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Aeropuerto de Alicante-Elche: 628 millones de euros y dos terminales cerradas

El actual aeropuerto de Alicante está situado en los mismos terrenos que en 1919 utilizaban los aviadores de las líneas aéreas Letécoère en sus vuelos para transportar correo entre Toulouse y Casablanca, empleándolo como escala para el repostaje de los aviones y descanso de los pilotos, una situación que se alargó hasta el estallido de la Guerra Civil Española.

La aviación militar no usó los terrenos de la aerolínea francesa, sino que construyó unas nuevas instalaciones en La Rabasa, a cinco kilómetros de la ciudad de Alicante, que al finalizar el conflicto se convirtió en un aeropuerto de uso conjunto civil y militar. Sin embargo, a partir de los años 60 y por sus dimensiones, se evidenció que no era el aeropuerto del futuro para la zona, sobre todo a partir del primer boom turístico de la Costa Blanca.

Así, en el “plan de aeropuertos 1964-1967” del Ministerio del Aire se contempló la construcción de un nuevo aeropuerto, para el que se volvieron a poner los ojos en los terrenos usados por los primeros aviones-correo: El Altet, que recibió el primer vuelo de su nueva etapa el 4 de mayo de 1967, con el aterrizaje de un Convair de la compañía Aviaco que cubría la ruta Madrid-Alicante-Barcelona-Alicante-Madrid, seguido del primer desplazamiento chárter de la compañía Britannia, desde el aeropuerto de Luton, primera muestra de una larga relación, ya que actualmente los vuelos desde y hacia Gran Bretaña suponen más de la mitad del tráfico de pasajeros en esta instalación.

En sus primeros días el número de viajeros que usaron el aeropuerto creció exponencialmente porque hasta entonces todos los vuelos procedentes del extranjero con destino a la Costa Blanca utilizaban el aeropuerto de Valencia-Manises. El crecimiento fue tal que en 1972 se acabó construyendo, antes de lo previsto, una nueva terminal de pasajeros dedicada principalmente a los vuelos no regulares. Era un edificio modular idéntico al de otros importantes aeropuertos turísticos españoles como Palma de Mallorca, Girona o Málaga.

Las instalaciones fueron mejorándose con el tiempo, hasta que en 1996 se estrenó una moderna torre de control (que hubo de ser posteriormente reforzada) y de cara al pasaje se amplió y remodeló de modo integral la terminal de pasajeros, incluyéndose pasarelas de acceso directo a los aviones, ampliación de aparcamiento de vehículos y aeronaves, nuevos espacios comerciales y un nuevo edificio segregado para uso técnico. Esas instalaciones asumieron el tráfico regular y turístico que en 2003 alcanzó los 8,1 millones de pasajeros, convirtiendo a Alicante en uno de los aeropuertos más importantes de la península.

En 2004 se inició la construcción de una nueva terminal para asumir con más holgura el crecimiento previsto en el aeropuerto, que llegó a un máximo de 9,1 millones de pasajeros en 2008 (cifra que podía haber asumido perfectamente la terminal de 1996) y desde entonces ha vuelto a descender.

A pesar de ello, en 2006 se empezó a construir un nuevo edificio: una ambiciosa obra llamada NAT, Nueva Área Terminal, capaz de atender a 20 millones de pasajeros al año (2012 se cerró con 8,8) un proyecto en el que se han invertido 628 millones de euros y que fue inaugurado por José Blanco el 23 de marzo de 2011.

El nuevo edificio multiplicó por seis la superficie disponible en las terminales existentes hasta el momento (T1 y T2), edificios que en lugar de tener un uso alternativo, desde entonces están cerradas a cal y canto, llegándose a pensar en convertir una de ellas en un centro comercial de saldos (outlet), un proyecto que por el momento no ha pasado de ser noticia en la prensa local. El nuevo aeropuerto dispone de 98 mostradores de facturación, 26 puertas de embarque y 15 cintas de recogida de equipajes; tiene unas dimensiones colosales, con techos altísimos y 333.000 metros cuadrados en los que hay 12 puntos de restauración, que ocupan más de 3.000m2 y 19 tiendas, con unos 2500m2. En este último espacio se da el caso de que una vez superados los controles de seguridad el pasajero, en lugar de acceder directamente a la zona de embarque, es desviado obligatoriamente por un pasillo rodeado de todos los productos de la megatienda de World Duty Free Group, la antigua Aldeasa (empresa actualmente presidida por un antiguo Ministro de Fomento: Rafael Arias-Salgado), alargando el camino, se quiera o no, hasta las puertas de acceso a los vuelos.

Durante sus primeros meses de funcionamiento, buena parte de las instalaciones de la nueva terminal estaban literalmente forradas de carteles publicitarios de la CAM, la quebrada e intervenida Caja de Ahorros del Mediterráneo, incluidas las pasarelas de embarque que Ryanair, principal transportista de este aeropuerto. La aerolínea irlandesa se negó a usarla si no se bajaban las tarifas, amenazando con irse de Alicante, su medida de presión habitual en casi cualquier aeropuerto cuando las cosas no funcionan a su gusto.

En julio de este año, Alicante ha tenido el mejor mes de su historia, recibiendo cerca de 1,2 millones de pasajeros, un incremento debido a la apuesta de algunas compañías nórdicas por el destino, aunque a pesar de ello, los pasajeros que circulan por las nuevas instalaciones por primera vez quedan boquiabiertos ante techos altos, espacios inmensos y zonas despobladas de una terminal obra de Bruce Fairbanks, autor también del nuevo aeropuerto de Málaga y las torres de control de Santiago, Barcelona o Madrid. La que une Alicante con este último aeropuerto ha pasado de ser la tercera linea más importante en cuanto a número de pasajeros a caer hasta el puesto 12º, ya que el AVE Puerta de Atocha-Alicante, (infraestructura ferroviaria construida paralelamente a esta mega terminal, por unos 1.900 millones de euros), ha hundido la demanda, tal como pasó con Valencia o Málaga en su momento.

Por otro lado, desde el pasado 12 de julio y tras una intensa campaña de presión política por parte del ayuntamiento de Elche, el aeropuerto pasó a llamarse oficialmente Alicante-Elche, aunque en este caso Aena no ha querido poner ni un euro más a esa petición unilateral de la alcaldesa Mercedes Alonso García (PP). Esta argumentaba que la aparición del nombre de su ciudad en el nombre de la instalación sería un revulsivo para Elche. Así, se acordó que los más de 50.000 euros en que se ha estimado la modificación del nombre en los diferentes soportes del aeropuerto (una cifra pequeña en comparación con los 628 millones de inversión para la nueva área terminal) fuesen asumidos por el consistorio, aunque este, a su vez, ha enviado una carta a los empresarios locales en forma de ‘cepillo’ para que aporten esa suma, una iniciativa puramente política con un retorno muy cuestionable, que no ha sido muy bien recibida en estos momentos.