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¡Aguanta Grecia!
Muchas son las críticas que está recibiendo Alexis Tsipras y el gobierno de Syriza en los últimos días tras el acuerdo alcanzado con los acreedores —también llamados Troika, y compuesto por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional. Sin duda las condiciones que se han puesto al préstamo urgente que necesitaba Grecia no se alejan de la austeridad que han caracterizado otros acuerdos previos con este país y que en ese caso firmaron los dos partidos que han llevado al país heleno a esta situación: PASOK y Nueva Democracia. Para muchos, incluso, las condiciones han sido peores que las que lograron estos dos partidos, por lo que se está poniendo en duda desde muchos sectores, tanto a la izquierda como a la derecha de Syriza, la idoneidad de la estrategia seguida por Tsipras e incluso si hay margen para otras políticas que no sean las propugnadas por los acreedores.
Tras la ilusión que generaron los resultados del referéndum del domingo 5 de junio, hay que reconocer que el acuerdo ha supuesto un jarro de agua fría para todos aquellos que pelearon por el “Oxi” y confiaron que la legitimidad de las urnas sirviera para lograr un acuerdo menos lesivo para una ciudadanía que ya ha sufrido unos recortes durísimos en los últimos años y cuya situación, a través de las políticas de austeridad ya probadas desde 2010, está lejos de haber mejorado. Más allá de la lógica desilusión o frustración que pueda sentirse tras ver como se insiste con la misma receta que ya experimentaran otras regiones en los ochenta y noventa —como Asia o América Latina— y conscientes de la herida social que suponen, cabe tratar de analizar la situación con algo de perspectiva para ver en qué se ha avanzado y qué falta para dejar a un lado los lamentos y tratar de seguir dando pasos adelante. Para ello, puede resultar práctico rescatar el modelo de las “3P´s” que se emplea en Ciencia Política y Relaciones Internacionales, y que desagrega la puesta en marcha de una política en tres condiciones que deben cumplirse: (i) el problema, (ii) las alternativas políticas (policy) y (iii) la negociación política (politics).
(i) La austeridad como problema
Insertar una cuestión en la agenda política es un primer paso fundamental, eso es lo que se entiende por el problema, o la primera “P”. Más allá de las críticas que está cosechando el gobierno de Tsipras, incluso dentro de su propio partido, conviene ver también los logros obtenidos en los últimos meses, y en ese sentido un aspecto a valorar es precisamente la inserción del problema de la austeridad en la agenda política. Cabe reconocer la valentía y dignidad con la que el gobierno de Syriza, a diferencia de lo que hicieron PASOK y Nueva Democracia, se plantó ante los acreedores y puso sobre la mesa la necesidad de una reestructuración de la deuda y una revisión de las políticas de austeridad. El referéndum fue una elección entre los partidarios de la austeridad y el gobierno de los mercados que impera actualmente en la UE frente a aquellos que buscan una Europa más democrática y social. Por ello, incluso en la votación celebrada en el día de ayer en el parlamento griego en la que se presentó y aprobó el acuerdo con la Troika, tanto Tsipras como su nuevo Ministro de Finanzas, Tsakalotos, insistieron en que el acuerdo estaba lejos de agradarles: el problema persiste.
(ii) La alternativa es asaltar Bruselas, Estrasburgo y Frankfurt
Otro aspecto clave a la hora de lograr un cambio del status quo es tener alternativas claras y plausibles. Por supuesto, en política la plausibilidad de una medida depende en buena medida de la voluntad política que haya detrás, sin embargo, la claridad y la confianza que generan son elementos que también hay que tener en cuenta a la hora de sopesar la decisión a tomar ya que las finanzas y la inversión se mueven por el clima de confianza que se genera. En el caso de Grecia, a grandes rasgos ha habido dos alternativas: por un lado el famoso “grexit” que suponía una salida del Euro, y por el otro la permanencia y la negociación dentro del marco comunitario. Los partidarios de la primera opción están siendo muy críticos con Tsipras en los últimos días, ya que para estos hubiese sido mejor esa vía que aceptar las condiciones draconianas de los acreedores. Sin embargo, las consecuencias de esa posibilidad siguen generando bastantes dudas en cuanto a su idoneidad económica y social, y en contexto globalizado e interdependiente los costes que puede suponer la salida despiertan más dudas que certezas. Además de la incertidumbre que genera la alternativa representada por la salida del Euro, hay un posicionamiento claro por parte de Syriza de pugnar por otra Unión Europea y la propia ciudadanía griega se decanta más bien por esa opción. Bruselas, Estrasburgo y Frankfurt —ciudades que albergan las principales instituciones comunitarias— no se cambian de la noche a la mañana, pero es la meta a lograr para alcanzar soluciones estructurales y no escuchar los cantos de sirena que ven en la salida del euro una solución en clave nacional.
