En el corto plazo, de poco sirve contar con un gran colchón económico si no se llega a utilizar por la prudencia que irremediablemente surge ante las nuevas incertidumbres. Y peor será si acaba agotándose por el mordisco de la inflación. Los cerca de 80.000 millones de euros de exceso de ahorro acumulado por las familias durante la pandemia, según datos a cierre de 2021, no están mitigando (al menos como se esperaba) el golpe de la guerra en Ucrania a la actividad económica, que refleja ya un preocupante frenazo.
El gasto de los hogares sufrió una contracción del 3,7% entre enero y marzo frente al cuarto trimestre de 2021, según el detalle del dato avanzado del PIB publicado este viernes por el Instituto Nacional de Estadística (INE). El consumo fue dañado primero por la variante ómicron de la COVID, y después por el impacto de la invasión que Rusia inició a finales de febrero y por el paro del sector del transporte por carretera por las mismas fechas.
El ahorro ha pasado de ser obligado durante los confinamientos y, posteriormente, por las restricciones a la movilidad y al contacto social, a ser un ahorro por miedo, condicionado por el contexto de extrema incertidumbre que implican la guerra y la aceleración de la inflación, intensificada por la perturbación que supone el conflicto en los precios de la energía, pese a la resiliencia del mercado laboral.
Un miedo que lleva a aplazar decisiones de compra, a esperar a un escenario de menor tensión para afrontar grandes adquisiciones o para pedir un préstamo. O un temor a las subidas de precios que obliga a bajar la calefacción un par de grados, a utilizar menos la lavadora o a elegir pescadilla en vez de salmón en el supermercado.
“Las familias han perdido confianza, hay temor a lo que llega y están conteniendo el desembolso del ahorro”, observa José Ignacio Conde-Ruiz, catedrático de la Universidad Complutense y subdirector de Fedea. “Es normal ese miedo al futuro, que provoca un menor gasto cuyo motivo es la precaución”.
La caída del 3,7% es la primera contracción del consumo de las familias desde el primer trimestre de 2021. Y es una de las principales razones que explican la ralentización de la recuperación económica de España, que creció solo un 0,3% en el primer trimestre de este año, respecto al trimestre anterior, en el que la actividad económica se incrementó hasta un 2,2%.
“El dato del PIB [del primer trimestre] deja el consumo de los hogares al mismo nivel que a finales de 2020, es decir, borra de un plumazo todo el crecimiento de 2021 y se queda un 10% por debajo del nivel previo a la pandemia”, calcula Ángel Talavera, economista jefe para Europa de Oxford Economics.
Y Conde-Ruiz señala una contradicción: “Contrasta con la inversión de las empresas, que sube, por lo que su confianza no parece afectada”. Atendiendo a los datos, la formación brutal de capital aumentó un 2,4% el primer trimestre (ver gráfico), mientras que, dentro de este epígrafe del PIB, la formación de capital fijo (la inversión en maquinaria, edificios...) creció hasta un 3,4%, tras hacerlo otro 3,1% en el cuarto trimestre. Siempre respecto a los periodos anteriores.
Ni consumo, ni construcción
“El empleo y la inversión son los principales motores de la recuperación [ante la puesta en marcha de los proyectos de los fondos europeos y la progresiva recuperación del turismo internacional]”, explicó Nadia Calviño, ministra de Economía y vicepresidenta primera, tras conocerse el dato de crecimiento del PIB en el primer trimestre, respecto al que destacó que todos los componentes han completado la reconstrucción tras la pandemia con la excepción, precisamente, del consumo privado y, por otra parte, de la construcción.
De hecho, según las previsiones para todo 2022, desde el 4,8% del Fondo Monetario Internacional (FMI) al 4,5% del Banco de España, al reciente 4,3% del propio Gobierno, la recuperación no se completará hasta el primer semestre del próximo año.
El principal riesgo al crecimiento proviene de la propia inflación, por su impacto sobre la capacidad real de gasto de los hogares, sobre los márgenes empresariales (capacidad de obtener beneficios de los ingresos) y sobre el sector exterior, al deteriorar la competitividad de las compañías exportadoras de España en comparación con competidoras de otros países y por el impacto general de la guerra en la actividad mundial.
El centro de análisis Funcas ve en el 6,8% la media del IPC en 2022; el Banco de España, en el 7,5%; y la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF), en el 6,2%. Eso, sin incluir el tope a la generación de electricidad con gas para bajar la factura de luz, aprobado recientemente por la Comisión Europea. Aunque esas proyecciones tampoco tienen en cuenta un temido corte de suministro energético desde Rusia.
“Las expectativas respecto al trimestre actual están mejorando”, reconoce el Consejo General de Economistas (CGE). “Hay un cierto optimismo debido fundamentalmente al buen comportamiento del turismo en la pasada Semana Santa, en tasas similares a 2019, que suponen un gran impulso positivo para el consumo y el crecimiento”, añade en un informe publicado este viernes.
“Esto hace pensar que, si las expectativas de turismo para el verano se mantienen, siempre y cuando no haya un repunte de contagios por COVID, se podría volver a la situación anterior a la pandemia, con los efectos que tiene en el crecimiento dado el peso del sector turístico en el PIB español”, concluye el CGE.
Otras voces destacan que la fortaleza del mercado laboral, con el récord de afiliados y la mayor contratación indefinida, debería convertirse en una sorpresa positiva para el crecimiento en próximos trimestres. Mientras que, por el contrario, el endurecimiento de los costes de financiación también resta al consumo y a la inversión –el euríbor cerró abril en positivo, elevando los intereses de las hipotecas–.
Un frenazo menor en España
La comparación de los datos intertrimestrales de crecimiento de las grandes economías europeas muestra un frenazo menor en España, con la excepción de Portugal, cuyo PIB logró un extraordinario avance (ver gráfico). En Alemania, la actividad económica se contrajo en el cuarto trimestre de 2021. Mientras que ocurrió lo mismo en Italia en el primer trimestre de 2022, y también en Suecia.
Algunos economistas consultados por elDiario.es apuntan que en esta comparación se podrían ver las consecuencias del impacto directo de la guerra en Ucrania en los países centroeuropeos y, al menos en parte, el efecto del ahorro acumulado en España. Sin duda, el Gobierno sigue confiando en el gasto de las familias como uno de los motores de la recuperación, pese a la inflación y a la incertidumbre.
Así lo recalca en el programa nacional de reformas enviado a Bruselas este mismo viernes: “El consumo privado seguirá aportando cerca de la mitad del crecimiento a la recuperación, creciendo cerca del 4% en 2022, respaldado por la favorable evolución del empleo, a lo que se sumará la bolsa de ahorro generada durante la pandemia. La tasa de ahorro finalizó el año 2021 en tasas próximas al 10%, por debajo del pico del 22,3% alcanzado al inicio de la pandemia, pero aún superior al promedio pre-crisis (6,8% en 2015-2019)”.