. La novedad les preocupó, y derivó en una protesta de centenares de personas. Pero ese documento en realidad ya no sirve para ninguno de ellos. Ni para sirios, ni para iraquíes ni para marroquíes... Para ninguno, porque las fronteras están cerradas.
Y ellos, los tachados como “migrantes económicos” desde el principio, pierden sus esperanzas. Ahora “incluso los sirios” corren el peligro de la deportación, repiten una y otra vez. “Incluso” a los que denominaron en alguna que otra ocasión “refugiados de primera” por huir de una guerra de la que nadie dudaba. Pero esto ha cambiado, y les asusta.
“Todos tenemos los mismos derechos”
“Negamos la etiqueta de inmigrante económico que quieren aplicarnos, parece que ahora incluso a los sirios e iraquíes de ciertas zonas. Yo huyo del conflicto entre Paquistán y Balochistán. Hay que estudiar cada caso, porque todos los humanos tenemos los mismos derechos”.
Aadeel, también paquistaní, pasó “seis horas en el mar, de noche, a la deriva, rezando a Dios para sobrevivi”. 15 días después ve cerrarse su camino a Alemania donde ya viven su hermana y hermano. “Si pudierais imaginar de lo que venimos. No puedo realizarme allí, no puedo salvar mi vida, no tengo derechos humanos”.
“He dejado a mi madre atrás, he sacrificado los ahorros de mi vida, he sacrificado mis estudios universitarios, máster de contabilidad y finanzas, todo, para venir a Europa y proteger mi vida”, se lamenta. “Si hubiera sabido que nos cerrarían las puertas, nunca habría venido”.
“¿Por qué sirios sí y nosotros no?”, se pregunta Aadeel, ajeno al detalle de los acuerdos entre la UE y Turquía, rodeado por compatriotas que asienten como si hablara en nombre de todos. “Claro que sirios e iraquíes sufren guerras, pero ¿alguien en Europa se acuerda de la matanza en la escuela de Peshawar en 2014?”, dice en alusión al asesinato de 150 personas, la mayoría niños. “Todos en Paquistán nos sentimos en peligro. Merecemos el mismo respeto que sirios e iraquíes. ¿Por qué los paquistaníes somos discriminados?”. Todavía desconoce que ahora, “incluso los sirios”, podrán ser deportados a Turquía.
El principio de acuerdo que los dirigentes europeos terminarán de zanjar durante la próxima cumbre contempla las expulsiones de todos los solicitantes de asilo y migrantes que lleguen a las islas griegas a partir de la entrada en vigor del pacto. “Por cada sirio devuelto”, la UE se compromete en principio a realojar en un estado miembro a otra persona de la misma nacionalidad.
“En Turquía tengo enemigos que intentan atraparme”
Aadeel lanza a las autoridades de la Unión Europea muchos interrogantes. Repite un ruego: “Por favor, por favor, por favor, Europa, abran las fronteras; ”por favor, por favor, por favor, Europa, no venimos por dinero, sino por seguridad“; ”por favor, por favor, por favor, Europa, aunque sólo sea por un año“.
Y argumenta su empeño. “Nosotros podemos aportar cosas, no somos inútiles. Yo, como tengo formación, quiero depender de mí mismo y no ser un esclavo. Quiero montar mi propio negocio, tengo capacidades para salir adelante. Por favor, por favor”, insiste.
“Yo me habría quedado en Turquía, pero tengo enemigos que intentaban atraparme y matarme, y en Turquía pueden actuar por eso vengo a Europa. Sólo digo a la Unión Europea por favor, por favor, por favor, denme los permisos. De otro modo, si no hay otra opción para mí, intentaré suicidarme”.
“Better Days”, refugio de olvidados entre los olvidados
Mientras aguantan la incertidumbre, los días transcurren en las islas griegas. Ante la imposibilidad de ser registrados en Moria, viven en el campo autogestionado “Better days for Moria” de Lesbos, donde confiesan sentirse más seguros ante los rumores del inicio de las deportaciones para los llamados “migrantes económicos”.
“Creamos este lugar de acogida en noviembre de 2015 para quienes hacían cola en la puerta de Moria para tramitar su permiso de estancia legal de 30 días en Grecia. Pero, como consecuencia de las decisiones políticas, hemos pasado de un campo de tránsito a uno de permanencia con hasta 300 residentes estancados a los que no se deja seguir a Atenas, Macedonia, Serbia, Hungría, Alemania... Y ahora parece claro que el acuerdo al que han llegado es deportarlos”, explica Raül Torras, estudiante catalán de Políticas y coordinador de 'Better days for Moria'.
“Incluso antes del anuncio de Bruselas notamos una involución. En la primera semana de marzo se dejó de registrar a los procedentes de Paquistán. Ya había ocurrido con los de Afganistán, Bangladesh, Marruecos, Túnez y Argelia”, analiza Torras. “Ahora todo apunta a que el camino será volver a Turquía también para los sirios, iraquíes y afganos”. Si sus países los aceptan, porque hay precedentes paquistaníes de no admisión de sus ciudadanos devueltos.
“Las deportaciones arrancaron en marzo, antes de anunciar el acuerdo. Además, algunos voluntarios de la playa aseguran que el domingo 5 hubo una devolución en caliente a Turquía, antes de que el la barcaza con 50 ocupantes llegara a costa”, asegura Torras. Dos ONG locales también han denunciado la expulsión. Indican que tuvo lugar a las 13.00 horas, a dos millas de la costa griega frente a Cantina Beach. Si bien Antonio Sofiadelis, jefe de la Autoridad Policial del Puerto ha señalado que “no puede confirmar el episodio y proceder a investigarlo”.
La desconfianza sobre Turquía ante una supuesta expulsión aterra a muchos. “Aunque Europa lo declare un país seguro no lo es —aseguran refugiados que prefieren mantener el anonimato— hemos estado allí, es donde las mafias de traficantes nos han robado todo. Y ya no tenemos nada con qué pagarles”.
Entretanto, los olvidados entre los olvidados depositan la mínima esperanza que les queda en los medios de comunicación. Una quincena de jóvenes, miran con ojos profundos y húmedos a los periodistas que, para ellos, son enlace con las instituciones que niegan los papeles que anhelan. Aadeel, después de dar voz a sus compañeros, también calla y mira sereno tras sus gafas. “Podemos mandar este mensaje a los gobiernos: por favor, por favor, haced algo por la gente necesitada”.