iii) Grecia sola no basta
La tercera “P” es aquella que se centra en la negociación política y la capacidad que atesora cada actor para aglutinar fuerzas y generar alianzas en torno a él. Esta dimensión es fundamental a la hora de comprender el acuerdo final. Nuevamente, no ha dejado de haber críticos que en los últimos días señalan la incapacidad de Tsipras para granjearse aliados ante el pulso que estaba plateándole a Merkel y los acreedores. Sin embargo, en respuesta a estas críticas cabe remitirse a la entrevista que ha salido en los últimos días a Varoufakis, Ministro de Finanzas griego en los primeros meses de gobierno y hoy uno de los opositores al acuerdo. Al ser preguntado por la posible colaboración con otros países endeudados, Varoufakis afirma que desde el principio estos países se mostraron como sus “peores enemigos”, ya que sus propios ciudadanos les podrían haber reprochado no haberse opuesto a esas medidas y haberles dejado en mal lugar.
Asimismo, sobre la posibilidad de que la socialdemocracia francesa liderada por Hollande planteara una oposición a los planteamientos neoliberales que se imponen desde Alemania, el ya ex Ministro de Finanzas afirma que, en cuanto hacían un tímido amago por salirse de ese marco, siempre terminaban por retrotraerse a la posición alemana marcada por Schauble, el homólogo de Varoufakis y “poli malo” de Merkel en estas negociaciones. Parece claro pues que no se puede reprochar a Grecia el no haber logrado alianzas, sino que no ha habido otros gobiernos dispuestos a tenderle la mano y trabajar por un escenario más favorable para los griegos, más bien todo lo contrario. El acuerdo alcanzado y las condiciones tan severas que se han impuesto reflejan la dureza con la que se pretende acabar con cualquier opción alternativa en el seno de la Unión Europea.
Syriza representa un serio desafío para muchos gobiernos europeos porque, lejos de las posiciones euroescépticas de la extrema derecha o la extrema izquierda que irrumpen en distintos países europeos, este partido pretende pugnar dentro del marco de la Unión Europea y acabar con el neoliberalismo que ha cristalizado en sus instituciones, con el objetivo puesto en que Europa vuelva a ser sinónimo de democracia, derechos y justicia social. Ningún país ni gobierno por sí solo puede lograrlo, por lo que lejos de reprochar al gobierno de Syriza lo que podría haber hecho, hay que valorar lo que han logrado —que ya es mucho más de lo que han hecho otros países con problemas de deuda como España o con gobiernos socialdemócratas—, y mirarse más el ombligo para ver la raíz del problema. Es preciso cambiar la correlación de fuerzas que hoy por hoy domina en la Unión Europea. A Syriza le quedan tres años de gobierno para que el panorama en el resto de Europa cambie y junto con otros gobiernos afines consigan ir alterando el tablero dominado en la actualidad por los mercados y la tecnocracia.
Se dice y repite que el cambio sólo llegará si se apuesta por él desde todas partes. Grecia ya ha dado un paso desde haces meses y necesita que en otros países nos sumemos a ese cambio. Otra Europa es posible y poco a poco vamos a por ella. ¡Aguanta Grecia!
Muchas son las críticas que está recibiendo Alexis Tsipras y el gobierno de Syriza en los últimos días tras el acuerdo alcanzado con los acreedores —también llamados Troika, y compuesto por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional. Sin duda las condiciones que se han puesto al préstamo urgente que necesitaba Grecia no se alejan de la austeridad que han caracterizado otros acuerdos previos con este país y que en ese caso firmaron los dos partidos que han llevado al país heleno a esta situación: PASOK y Nueva Democracia. Para muchos, incluso, las condiciones han sido peores que las que lograron estos dos partidos, por lo que se está poniendo en duda desde muchos sectores, tanto a la izquierda como a la derecha de Syriza, la idoneidad de la estrategia seguida por Tsipras e incluso si hay margen para otras políticas que no sean las propugnadas por los acreedores.
Tras la ilusión que generaron los resultados del referéndum del domingo 5 de junio, hay que reconocer que el acuerdo ha supuesto un jarro de agua fría para todos aquellos que pelearon por el “Oxi” y confiaron que la legitimidad de las urnas sirviera para lograr un acuerdo menos lesivo para una ciudadanía que ya ha sufrido unos recortes durísimos en los últimos años y cuya situación, a través de las políticas de austeridad ya probadas desde 2010, está lejos de haber mejorado. Más allá de la lógica desilusión o frustración que pueda sentirse tras ver como se insiste con la misma receta que ya experimentaran otras regiones en los ochenta y noventa —como Asia o América Latina— y conscientes de la herida social que suponen, cabe tratar de analizar la situación con algo de perspectiva para ver en qué se ha avanzado y qué falta para dejar a un lado los lamentos y tratar de seguir dando pasos adelante. Para ello, puede resultar práctico rescatar el modelo de las “3P´s” que se emplea en Ciencia Política y Relaciones Internacionales, y que desagrega la puesta en marcha de una política en tres condiciones que deben cumplirse: (i) el problema, (ii) las alternativas políticas (policy) y (iii) la negociación política (politics).