La UE militariza su frontera: drones, cámaras térmicas y una policía cada vez más violenta
Khaled lleva un año probando “el juego”. Era estudiante de Derecho y huyó de Afganistán en 2018 movido por la precariedad económica y el miedo por su propia vida ya que los talibanes tenían cada vez más en su punto de mira a Kabul.
Pero cuando llegó a las puertas de Europa, se dio cuenta de que tenía pocas opciones de ganar este “juego”. Llegar hasta la frontera era relativamente sencillo, lo difícil era cruzarla. Para llegar hasta Alemania, donde viven su tío y su novia, no solo le bastaba con superar obstáculos físicos.
Durante una fría noche de diciembre en el pueblo serbio de Horgoš, cerca de la frontera húngara, donde había pasado un mes ocupando un edificio agrícola abandonado, él y otros seis refugiados que querían solicitar asilo en la UE cenaban juntos. Compartían una barra de pan y una cebolla cruda, con los rostros iluminados por el resplandor del fuego. La noche anterior, habían vuelto a intentar “el juego”, nombre que los migrantes dan a sus intentos de cruzar la frontera. Pero casi inmediatamente la policía fronteriza húngara los había detenido y obligado a regresar a Serbia. Creen que los detectaron al instante gracias al uso de cámaras térmicas y drones de vigilancia, que ya habían visto en anteriores intentos de cruce.
“Pueden vernos en la oscuridad, sólo tienes que caminar y te detectan”, señala Khaled. Asimismo, explica que había visto drones sobrevolando el edificio que ocupan. “A veces los envían a esta zona para monitorear quién está aquí”.
Las nuevas herramientas tecnológicas de la policía europea
Los drones, las cámaras de visión térmica y los dispositivos capaces de detectar los latidos del corazón son algunas de las nuevas herramientas tecnológicas que utiliza cada vez más la policía europea para impedir que los inmigrantes crucen las fronteras, o para hacerlos retroceder cuando lo intentan. La expulsión, a menudo violenta, de los inmigrantes sin darles la oportunidad de solicitar asilo es ilegal según la legislación de la UE, que obliga a las autoridades a tramitar las solicitudes de asilo independientemente de que los inmigrantes posean o no documentos de identificación o hayan entrado legalmente en el país.
“Las rutas para llegar son cada vez más difíciles. En las rutas -de los Balcanes- el control está en manos de estas tecnologías”, afirma Simon Campbell, coordinador sobre el terreno de la Red de Vigilancia de la Violencia en las Fronteras, un grupo de defensa de los derechos de los migrantes en la región.
La militarización de las fronteras europeas no ha dejado de aumentar desde 2015, cuando la afluencia de migrantes alcanzó su punto álgido. El giro populista de los políticos nacionales y el miedo generado en torno a esta cuestión han impulsado el uso de las nuevas tecnologías. La UE ha invertido en la fortificación de sus fronteras. En el presupuesto 2021-2027, ha destinado 34.900 millones de euros a la gestión de las fronteras y la migración. Al mismo tiempo, ha relegado a un segundo plano la creación de pasajes seguros y procesos de asilo justos.
Osman, un refugiado sirio que ahora vive en Serbia, cruzó varias fronteras en el sur de los Balcanes en 2014. “En aquel momento, no vi ningún tipo de tecnología”, dice, “pero ahora hay drones, cámaras térmicas y todo tipo de tecnologías para detectar los intentos de cruce”. Cuando la policía húngara le pilló intentando cruzar la frontera con Serbia antes de que llegara la pandemia el año pasado, se jactó del equipo que utilizaba, incluyendo lo que Osman recuerda como “un enorme dron con una gran cámara”. Dice que le dijeron: “Os estamos vigilando en todos los sitios”.
Más dinero para Frontex
La mejora de la tecnología de vigilancia, tal y como presenciaron Khaled y Osman, ha coincidido con el aumento de la financiación de Frontex, la Agencia de Fronteras y Guardacostas de la UE. Entre 2005 y 2016, el presupuesto de Frontex pasó de 6,3 millones de euros a 238,7, y actualmente asciende a 420,6 millones de euros. La tecnología en las fronteras balcánicas de la UE se ha financiado en gran medida con dinero de la UE, y Frontex ha prestado apoyo operativo.
Entre 2014 y 2017, y con financiación de la UE, Croacia compró 13 dispositivos de imagen térmica por 117.338 euros que pueden detectar personas a más de un kilómetro y vehículos a tres kilómetros de distancia.
