Alemania compra con 40.000 millones su salida del carbón
En dos años está previsto que Alemania cierre todas sus centrales nucleares. A esa decisión, tomada en 2011 y bajo el shock global causado por el accidente nuclear en Fukushima, se suma la reciente aprobación a cargo de los responsables políticos e industriales germanos de un plan para acabar con el uso del carbón como fuente de energía.
Bajo la canciller conservadora Angela Merkel, Alemania va convertirse en el primer país que abandona la energía nuclear y la que proviene del carbón. En Alemania, al carbón le llegará “el final, a más tardar, en 2038”, según los términos del ministro de Hacienda, el socialdemócrata Olaf Scholz. Su ministerio es uno de los más implicados en este apagón, al que sólo le falta adoptar la forma de una nueva ley aprobada en el Bundestag.
El ministerio de Scholz, también vicecanciller germano, ha sido clave a la hora de idear cómo organizar económicamente el parón de la industria del carbón. Sobre todo el estado federal alemán, aunque también los Länder afectados por la salida del carbón – Renania del Norte-Westfallia, Sajonia, Sajonia-Anhalt y Brandeburgo – tendrán que rascarse el bolsillo considerablemente. Se habla de un coste estimado de 40.000 millones de euros para un proceso de durará casi dos décadas.
Alemania cuenta con unos 60.000 empleados en el sector del carbón, un recurso que se identifica con un 35% de la energía eléctrica producida en el país, de acuerdo con datos recogidos por el portal alemán Statista. Según ha trascendido en la prensa estos días, para 40.000 de ellos se destinarán hasta 5.000 millones de euros en concepto de “ajuste” al escenario que plantea un futuro energético sin uso de carbón. Así, la región minera de Lusacia, en el sureste alemán, situada en la frontera con Polonia y donde la ciudad de Cottbus es el mayor referente urbano, está previsto se transforme en un nuevo polo sanitario del país a través de una clínica universitaria.
Las empresas que actualmente explotan el carbón en Alemania, mayormente el consorcio energético alemán RWE, el grupo checo Eph y las también firmas teutonas Uniper y Leag serán indemnizadas por una cantidad que rondará los 4.800 millones de euros, según las cuentas presentadas hasta ahora. RWE, polémico por su explotación en el bosque de Hambach(oeste germano), terminará recibiendo más de la mitad de esas indemnizaciones. A saber, hasta 2.600 millones de euros. Leag, por su parte, se quedará con unos 1.750 millones de euros.
Para el sector más conservador de la opinión pública germana, los planes de la salida del carbón han generado interrogantes. En diarios como el Frankfurter Allgemeine Zeitung, uno de los bastiones del consenso ordoliberal teutón, consideran “caro” los 40.000 millones de euros de gastos previstos para las próximas dos décadas. “El pacto de la sinrazón”, llegó a llamarse en un editorial de ese diario al acuerdo alcanzado por autoridades y empresas del sector.
Los responsables del Gobierno de Merkel, sin embargo, han hablado de un “éxito histórico” para referirse al plan de salida del carbón. Ésta se enmarca en una política medioambiental que incluye una ley de protección climática recientemente aprobada en el Bundestag. Ese texto lleva incluido un “paquete climático” que incluye “ayudas estructurales para regiones más débiles económicamente, una aceleración de los cambios estructurales y el mayor desarrollo de redes y líneas eléctricas”, explica a eldiario.es Michael Burda, profesor de economía en la Universidad Humboldt de Berlín. Ese paquete está valorado en otros 55.000 millones de euros.
Un plan “inaceptable” para el ecologismo
Pero ni la salida del carbón ni esa ley de protección climática satisfacen la sensación de urgencia medioambiental que ha dado lugar a movilizaciones como la de Fridays for Future. También abundan los expertos citados en los medios alemanes que cuestionan los tiempos que se han dado para dejar el carbón el Gobierno federal, los cuatro Länder afectados y las empresas concernidas.
Barbara Praetorius, que ha trabajado desde 2018 y durante un año en la comisión nacional sobre la salida del carbón, ha llegado a calificar el actual plan, junto a otros miembros de ese grupo de trabajo, de “locura”. En la misma línea se han manifestado organizaciones y activistas movilizados en contra del calentamiento global.
Para Kai Niebert, presidente de la Liga Alemana para la Conservación de la Naturaleza (DNR), la salida planteada por Merkel, Scholz y compañía es “inaceptable en términos de política climática”.
Al plan se le considera, entre otras cosas, lento. Los expertos de la comisión nacional planteaban que se dieran los primeros grandes pasos de salida del carbón en 2025. Sin embargo, según lo previsto, una de las primeras centrales energéticas todavía en funcionamiento como la de Jänschwalde (este germano), en Brandeburgo, tendrá 2028 como último año de actividad. Otras, como la de Lippendorf (este germano), en Sajonia, dejarán de funcionar en 2035.
En el plan hay previstos millones de euros para los sindicatos, para la transformación de las regiones, pero el impacto en el clima es limitado. La salida del carbón es una salida escalonada, algo que no respeta el consenso de la comisión nacional en detrimento de la protección medioambiental pero que ha quedado impuesto por el Gobierno de Merkel“, dice a eldiario.es Karsten Smid, experto en cuestiones energéticas de Greenpeace Alemania.
En organizaciones como la suya hay un enfado manifiesto, también porque el plan previsto incluye la apertura de un nuevo segmento en la central energética de carbón de Uniper en Datteln (oeste germano).
Aún así, hay quienes todavía ven a Alemania, aunque se critique esta salida del carbón por hacerse lenta, tarde y mal, como un país “pionero”. El término “pionero” se leía en un reciente editorial del diario muniqués Süddeutsche Zeitung. Pero en él se hacía hincapié en otros cambios que aún deben llegar.
La salida del carbón debe llevar a que se levanten restricciones en materia de energía solar y eólica“, se leía en dicho artículo del periódico de la capital bávara. Resulta lógico pensar que cerrar centrales nucleares y explotaciones de carbón ha de implicar, sí o sí, potenciar las energías renovables. Esto, incluso en Alemania, donde un buen 40% de la electricidad consumida ya procede de energías limpias.
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