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De víctimas de trata a activistas contra la explotación sexual: “Siempre me culpé por haber sido raptada”

Melanie Thompson.

Icíar Gutiérrez

Hace diez años, Melanie Thompson volvía a su casa desde el cine cuando fue secuestrada en Nueva York. Tenía 12 años. Asegura que la culpa la persiguió durante mucho tiempo: había estado de fiesta, bebiendo con unos amigos; su madre no había parado de llamarla para que volviera a casa. “Siempre tuve la sensación de que si no hubiera estado con mis amigos, no habría sido raptada”, recuerda en una conversación con eldiario.es.

Estos pensamientos se esfumaron cuando, tiempo después, Thompson tomó conciencia de que había sobrevivido a la trata con fines de explotación sexual.

Tras ser secuestrada, fue encerrada en un armario de una casa abandonada y obligada a prostituirse en la calle y en un club subterráneo. Cuenta que su tratante comenzó a publicitarla en páginas de contactos en Internet. “Fue horrible, porque fui violada muchísimas veces. Tenía mordiscos en el cuello, quemaduras en las piernas, mi tratante intentaba matarme cada vez que trataba de huir”, asegura.

La joven ha participado junto a una decena de activistas de todo el mundo en el congreso 'Avances y retos de futuro en la lucha contra la trata y la explotación sexual de mujeres y niñas', organizado este lunes y este martes en Madrid por la Coalición contra la trata de mujeres (CATW) y la Comisión para la investigación de malos tratos a mujeres.

Un año después de ser secuestrada, la Policía la encontró. Cuenta que fue arrestada bajo una petición de supervisión de su madre –desconocedora de su situación–, destinada a los menores que han tenido un historial de “comportamiento inapropiado”. Según su testimonio, primero la llevaron a un centro de detención de menores. Finalmente pasó a varios centros de acogida. Fue en estos momentos, con 14 años, cuando comenzó su activismo y entró en contacto con organizaciones CATW.

Desde entonces, ha participado en conferencias y estuvo detrás de la aprobación el año pasado de dos leyes, como SESTA y FOSTA, que atribuyen responsabilidades penales a las páginas que publican anuncios de prostitución. El Senado concluyó que uno de los portales más conocidos del país, Backpages –cerrado por las autoridades de EEUU–, era conocedor de que en su web se producía “una cantidad considerable de trata sexual de menores”. Las leyes fueron celebradas como victoria por los grupos contra la trata, aunque también despertaron algunas críticas de mujeres que ejercen la prostitución, que temían que las empujaran “de nuevo” a la calle.

Thompson, que ahora tiene 22 años y se centra en terminar sus estudios universitarios en Trabajo Social, ha encontrado en el activismo su refugio para salir adelante. Asegura que “recayó” en la prostitución varias veces. “Cuando has estado prostituida, nunca te recuperas del todo. Hay que apoya a las supervivientes emocionalmente terapia, darnos trabajo”, defiende. “Para mí, el activismo es terapéutico, porque gracias a él la gente escucha nuestra voz. Nosotras lo hemos vivido, sabemos cómo piensan los tratantes, cómo actúan... Apóyame con terapia, pero, también, dejándome decirte qué es lo que buscamos”.

Para Beatriz Rodríguez, el activismo ha sido también “su medicina”. “Yo todavía estoy en mi duelo, estoy todavía sanándome. No es fácil”, reitera. Era una adolescente de 14 años nacida en el eje cafetero colombiano cuando su madre, relata, la entregó a su tía, que “regentaba un prostíbulo”, según su testimonio. “Cuando perdí mi virginidad, mi madre tomó la decisión de que no había nada que hacer, porque 'perdí lo más preciado y nadie se va a casar conmigo'. Le dijo a mi tía que no valía nada para que me enseñara 'a trabajar y a vivir”, explica. Fue forzada a prostituirse y trasladada al departamento de Caquetá.

Pasaron 22 años hasta que, casi con 40, “logró salir” con tres hijos producto de su situación. En todo este tiempo, Rodríguez sostiene que ha pasado por varias circunstancias. “Primero estuve secuestrada, después en situación de prostitución con proxeneta, coaccionada por la plata... también hubo momentos en los que decidí yo ejercer esa actividad”, esgrime.

