“Vuelvo a Irak desde Austria porque mi madre está allí amenazada por el ISIS”
“No aguanto más. Se me ha acabado la paciencia. Me vuelvo a Irak, mi país, con mi madre. Ella está sola en Mosul, una ciudad tomada por el ISIS. Y yo que huí del terror de allí, sigo aquí, esperando algo que nunca llega (la protección internacional por parte de Austria) y sin poder trabajar para mandarle dinero”, cuenta Hussein mientras agarra la taza de café con su mano temblorosa.
Este refugiado iraquí, de 21 años, llegó a Austria en Octubre del pasado año 2015, hace ya unos nueve meses. Lo hizo atravesando el mar Egeo y cruzando varias fronteras europeas, como un millón de personas en 2015. Después de este tiempo, aún no ha recibido una respuesta por parte del Gobierno austriaco acerca de su solicitud de asilo. En las últimas semanas su esperanza se ha derrumbado porque muchos amigos suyos iraquíes han recibido un “negativo”, lo que significa el retorno a Turquía o a sus países de origen. Esta situación impide el acceso al trabajo y, por tanto, bloquea cualquier forma de ayudar a su madre a que salga del país del que está amenazada. Se rinde, y no es el único.
“Hussein no es el único que ha pedido retornar a su país de origen. Llevamos varios casos en el último mes que, como él, piden volver movidos por el cansancio de esperar una resolución. No está permitido trabajar ni estudiar hasta que no se resuelva la petición y muchos de ellos necesitan enviar dinero a familiares que no han podido huir. Es más habitual entre los jóvenes”, explica un miembro de Cáritas Austria a eldiario.es.
El joven iraquí vivía con su madre Hiba, su padrastro y sus tres hermanos en Mosul, la segunda ciudad más grande de Irak situada al norte del país. La inestabilidad reinante en Irak en los últimos años ha marcado un antes y un después en su vida. El punto de inflexión llegó en junio de 2014 cuando el grupo terrorista ISIS se hizo con el control de la ciudad. “Nunca olvidaré esos días. Y no por las armas y la metralla, porque a eso, tristemente, ya me he acostumbrado. Sino por ISIS. No tienen compasión por nadie. Y con ellos son pocas las opciones. No sabes lo que duele ver como amigos tuyos se acaban uniendo a sus filas por dinero. Además, si te ven fumando un cigarrillo, te latigan. Te persiguen y extorsionan hasta que te acabas uniendo a ellos. Si no te matan. La única alternativa es huir fuera de Irak”, relata Hussein cabizbajo.
Y así hizo. Se lo propuso su padre . “Recuerdo que estábamos bebiendo té en su casa cuando me dijo que quería huir con su mujer y los niños a Turquía -sus padres están separados-. El plan inicial no era Europa, sino Turquía. Yo lo pensé mucho, no quería dejar a mi madre en Irak, pero ella me animó a huir. Me dijo que en mi país no había futuro, tan solo terror, y que ella saldría también en cuanto tuviera el dinero suficiente”. Pagaron a un traficante para que los sacara de Irak a Siria, para finalmente llegar a Turquía.
El viaje de Hussein
Cruzó más tarde que su padre, acompañado de su hermano, en bote a la isla griega de Lesbos. Y en siete días recorrieron la ruta de los Balcanes: “Tengo las imágenes del camino metidas en mi cabeza. Era Octubre y hacía frío. Hubo gente que murió de hipotermia. Tuvimos que andar cientos de kilómetros entre una frontera y otra. Aún no habían empezado a funcionar los autobuses y durante la mayor parte de los trayectos íbamos andando. Pero había que llegar a Alemania”, dice Hussein mientras enseña en el móvil fotos que aún guarda de aquella ruta.
Allí vivieron un año. Fueron tirando de los ahorros que llevaban encima para subsistir en un país que a día de hoy acoge a más de 2,7 millones de refugiados. De los cuales, tan solo el 25% viven en campos. El resto malviven como pueden, y muchos de ellos lo hacen de la mendicidad. “Vimos como nuestro dinero iba desapareciendo y empezamos a buscar trabajo. Mi padre y yo trabajamos en unos talleres de costura. Nos explotaban. Quince horas diarias, metidos en un sótano para recibir 150 míseros euros al mes. Así no se puede vivir. Fue entonces cuando decidimos cruzar a Europa. Conocíamos mucha gente que lo había hecho y era la mejor alternativa”, narra Hussein.
Él y su hermano llegaron a Alemania, pero acabaron retrocediendo a Austria, donde estaba su padre. A Hussein le concedieron la “tarjeta blanca”, la tarjeta de demandantes de asilo. Pero nunca llega la respuesta y a él se le acaba la paciencia. En Austria, como en otros muchos países de la UE, no se permite trabajar ni estudiar a los solicitantes de asilo hasta que no se resuelva su petición. A cambio tienen un techo donde dormir y 150 euros mensuales. Asegura que no es suficiente para un país con una renta per cápita de 51.127 euros anuales.
Los obstáculos para construir una vida en Austria
Una vez obtenida la tarjeta, deben alquilar una casa para poder recibir el salario del Estado cuatro meses más tarde que se encuentra en torno a los 800 euros. A cambio deberán aprender un nivel B2 de alemán y trabajar. Si ganan un salario, se les reduce la ayuda estatal. Muchos de los solicitantes no tienen dinero suficiente para hacer frente a un alquiler ni la fianza inicial. Este es uno de los motivos de retorno.
Alí, sirio de 23 años, vivía con Hussein y 4 compañeros más en el mismo piso. Después de 11 meses esperando una respuesta, le concedieron la protección internacional. Comenzó a buscar piso en Graz, la segunda ciudad más grande de Austria y en la que le corresponde quedarse. Con la búsqueda de piso, llegaron los problemas: “El Gobierno te exige que alquiles un piso y tengas dirección propia para poder acceder al salario. Lo que la gente no sabe es que ellos no te empiezan a pagar el salario hasta cuatro meses después de que hayas alquilado piso. ¿Cómo piensan que puedo pagar una garantía y un alquiler sin ayudas? Durante estos 11 meses he recibido 150 euros para vivir todo el mes. Austria es caro y es imposible ahorrar. Todo mi dinero lo invertí en el camino hasta llegar aquí”, cuenta Alí.
“Tengo un amigo, Eimad, que tras un año y ocho meses esperando su solicitud de asilo, la respuesta fue negativa. Recurrió antes las Cortes y de nuevo se la denegaron. Vivía en Mosul conmigo: ¿Alguien me puede explicar como una persona que huye de un bastión del ISIS no es aceptado como refugiado?. Un año y medio después se ha tenido que volver a Irak, cuando ya tenía aquí una vida hecha. Nos mantienen en vilo para que perdamos la paciencia y pidamos volver. Yo no puedo seguir más tiempo esperando una respuesta, sin poder ganar mi propio dinero para mandarle a mi madre… Esta situación me está matando” dice Hussein mientras muestra una foto de su amigo Eimad el día de su despedida de Graz.
Hussein ya ha tomado la decisión, se vuelve a Irak. Prefiere ayudar a su madre a salir de Mosul que seguir esperando de brazos cruzados. No puede estudiar ni trabajar, tampoco tiene derecho a preguntar cómo va su proceso, en qué punto está. Una incertidumbre que como dicen muchos de ellos, los está matando en vida, acaba con su paciencia, y se convierte en motivo de vuelta al país de origen.