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El PSOE olvida, nosotros recordamos

12 de marzo de 2.009, una manifestación de universitarios inunda la calle Atocha al grito de “Ni LOU ni Bolonia, ni precariedad, fuera las empresas de la Universidad”. Cuando la cabecera encara la calle Alcalá, tienen claro que no quieren acabar la protesta en el Ministerio de Educación, como refleja la autorización. Su propósito es recorrer la calle hasta alcanzar el Ministerio de Ciencia e Innovación, sobre el cual recae la competencia de Universidades y al que culpan de estar aplicando la mayor reforma universitaria de la historia (el llamado Plan Bolonia) sin el más mínimo debate o diálogo con la comunidad universitaria. 

 

A pesar de los intentos, y tras unos minutos de tensión con la policía, que bloquea el paso a modo de muro, la manifestación decide disolverse pacíficamente y la gente se dispersa en dirección a Sol. Sin embargo, a la altura de Preciados, un grupo de personas que aún sigue gritando consignas, pone en tensión a los antidisturbios que empiezan a cargar sin mediar palabra. En cuestión de segundos, el rifirrafe desemboca en disturbios en mitad de la Gran Vía que se zanjan con una tremenda represión y con tres estudiantes detenidos e innumerables identificados.

 

Los que presenciamos aquella escena de represión policial, similares a otras que se sucedieron a lo largo de las movilizaciones estudiantiles de aquellos años, no olvidamos que el PSOE aplicó el Plan Bolonia a golpe de porra. Literalmente. Y es que este detalle resulta muy revelador de lo que fue la praxis política de los socialistas en su segunda legislatura. No solo porque recurrir una y otra vez a la fuerza en las protestas demostraba, en última instancia, que estaban dispuestos a aplicar sus políticas costase lo que costase sin importar las consecuencias, sino porque llegar hasta ese punto significaba que el PSOE había renunciado a toda forma de diálogo, consciente de que la inmensa mayoría social, reorganizada a raíz del 15M, jamás habría aceptado ninguna de las medidas y recortes que tenía que poner sobre la mesa. 

 

 

El PSOE no entendió que el diálogo y el consenso, son la base fundamental para construir un sistema democrático saludable que proteja, ante todo, los derechos que los de Pedro Sánchez decidieron recortar. Por eso dijimos que sus políticas atendían más bien a presiones desde arriba para salvaguardar los intereses y privilegios de las élites a costa de la mayoría social. No ha sido una crisis, ha sido una estafa, recordémoslo bien, y el Partido Socialista ha sido coartífice junto al PP.

 

Pero decisiones arriesgadas conllevan un elevado coste, y tras un largo periplo político, el PSOE ha cosechado una de las cuotas más bajas de representación perdiendo en el camino seis elecciones: las municipales y autonómicas de 2011 y 2015, las generales de 2011 y las europeas de 2014. Por eso resulta sorprendente ver cómo vuelven columpiándose esta vez del discurso de otros y ofreciendo un catálogo de caras nuevas con la intención de hacerle olvidar a la gente todas sus tropelías. Es aterrador el ejercicio de amnesia colectiva que está practicando el PSOE hasta el punto de escuchar el tono de indignación con el que se expresan sus portavoces y parecerte que no son responsables de ninguno de los problemas que adolecemos. Es vergonzoso cómo un partido instaurado en el olvido pretende llevar de nuevo a flote a todo un país al que hundió.

 

Huelga decir toda una serie de perogrulladas que se han repetido hasta la saciedad sobre cómo han afectado los recortes del PSOE, pero los vamos a recordar una vez más. Y los recordamos, porque los socialistas ahora fingen no tener pasado y engañan a la gente con propuestas que no cumplirán. Las recordamos, porque frente a su olvido, confrontamos nuestra memoria, la memoria de los que dejaron la universidad porque no entraba dinero en casa, la memoria de los jóvenes que se vieron forzados a dejar su país y a sus familia y a los que encima pusieron trabas para votar, la memoria de los trabajadores a los que les obligaron a jubilarse a los 67 años, la memoria de los mayores a los que después de toda una vida doblando la espalda para sacar adelante este país les quitaron dinero de sus pensiones, la memoria del que echaron del hogar por no poder pagarlo, la memoria de la que no pudo poner la calefacción mientras Felipe González se sentaba en el consejo de administración de Gas Natural, la memoria de los jóvenes precarios que con 30 años y gracias a la reforma laboral vive a base de contratos temporales y precarios que le impiden independizarse.

 

Por todos ellos, por esos que no olvidan todo lo que han perdido a lo largo de estos últimos años. Por aquellos a los que les han arrebatado sus casas, sus ilusiones, sus trabajos y su dignidad. Por aquellos a los que les han arrancado las raíces y les han obligado a hacer las maletas para buscar esa oportunidad laboral que aquí le es negada. Por los que tienen memoria, porque son ellos los que construyen la democracia día a día, a base de recordar, a base de luchar, ya que los que olvidan, están condenados a repetir sus errores. Por todos los que no queremos ni hemos podido olvidar, hoy pedimos que el PSOE no vuelva.

12 de marzo de 2.009, una manifestación de universitarios inunda la calle Atocha al grito de “Ni LOU ni Bolonia, ni precariedad, fuera las empresas de la Universidad”. Cuando la cabecera encara la calle Alcalá, tienen claro que no quieren acabar la protesta en el Ministerio de Educación, como refleja la autorización. Su propósito es recorrer la calle hasta alcanzar el Ministerio de Ciencia e Innovación, sobre el cual recae la competencia de Universidades y al que culpan de estar aplicando la mayor reforma universitaria de la historia (el llamado Plan Bolonia) sin el más mínimo debate o diálogo con la comunidad universitaria.