“En Davos llevan siete o diez años hablando de la desigualdad como algo importante y no ha pasado nada”
¿Qué tienen en común la desigualdad y la Primera Guerra Mundial? Para el economista John Hobson (1858-1940), mucho. En su modelo, que luego influyó sobre Lenin y Rosa Luxemburgo, la desigualdad máxima que sufrían los principales países europeos a fines del siglo XIX fue clave en el bajo consumo de las clases inferiores, lo que a su vez orientó el ahorro de los ricos hacia países del extranjero con mayores rendimientos para su dinero. El imperialismo y el belicismo eran, entre otras cosas, la mejor forma de proteger esas inversiones en el exterior.
Más de cien años después y como si fuera un ejercicio de arqueología de datos, el economista Branko Milanovic, junto a otros dos académicos, encontró las cifras de desigualdad, inversiones extranjeras y gasto militar en Francia, Alemania y Reino Unido durante aquellos años. Publicado en diciembre en el paper Inequality, Foreign Investment, and ImperialismInequality, Foreign Investment, and Imperialism (Desigualdad, inversión extranjera e imperialismo), su hallazgo confirma las intuiciones de Hobson: en los tres países, la desigualdad y los ahorros en el exterior (en relación al PIB) habían llegado a un máximo.
Execonomista jefe del Banco Mundial y referente junto a Thomas Piketty en los estudios modernos sobre desigualdad, Milanovic habla con eldiario.es de los paralelismos con la época actual, sin dejar de matizar que las correlaciones no son relaciones de causa y efecto y que las similitudes, en ningún caso, alcanzan para explicar el conflicto (“intervienen muchas otras contingencias humanas, como el libre albedrío, para empezar”).
Como en aquellos años, dice Milanovic, ahora hay “muy altos niveles de desigualdad, una alta exposición de los más ricos a activos en el exterior, mucha influencia de ese grupo sobre la política exterior de sus respectivos gobiernos, y una fuerte competición geopolítica, particularmente entre China y Estados Unidos por Asia, pero también por la influencia sobre África, América Latina y hasta Europa”.
¿Qué cosas han cambiado?
En aquella época, los ejércitos fuertes eran necesarios para proteger los activos en el exterior, colonizando países directamente o imponiendo sus políticas con la amenaza de la fuerza, para que no se nacionalizara el petróleo, por ejemplo, o para que Venezuela pagara a sus acreedores si quería que terminara el bloqueo naval. Aquello era un remedio paliativo para compensar la falta del imperio de la ley a nivel internacional.
Lo que hacen hoy el FMI, el Banco Mundial o el Club de París es más o menos lo mismo. También se aseguran de que los deudores no nacionalicen los activos, sólo que ahora no usan una fuerza militar. Ponen condiciones y amenazan con privar al país de los mercados de capitales si no las cumplen. En el pasado había que ser más explícito y llegar al lugar con los cañones.
¿Por qué el Estado salía a defender inversiones privadas?
Hay un factor muy importante en los datos que encontramos y es que los más ricos, en Inglaterra y Francia, tenían antes de la Primera Guerra una cantidad desproporcionada de activos extranjeros. No es sólo que tuvieran más en términos absolutos, sino que la proporción de bonos y acciones de otros países en sus carteras era muy alta. O sea, que la gente que más interés tenía en asegurar el control sobre esos países eran los muy ricos. Los activos en el exterior no estaban distribuidos en toda la población, sino concentrados en el 1% que influía sobre la política exterior de su gobierno.
¿Puede la desigualdad haber influido también en la conveniencia de una guerra como forma de distracción?
El imperialismo también era la solución para llevarse a los que sobraban de Francia y Reino Unido hacia otros países donde esperaban convertirse en ricos. Cecil Rhodes tiene una descripción muy interesante de esto. Había asistido a la reunión de un sindicato en el que pedían terminar con el sistema. Sorprendido por lo que escuchó, volvió diciendo que para mantener el sistema, era necesario encontrar una solución para esa gente. Incapaz de darles empleo y bienestar en el país, el establishment también usó el imperialismo como una forma de seguir funcionando.
¿Encuentra alguna similitud con la retórica belicista de Donald Trump?
Proyectar el poder sobre el exterior cómo método de distracción era una estrategia común y lo sigue siendo, con ejemplos recientes como el de la guerra de las Malvinas. Pero eso es algo que ya ha sido estudiado y no nos interesaba tanto. Lo que quisimos fue encontrar la base empírica de la hipótesis sobre el imperialismo.
¿Cómo es posible que ustedes accedieran a datos de hace más de cien años y Hobson no pudiera hacerlo?
Ahora sabemos mucho más sobre la desigualdad en 1914 en Reino Unido, Francia o Alemania de lo que sabían entonces. Tenemos acceso a datos fiscales que entonces existían, sí, pero cada uno en su agencia y en su país, y la gente no tenía acceso a ellos. Por otro lado, no había una forma de procesarlos para hacerlos entendibles como hoy. En aquella época no se había desarrollado todavía el coeficiente de Gini para medir la desigualdad, por ejemplo.
Nosotros ahora tenemos acceso a todos esos datos fiscales y además los podemos meter en la computadora para hacer cálculos que antes no existían. Por eso tenemos mucha más evidencia empírica de la época que la que tuvo la gente que vivió en ella.
Cada año, gobernantes y millonarios reunidos en el Foro de Davos recuerdan lo preocupados que están por la desigualdad. ¿Qué valor da a esa declaración?
Hay dos cosas sorprendentes. La primera es que en Davos llevan siete o diez años hablando de la desigualdad como algo importante y no ha pasado nada, cero. La segunda, que con las riquezas que controlan entre todos, estas personas sí podrían hacer algo para cambiar las cosas. Pero lo que vemos es que en sus propias empresas tratan de pagar el mínimo de impuestos o de evadirlos, o hacen competir a una jurisdicción fiscal con otra. Hacen de todo para aumentar la desigualdad.
¿Cinismo o desconexión con la realidad?
Son personas muy inteligentes, exitosas en su vida empresarial y listas como para entender las implicaciones de lo que están haciendo. Si no están trabajando por reducir la desigualdad es porque sólo están preocupados por su propio bienestar. Y tal vez usan el lenguaje de la desigualdad para distraer la atención, como decíamos antes, sobre lo que de verdad están haciendo.
Aunque sea un tema histórico, su paper dialoga directamente con la actualidad política...paper
Es un paper político en la medida en que trata de un tema político de una forma empírica. Pero yo no creo que eso sea necesariamente malo. La reducción de la desigualdad siempre es un tema político. Las herramientas para lograrlo son políticas por un problema de coordinación. No está claro qué puede hacer cada uno por su cuenta para disminuir la desigualdad. Pero con coordinación, sí. Por eso tiene que ser resuelto en la esfera política.
¿Los ricos pueden encontrar algún incentivo económico para reducir la desigualdad?
El único incentivo real es el político o social. No creo que tengan ningún incentivo económico a corto plazo. En un horizonte de tiempo más amplio es diferente. Los problemas políticos causados por la insatisfacción o la insuficiencia de la demanda agregada podrían hacerles pensar que necesitan reducir la desigualdad para no sufrir ellos también. Pero si no adoptan la postura de largo plazo, en el corto plazo lo mejor para ellos es que siga creciendo la desigualdad. La pregunta es, ¿la gente en el poder está apostando por el corto o por el largo plazo?