“En esa extrema violencia de todo tipo, de violencia sexual, de abuso de todo tipo, de abuso de las drogas, del alcohol como forma de evadirme de lo que estaba viviendo no sé si tuve algún día, algún espacio para analizar mi situación. Es lo que me enseñaron a hacer desde pequeña, era el deber ser, y me lo enseñó mi madre”, subraya.

Cuando echa la vista atrás, le cuesta encontrar cuál fue el punto de inflexión. “No hubo un 'hasta aquí'. Nunca lo tuve”, afirma la activista. Fue, recuerda, poco a poco, con apoyo de la Asociación de Mujeres Productoras de Cárnicos del Caqueta, que ahora lidera. “Fue el trabajo con la organización que me fue sacando de la prostitución. Ese mismo tiempo que le dedicaba ahora lo estaba invirtiendo en cualificación, el estudio o a los talleres”.

El fin del proyecto, explica, es dar una alternativa ecónomica a las mujeres en situación de trata y prostitución para salir adelante, ofreciéndoles formación para fabricar productos cárnicos de todo tipo en la Amazonia colombiana. “Hacemos chorizos, jamones, hamburguesas, costillas ahumadas... También tenemos empresas de transformación de leche, yogures”, agrega Rodríguez con una sonrisa.

Su labor, asegura, no está exenta de riesgos. “Rescatamos a las mujeres, se las quitamos a la banda y a los prostíbulos. Es muy peligroso para nosotros. En nuestro territorio están todos los actores armados del conflicto, hay sobrepoblación de hombres armados con poder y plata, y el botín de esta guerra que ellos libran es el cuerpo de las mujeres, sacarlas de los prostíbulos no es fácil”, asevera.

“Comenzamos sutilmente, a través de la formación en salud sexual, convenciendo a los puteros. Las invitamos cada tantos días, que los proxenetas no las echen en falta y poco a poco…. Los proxenetas las dejan venir a hacer chorizos y yogures, no ven peligro. Primeros les enseñamos, derechos, empoderamiento económico y llegan a la fábrica. Pero no es fácil, pueden pasar años. En ese proceso de acompañamiento, logramos sacar a unas y a otras no”, apunta.

Rodríguez insiste en que el trabajo con estas mujeres es lo que la ha ayudado a recuperarse. “Es mi medicina para reparar este dolor. El trabajo con las otras compañeras me ha servido mucho, cada vez que puedo rescatar a una o acompañarlas, cada vez que logramos la atención de nuestras compañeras... me sirve de paliativo para decirme todos los días que no puedo pararme a llorar, pararme a pensar qué fui o qué no fui. Solo tengo tiempo de seguir”, sentencia.

De entre los más de 24.000 casos de esclavitud moderna documentados en 2016 y analizados por la Oficina contra la Droga y el Delito (UNODC), la explotación sexual sigue siendo el delito más frecuente, con un 59% de las víctimas detectadas. Mujeres y niñas continúan siendo las principales víctimas, con más de un 70% de los casos.

Piden la abolición de la prostitución

Este martes, las activistas y supervivientes de trata presentes en el congreso, entre las que estaban Thompson y Rodríguez, han centrado sus intervenciones ante la prensa en defender rotundamente la abolición de la prostitución, que han vinculado de forma reiterada con el fenómeno de la trata.

“No es un trabajo, ni una industria ni un comercio. Es un uso y abuso del sentir y del cuerpo de las mujeres”, ha dicho Rodríguez. “La prostitución no puede ser un trabajo. No podemos ser iguales si dependemos de ellos siendo un negocio que nos ve como objetos. ¿Cómo puede ser igualdad?”, ha asegurado por su parte Mickey Meji, de Sudáfrica, directora de Embrace Dignity y fundadora de Kwanele, proyectos de lucha contra la trata de mujeres.

ONG de derechos humanos como Amnistía Internacional, partidaria de despenalizar la prostitución, reiteran que esta última y la trata, sin embargo, “no son lo mismo”. Las organizaciones criminales de trata suelen ir asociadas a la prostitución, pero son dos realidades diferenciadas. La prostitución es una actividad alegal en España. La trata está tipificada como delito y puede tener otros fines, como la explotación laboral o la mendicidad.

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