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No hay que irse muy lejos para ver cómo se incumplen los Derechos Humanos

Víctor Nogueira | Beatriz Ortiz,

Participante en los servicios de la Asociación Realidades | Directora de Comunicación de la Asociación Realidades. @RealidadesONG —

Las personas que estamos sin hogar también tenemos dignidad, somos visibles (aunque hay quien no quiera mirarnos y, menos aún, vernos), queremos oportunidades para mejorar nuestra vida. Y sí, las personas sin hogar tenemos derechos (los mismos que cualquier otro/a ciudadano/a) unos derechos que constantemente se ven vulnerados. Hablamos de una vulneración de los DERECHOS HUMANOS, así en mayúsculas, de desigualdad y de injusticia.

No podemos seguir hablando sólo en términos de exclusión social, tenemos que hablar de vulneración de Derechos Humanos para incluir la dimensión jurídica del asunto. En el Estado Español hay 1,5 millones de personas sin hogar (según el informe de la Fundación Foessa) y no se actúa sobre las causas estructurales que llevan a tantas a personas a vivir una de las expresiones más duras de la exclusión social.

¿Qué queremos decir cuando hablamos de personas que están “sin hogar”? La ausencia de hogar se entiende como ausencia de recursos materiales, de un techo, pero un hogar es mucho más que eso. Cuando una persona se queda sin hogar no sólo se ve privada de los recursos materiales fundamentales para vivir dignamente, en muchas ocasiones ha perdido su red de apoyos personales y ve cómo queda limitado el ejercicio de su ciudadanía y, en consecuencia, el disfrute pleno de sus derechos.

Remarcamos que sin hogar se ESTÁ pero no SE ES. El sinhogarismo es una situación transitoria en la vida de una persona. Vivir una situación de exclusión social no es algo innato a las persona, por este motivo pedimos que se dejen de utilizar todas las palabras que tradicionalmente se usan para designarnos, que nos estigmatizan, que no dan una imagen dignificadora y que nos alejan aún más de una sociedad que de por sí nos excluye.

Cambiemos el lenguaje para transformar la realidad. Cuando hablamos de “asistir” a las personas “usuarias” de un recurso estamos marcando que son sujetos pasivos, que sólo reciben, que no interactúan. Somos personas como cualquier otra, con nuestras capacidades y nuestros defectos, personas que decidimos comenzar un proceso para recuperar nuestra identidad y autonomía, en definitiva mejorar nuestra situación, con el valioso e inestimable acompañamiento de profesionales. Pero también somos, también podemos participar, también tenemos voz y opinión.

Leilani Farha, la Relatora Especial de Naciones Unidas sobre el derecho a una vivienda adecuada, declaraba hace poco que “las personas sin hogar han comenzado a reafirmar su identidad mediante reclamaciones de derechos humanos por conducto de los movimientos sociales y las acciones legales”. Esperamos que esto sea un síntoma de cambio y de que las personas que vivimos o hemos vivido el sinhogarismo no tengamos miedo a mirarnos a nosotras mismas y a reclamar que se cumplan nuestros derechos.

Las personas que estamos sin hogar también tenemos dignidad, somos visibles (aunque hay quien no quiera mirarnos y, menos aún, vernos), queremos oportunidades para mejorar nuestra vida. Y sí, las personas sin hogar tenemos derechos (los mismos que cualquier otro/a ciudadano/a) unos derechos que constantemente se ven vulnerados. Hablamos de una vulneración de los DERECHOS HUMANOS, así en mayúsculas, de desigualdad y de injusticia.

No podemos seguir hablando sólo en términos de exclusión social, tenemos que hablar de vulneración de Derechos Humanos para incluir la dimensión jurídica del asunto. En el Estado Español hay 1,5 millones de personas sin hogar (según el informe de la Fundación Foessa) y no se actúa sobre las causas estructurales que llevan a tantas a personas a vivir una de las expresiones más duras de la exclusión social.