Ahmed y Nasser Zafzafi, padre e hijo, por fin se pudieron fundir en un abrazo el lunes en el Tribunal de Apelación de Casablanca, donde el líder del Movimiento Popular, conocido como Hirak, compareció ante el fiscal general y posteriormente ante el juez de instrucción, que ordenó la prisión preventiva a la espera de un juicio.
Se le acusa de delitos contra la seguridad interior del Estado, intento de asesinato, recaudación de dinero para apoyar una actividad y “una propaganda que atenta contra la unidad y soberanía del reino”, entre otros cargos, según informó la Fiscalía General, y recoge la agencia de noticias marroquí MAP. El letrado confirmó a eldiario.es, la gravedad de los cargos y la pena a la que se enfrenta el joven, de entre 10 a 20 años de prisión.
Desde Alhucemas por una carretera de montaña en obras y llena de curvas viajaron diez horas los padres del líder del Movimiento Popular del Rif para intentar ver a su hijo y llevarle una maleta de ropa. Lo único con lo que se montaron en el autocar de línea.
“Está bien de ánimo y moral, pero tiene un ojo como de haber recibido una pedrada”, relata por teléfono Ahmed Zefzafi, el padre del acusado. Y en la parte alta de la cabeza “tiene ocho puntos que le acaban de quitar porque la herida ya cicatrizó”, según explica Mohamed Ziani, uno de sus abogados.
“Dicen que recibimos ayuda de Argelia y de Irán, o también de España, que justifiquen esto y que hagan el juicio en una plaza pública, pero sobre todo tienen que probar de lo que le acusan”, se queja el padre.
Cree que su hijo no se echará atrás, a pesar de los rumores que circulan estos días en las redes sociales por los que, por recomendación de uno de los abogados, Zafzafi podría grabar un vídeo pidiendo al movimiento que ponga fin a las protestas. “Eso es que no conocen bien a mi hijo”. Cree que terminará “refugiado en otro país o morirá en la cárcel”. Ve el futuro “gris, ni negro ni blanco”.
Nasser reivindicó las peticiones de Hirak
Nasser niega todas las acusaciones. Aseguró el lunes que nunca recibió dinero de ninguna parte, “solo ayudas de amigos que no superan los 200 euros”. En cuanto al independentismo, dijo que si no blandió la bandera nacional en las protestas es “porque la lleva consigo en su corazón, en sí mismo”. Salió a las calles con la bandera amazigh, o del hombre libre, porque es un “símbolo que lo identificaba del resto del país, que los desprecia un poco y que ellos luchan por su dignidad”, detalla el letrado.
Respecto a esta acusación, su padre lo dejó claro, “no somos independentistas, somos marroquíes y pertenecemos a Marruecos, pero queremos que nos tengan en cuenta como ciudadanos, porque ahora nos sentimos de tercera categoría”.
En su comparecencia en Casablanca, Zafzafi defendió las reivindicaciones del movimiento y recalcó que se trata de “peticiones sociales y económicas, y no políticas”, que pasó a concretar. Se preguntó “dónde fue a parar el centro de oncología que el rey de Marruecos inauguró en 2008”. Denunció que los terrenos de la zona industrial fueron vendidos a un promotor inmobiliario, “cuando es terreno del pueblo y se puede construir una industria para que la gente trabaje”. Y no se olvidó de otra necesidad para Alhucemas, una universidad “porque todo el mundo quiere estudiar hasta un nivel alto”.
El acusado aseguró en su comparecencia que los ocho días que pasó en la Oficina de la Brigada Nacional de la Policía Judicial de Casablanca le trataron correctamente, pero no ocurrió lo mismo en la comisaría tras su detención el 29 de mayo. “En Alhucemas han sido unos salvajes. Llegó a Casablanca ensangrentado, la policía llamó a los médicos y lo atendieron en la enfermería”, corrobora Ziani.
“Tiraron la puerta abajo, sin llamar antes”
El domingo, horas antes del fin del ayuno de Ramadán, la familia Zafzafi recibe a eldiario.es para recordar las protestas desencadenadas el 28 de octubre de 2016 tras la trágica muerte del vendedor de pescado Mohcine Fikri aplastado dentro de un camión de la basura mientras intentaba impedir que destruyeran la mercancía. Desde entonces comenzaron las manifestaciones “pacíficas con velas y flores, y no han roto ni vasos ni sillas”, añade Ahmed Zafzafi.
Es el primer día que encendían el fuego de la cocina desde que Nasser huyó de la casa familiar el 26 de mayo para evitar ser detenido tras una orden de busca y captura dictada por el fiscal general de Alhucemas por interrumpir al imán de la mezquita de su barrio cuando el religioso dedicó el sermón de los viernes para atacar al Movimiento Popular.
Así es el luto en Marruecos. Cuando alguien muere, los familiares no cocinan durante días. Los vecinos, amigos y familiares les traen la comida preparada.
Residen en una de las “casas del rey” que construyó Hassan II en el Barrio Obrero. Al entrar se respira pena y mucha tristeza. De hecho, durante la conversación en varias ocasiones emergen la emoción y las lágrimas, sobre todo al recordar ese “viernes negro”.
La puerta de la calle permanece rota desde el registro de las fuerzas de seguridad en busca de Nasser. “Tiraron la puerta abajo con una barra de hierro, sin llamar antes”, relata Ahmed. El matrimonio estaba dentro. “Mi mujer se desmayó, tiene diabetes y un corazón delicado, y la llevé inmediatamente a urgencias”, lamenta.
Recibe en el salón marroquí, donde se desarrolla la vida en los hogares, junto a su esposa y otro de los cuatro hijos. “Son una maravilla, no fuman, no beben, gracias a Dios, pero el problema es que no tienen trabajo”, presume Ahmed. Todos viven de su pensión. Después de 41 años y 15 días de economista en una asociación de huérfanos “me ha quedado un sueldo para hacer la compra tres días, 1.300 dírhams al mes” (alrededor de 130 euros). En esta ocasión es él el que pregunta: “¿Te parece normal?”.
Esta cantidad, que no llega al salario mínimo garantizado (2.570,86 dírhams, en 2015) de Marruecos, “era una de la reivindicaciones económicas de Nasser en las protestas”, recuerda. Se le puede ver en vídeos colgados en las redes sociales que menciona en numerosas ocasiones a su padre, su carrera y su retiro, como ejemplo de “opresión”.
“España nos abandonó”
Ahmed tiene 74 años y “lleva toda la vida luchando, porque nuestra suerte es así”. Rememora y narra los momentos históricos vividos que considera masacres, la revolución del Rif en 1958-1959, las Revueltas del Pan en 1984, y la Primavera Árabe marroquí en 2011.
Se expresa en un español correcto que estudió en el colegio cuando Alhucemas estaba bajo el protectorado español. A España la culpa de “todo”, “nos abandonó”. A pesar de ser una época de colonialismo, “vivíamos mejor que ahora, había desalinizadoras, fábricas de pastas alimenticias, de jabón, de gaseosa. Ahora no hay nada”. Se pregunta “por qué desde 1956 empieza a desaparecer todo”.
Un hombre culto, conocedor de la Historia, con muchos libros en árabe, y una tranquilidad y reposo al hablar que transmite paz. Por otro lado, se le nota cansado, desanimado y sin mucha esperanza de futuro.