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130 años de la UGT: nació en Barcelona, con trabajadores de oficios urbanos y el ideal de la jornada de 8 horas

Trabajadores de la Exposición Universal de Barcelona de 1888.

Laura Olías

“Que las horas de trabajo sean 10 y sin interrupción, y no, como antes, 18 y 19”. Principios de agosto de 1888, el periódico El Socialista se hace eco las reivindicaciones de los conductores de tranvías del interior y exterior de Valencia. Los trabajadores han ido a la huelga, pero finalmente la concluyen sin éxito. “Por lo visto, para esos miserables lacayos lo justo es que trabajen 18 o 20 horas, ya no que no todas las del día, los que perciben un salario que ni para comer alcanza”, recoge la publicación semanal. Son los días previos a la creación del primer sindicato de ámbito nacional en España, la Unión General de Trabajadores (UGT), que congregó en Barcelona a los representantes de oficios locales de varios puntos del país, sobre todo urbanos, con el objetivo de unir fuerzas para mejorar sus condiciones laborales.

Este domingo, 12 de agosto, se cumplen 130 años de ese congreso fundacional de la UGT. Desde que el histórico tipógrafo socialista Pablo Iglesias Posse y un reducido número de sindicalistas acordaron en verano de 1888 darle el nombre de “la Unión General de Trabajadores de España, que se suele olvidar el 'de España”, precisa el catedrático de Ciencia Política Santiago Castillo Alonso, profesor de la Universidad Complutense de Madrid.

Entre los presentes en ese congreso inicial no había mujeres, explica Castillo, que coordinó el primer volumen de la serie de libros Historia de la UGT, que estudia el periodo entre 1873 y 1914. “Pero en los primeros años sí había afiliadas. Se tardó unos ocho años en que hubiera movimientos para crear asociaciones de mujeres en el sindicato. Había pocas, aunque dependiendo de los casos. En Santander, por ejemplo, el sindicato más fuerte con más de 200 afiliadas era el de descargadoras del muelle. Y eran descargadoras, no descargadores”, cuenta el catedrático.

La cita era anunciada como “el Congreso Nacional Obrero” y la llamada emplazaba a la unión de fuerzas frente al poder del patrón, a la creación de un bloque común formado por varias agrupaciones obreras locales, distribuidas por oficios (albañiles, hiladores, tejedores, curtidores, cerrajeros, vidrieros...). “Para formular una constitución del trabajo frente a la Constitución de la holganza, y constituir un poder productor frente al poder burgués parasitario”, comunicaba en junio la Comisión Ejecutiva del Congreso en los preparativos del acto, según recogen los archivos de la Fundación Pablo Iglesias.

Detrás de esta primera central sindical nacional imperan las ideas socialistas, impulsadas por personajes como Pablo Iglesias, así como el también tipógrafo Antonio García Quejido, que llegó a ser el primer presidente de la UGT. “Aunque en su origen la UGT no se declara marxista. No puede ser un sindicato ideológico y, de hecho, se dice que se admiten todas las ideologías, pero se prohíbe discutir sobre ellas”, añade Santiago Castillo.

Frente al anarquismo, con bastante presencia en las luchas obreras de la época, el socialismo opta por formar parte del poder político para negociar las condiciones laborales. “Lo que dicen es: tendremos que asaltar el poder cuando podamos, pero mientras hay que luchar por las mejores de la clase trabajadora”, prosigue el también presidente de la Asociación de Historia Social. Tan solo unos días después de la fundación de la UGT se celebra el primer Congreso del PSOE, también en Barcelona, entre el 23 y 25 de agosto. 

Barcelona, cuna de la UGT

El lugar de encuentro, entre el 12 y 14 de agosto de 1888, se fijó en Barcelona, en el número 29 de la calle Tallers. La ciudad, escaparate de la Exposición Universal de Barcelona de ese año, había congregado a un gran número de trabajadores. La elección de Barcelona para el Congreso Nacional Obrero encuentra también explicación en la fuerza de las agrupaciones sindicales catalanas, que sumaban más de la mitad de las sociedades congregadas en el acto, y la región también destacaba por una mayor cantidad de afiliados. En esos momentos, su número era reducido. En total, “4.668 afiliados al inicio del Congreso y 5.154 al finalizar”, explica Santiago Castillo.

