Refugiados en un campo en la frontera de Eslovenia: “Estamos encerrados en un Guantánamo 2”
Cada día cruzan esta frontera 2.500 refugiados, el cupo diario fijado por el ejecutivo esloveno ante la incesante llegada de miles de migrantes cada día. Lo hacen andando, porque el gobierno del país no les facilita autobuses desde la frontera hasta el campo de refugiados. Son más de 15 kilómetros por delante que se suman a los miles que llevan recorridos a su espalda, en los países europeos que han dejado atrás.
Es el caso de Mohammad. Un joven sirio de 22 años que hace mes y medio abandonó su casa de Alepo tras los incesantes bombardeos en la ciudad, con el único objetivo de poner a salvo su vida. Menos suerte tuvieron sus padres y hermanos que no han podido acompañarle en esta trayectoria porque invirtieron todos los ahorros que tenían para que el mayor de la familia huyera del país.
“He venido solo. Salí de Alepo con dos amigos más pero en la frontera Serbia nos separaron. Ahora no sé donde están. Mi familia se ha quedado en el país. Los ahorros que nos quedaban los invirtieron en mi porque soy el mayor de 6 hermanos, y tuve que dejar mis estudios, no los pude acabar” nos comenta mientras los ojos se le encharcan de lágrimas.
Mohammad estudiaba Ingeniería en Siria hasta que la guerra se cruzó en su camino. Aguantaron durante meses hasta que la situación llegó a tal extremo de inseguridad y peligro que decidieron hacer la maleta y salir corriendo de casa. Mohammad emprendió camino a Turquía. Lo hizo de la mano de las mafias, las grandes beneficiadas de esta tragedia. Sus padres tan solo pudieron desplazarse de forma interna por el país, buscando un lugar más seguro.
“No pude despedirme de mis abuelos y mis tíos. Me marché preocupado por ellos pero hablamos todos los días a través del móvil. Ellos acaban de dejar Siria junto a mis padres y hermanos, y están en Turquía. Espero poder juntarme con ellos. También quieren venir a Europa”, nos cuenta.
Una “cárcel sin agua ni comida”
La historia de Mohammad es una más de las miles que han llegado a Europa en los últimos meses. Desilusionados, desinformados y muy cansados se preguntan por qué los países europeos no les echan una mano. Por qué los tratan como si fueran criminales, como nos cuenta Omar.
“No somos asesinos ni delincuentes. No hemos hecho nada malo más que coger nuestras cosas y abandonar nuestro país huyendo de la muerte. Cuando te despiertas y te acuestas escuchando bombas, las opciones son pocas. Y más teniendo 6 hijos como yo, y mi mujer está embarazada. No entiendo por qué Europa nos deja tirados. Primero nos dicen que vengamos, que los motivos de nuestra huida son válidos y después de arriesgar nuestra vida en un bote para cruzar a Lesbos, de gastar nuestros ahorros en que mafiosos nos traigan hasta aquí, ahora nos encierran en esta cárcel sin agua ni comida. A mi hija pequeña, Hannan, aún no la hemos podido cambiar el pañal desde que llegamos a este campo hace ya 48 horas”, relata.
Esa es la tónica habitual en este campo de refugiados de Brezice, en la frontera croata-eslovena. Esta madrugada los refugiados entraban en cólera ante las condiciones deplorables en las que se encuentran. Desde la verja, porque a los periodistas y medios de comunicación no nos dejan entrar en su interior, nos gritaban que llevan día y medio sin comida, ni agua. Sin pañales para cambiar a los bebés, ni biberones y leche en polvo.
Muchos bebés y niños en el campo
Tan solo cuatro letrinas, dos para hombres y dos para mujeres, están habilitadas en un recinto que alberga a más de 2.000 personas. Duermen a la intemperie, con el suelo de piedra como colchón y el frio gélido del inverno a modo de sábana. Los más afortunados consiguen una manta que les proporcionan los voluntarios venidos de diferentes países de Europa.
La situación es insostenible y así nos lo comenta Alex, un voluntario de Vigo que lleva dos meses ayudando junto a sus compañeros: “Llegué a este campo hace una semana. No nos han dejado repartir comida, agua, pañales para los niños, medicamentos, ropa, mantas… desde que llegamos. La policía nos deja entrar en el campo pero no repartir los recursos de los que ya disponemos y de esta forma evitar que muchos caigan enfermos. Tampoco nos dejan atender a los que ya lo están. Hay gente que es diabética y ha perdido su medicación en el camino, no pueden estar sin insulina, ni aquellos que padecen neumonías sin antibiótico. El 40% de los que hay dentro son bebés y niños que no superan los 8 años. También hay mucha gente mayor. No entendemos por qué disponiendo de todo lo necesario para evitar que la situación vaya a peor, no nos dejen repartirlo”.
Los días pasan y la historia se repite. Filas humanas de miles de personas que tienen que andar los 16 km que separan la frontera eslovena del campo en el que están encerrados, porque como dice Kayed: “Esto es Guantanamo 2, que lo oiga bien alto el mundo. A los refugiados que huimos de la guerra y del terror de Daesh nos encierran en Guantamo 2”.
Algunos dicen estar dispuestos a comprar un billete con los pocos ahorros que les quedan para poder salir de aquí y de esta forma acabar con esta pesadilla.