En 2019, el Ministerio del Interior croata adquirió cuatro drones de largo alcance eRIS-III por 2,3 millones de euros. Estos identifican personas que se encuentran hasta a diez kilómetros de distancia a la luz del día y a unos tres kilómetros en la oscuridad, vuelan a unos 130 km/h y ascienden a una altitud de 3.500 metros, mientras transmiten datos en tiempo real. Croacia cuenta con cámaras de infrarrojos que pueden detectar a personas a una distancia de hasta 10 km y equipos que captan hasta los latidos del corazón.
Rumanía cuenta ahora con estos mismos dispositivos, además de tener 117 cámaras de termovisión. La primavera pasada incorporó 24 vehículos capaces de percibir imágenes en la oscuridad a su fuerza de seguridad fronteriza. La maquinaria tuvo un coste de más de 13 millones de euros.
La inversión de Hungría en tecnología de gestión de la migración está a salvo del escrutinio público gracias a una enmienda legal de 2017, pero su falta de transparencia y su práctica de hacer retroceder a los migrantes han sido criticadas por otros países de la UE y por el Tribunal de Justicia Europeo, lo que llevó a Frontex a suspender las operaciones del país en enero.
Esto significa que los migrantes ya no pueden aprovechar la oportunidad que suponía la oscuridad para intentar cruzar. Reunidos en torno a una hoguera en Horgoš, Khaled y los otros migrantes deciden intentar cruzar a primera hora de la mañana, cuando creen que las cámaras térmicas son menos eficaces.
Cuanta más autoridad y control, más violencia
Un informe de 2021 elaborado por Red de Vigilancia de la Violencia en las Fronteras afirma que la mejora de las tecnologías de control fronterizo ha provocado un aumento de violencia, ya que la policía de los Balcanes utiliza los nuevos equipos como arma contra los migrantes que se desplazan. Según el informe, la tecnología utilizada para hacer retroceder a los solicitantes de asilo ha “contribuido a fomentar acciones racistas y represivas”.
El informe destaca el caso de un argelino de 18 años que, en 2019, denunció que la policía lo había golpeado y estrangulado con su propia camisa cuando intentaba cruzar por la noche el paso de Bosnia a Croacia. “No puedes cruzar la frontera durante la noche porque cuando la policía te pilla, se ensaña contigo. Te destrozan”, afirma el adolescente, que aseguró en su denuncia haber visto drones de vigilancia.
Ali, de 19 años, un solicitante de asilo iraní que vive en un campamento de migrantes en Belgrado, afirma que los policías de Croacia y Rumanía son violentos y han ignorado sus peticiones de asilo cada vez que ha intentado cruzar. “Cuando nos atrapan, no nos respetan, nos insultan y nos golpean”, dice Ali. “Hemos dicho 'queremos asilo', pero no nos escuchan”.
El sitio web de la red de ayuda a migrantes archiva cientos de denuncias de actos violentos. En febrero del año pasado, ocho agentes fronterizos rumanos golpearon a dos familias iraquíes con porras, administrando descargas eléctricas a dos hombres, uno de los cuales llevaba en brazos a su hijo de 11 meses. Les robaron el dinero y destrozaron sus teléfonos, antes de llevarlos de vuelta a Serbia, con las ventanillas abiertas del furgón policial para que entrara el viento gélido hasta que llegaron a su destino.
“Últimamente ha habido palizas muy, muy fuertes”, dice Campbell. “Desde la primavera de 2018, ha habido un uso excesivo de armas de fuego, golpes con porras, pistolas eléctricas y cuchillos”.
El uso excesivo de tecnología deshumaniza
Frontex ha respondido preguntas sobre esta situación por correo electrónico. Niega cualquier relación entre el aumento de presupuesto y los avances tecnológicos en las fronteras con las acciones violentas de los Balcanes, y atribuye el incremento de denuncias a otros factores, como el crecimiento de la inmigración ilegal y la proliferación de teléfonos móviles que facilitan la grabación de incidentes.
Petra Molnar, directora asociada del Refugee Law Lab, cree que el énfasis excesivo en las tecnologías puede alienar y deshumanizar a los inmigrantes.
“Es tentador intentar abordar problemas realmente complejos de forma sencilla”, dice. “Es mucho más fácil vender un montón de drones o un montón de tecnología automatizada, en lugar de ocuparse de los factores que obligan a la gente a emigrar... o de hacer el proceso más humano”.
A pesar de las tecnologías cada vez más sofisticadas que impiden a los migrantes cruzar las fronteras de la UE, Khaled y los otros habitantes de la casa ocupada consiguieron cruzar las fronteras y entrar en Hungría a finales de diciembre. Khaled vive en un campamento en Alemania y ha iniciado el proceso de solicitud de asilo.
Traducido por Emma Reverter.
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