Además, hay un municipio cuyos trabajadores –con un Centro Obrero de gran relevancia– impulsan especialmente el Congreso Nacional: Mataró, a algo más de 30 kilómetros de Barcelona. Un año antes, el Centro Obrero de esta ciudad “lanzó la idea de constituir una central sindical” a nivel nacional, informa la Fundación Pablo Iglesias, que recoge la petición expresa del colectivo al Centro de Clases de Barcelona:

"(...) Considerando que se acerca el día en que carezcamos de un pedazo de pan para alimentar a nuestras esposas y a nuestros hijos; considerando que por nuestra parte estamos obligados a prevenir en lo posible los desastrosos efectos de la necesidad, antes que el mal sea incurable y las consecuencias fatales y, considerando que, según nuestro modo de ver, la crisis obrera tiende a aumentar en lugar de disminuir, este Centro, en reunión del día 4 del actual, acordó por unanimidad haceros presente que urge el que las clases obreras tomen una resolución pronta y enérgica, puesto que nosotros creemos que con la celebración de un Congreso nacional de todas las clases trabajadoras podría, encontrarse un medio conducente a remediar nuestro mal, este Centro os delega para que, si lo creéis conveniente, toméis la iniciativa para la celebración de dicho Congreso. Esperando vuestra resolución, este Centro os desea salud y revolución social.

Mataró, 12 de agosto de 1887"

La recién fundada UGT se organiza con secciones de oficio a nivel local y por Federaciones a nivel nacional. “Aunque la única federación nacional en ese momento es la de Tipógrafos, a la que pertenece Pablo Iglesias, y que es la espina dorsal de la UGT”, explica Santiago Castillo. Del total de 4.668 afiliados iniciales, 1.391 correspondían a la Federación Tipográfica Española. Los tipógrafos, recuerda Castillo, “estaban afincados en los núcleos urbanos y eran una élite de trabajadores, que no solo sabían leer y escribir, sino que componían textos”. 

En lo que respecta a su composición profesional, Henrzke Fesefeldt destaca en su estudio de los primeros años del sindicato que predominaban “claramente los trabajadores de las artes y oficios urbanos, cuya proporción aumentó sobre todo a partir de 1900, debido a la masiva incorporación a la Unión de los obreros madrileños”. Es lo que el autor denomina como “fase artesanal”, en la que las sociedades de oficio reunían a obreros que contaban algo de cualificación, trabajadores de pequeños y medianos talleres urbanos.

Estas características, explica Fesefeldt, permitía a los obreros disponer de “una relativa capacidad negociadora ante sus patronos, pequeños empresarios sin grandes reservas de capital que no podían arriesgarse a sufrir largos conflictos laborales”.

8 horas de trabajo y el salario mínimo

Entre los objetivos de la central sindical en sus primeros pasos, fijados en sus estatutos, figuran ampliar su base de afiliados y aumentar el número de sociedades y federaciones. Como mostraba el conflicto de los conductores de tranvía de Valencia, las largas jornadas y escasos salarios caracterizan el día a día de los obreros en la época, por lo que entre las reivindicaciones fundamentales de la UGT se impone el ideal de las jornadas de 8 horas.

España no es una excepción. Las 8 horas de trabajo forman parte de una demanda internacional, que cobra fuerza en 1889 con la II Internacional de París –a la que asiste Pablo Iglesias– y en el primer 1º de Mayo que se celebra en España, en 1990. “La gran reivindicación son los tres ochos”, explica Santiago Castillo: 8 horas de trabajo, 8 horas de descanso y 8 horas de ocio. En España, esta reivindicación llegó a plasmarse en una norma por primera vez en 1919, tras la gran huelga de La Canadiense en Barcelona, dirigida por la CNT, que consiguió el denominado “decreto de la jornada de 8 horas” firmado por el conde de Romanones.

La UGT reivindicaba en sus primeros estatutos el establecimiento de un salario mínimo y que se igualasen las retribuciones salariales entre hombres y mujeres, entre otras cuestiones. El instrumento elemental para llegar a estos fines y la resolución de los conflictos es la huelga, “pero con prudencia”, precisa Castillo, lo que en ese momento se denominó “huelga bien organizada”. Además, optan por recabar “de los poderes públicos cuantas leyes favorezcan las intereses del trabajo”, recuerda UGT. 

Este domingo, la UGT celebra su aniversario para reivindicar su pasado y homenajear a las personas que lucharon por que los derechos laborales como las jornadas de 8 horas no fueran solo un ideal inalcanzable. También para pelear por su sitio como agente social, tras una crisis económica y política que ha cuestionado la labor de los sindicatos. Hay mucho por hacer aún: derechos no conseguidos, como la igualdad salarial entre hombres y mujeres, combatir la precariedad actual y afrontar el impacto tecnológico en el futuro del trabajo.

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