Las tarjetas de crédito que usaron durante años los consejeros y directivos de Caja Madrid para sacar dinero en efectivo y cubrir gastos personales no sólo eran opacas ante el Ministerio de Hacienda. También estaban diseñadas para pasar por debajo del radar en las auditorías de la caja. Parte de los pagos de estas tarjetas se camuflaban después en cuentas “correspondientes a errores del servidor informático”, según asegura el FROB, el fondo público que gestiona la banca nacionalizada tras el rescate.
La investigación interna de Bankia sobre estas tarjetas arrancó a principios del año pasado, poco después de que eldiario.es publicase en exclusiva, en diciembre de 2013, la primera información sobre estos sobresueldos sin declarar, que aparecía en uno de los correos de Blesa, facilitados a través de una fuente anónima derivada por el Partido X. En un email calificado como “confidencial”, el secretario del consejo informaba a Miguel Blesa de las retribuciones de los consejeros, que incluían unas tarjetas de crédito “black a efectos fiscales”.
Tras la publicación por parte de eldiario.es de este correo, la actual dirección de Bankia –donde ya no trabajan ninguno de los ejecutivos ni consejeros que disfrutaron de estas tarjetas opacas– inició una auditoría de la que salieron tres informes: uno jurídico, elaborado por el despacho Herbert Smith Freehills, y otros dos internos sobre las tarjetas durante el mandato de Rodrigo Rato en Bankia y sobre el periodo 2003-2011 en Caja Madrid. Bankia envió toda esta documentación al FROB el 26 de junio de 2014 y a su vez el FROB recabó algo más de información y, el 4 de julio, alertó a la Fiscalía Anticorrupción. El 2 de septiembre, Anticorrupción llevó todo el dossier hasta la Audiencia Nacional.
En el informe del FROB, el director de asesoría jurídica de este organismo, Alfonso Cárcamo, afirma que tuvo “conversaciones posteriores con Bankia” tras recibir la primera documentación en las que descubrió que las cuentas de cargo de las tarjetas son “cuentas ligadas a gastos de representación o cuentas correspondientes a errores del servidor informático”. Este tipo de cuentas de errores son comunes en los sistemas financieros de los grandes bancos y sirven para cuadrar el balance tras las pequeñas incidencias que se pueden provocar ocasionalmente por fallos de conexión o problemas técnicos.
El informe de Bankia da más detalles sobre el irregular protocolo de cobro. La cuenta en la que se pasaban los gastos de estas tarjetas era la número 2038 0600 91 6000000084. En ella se cargaban dos tipos de tarjetas 'en negro': una business oro, en poder de los consejeros ejecutivos y directivos, y una business plata, que disfrutaban los miembros del Consejo de Administración y de la comisión de control.
El contrato de las tarjetas plata estaba dado de alta como “gastos de órganos de gobierno” y tenían un límite de gasto inferior al de los principales ejecutivos de la caja. Según la auditoría interna de Bankia que ha investigado todas estas irregularidades, empezó a operar el 4 de septiembre de 2002. Pero la tarjeta oro, la de los consejeros ejecutivos, donde se movía gran parte de este presunto fraude, estaba camuflada bajo un nombre que daba pocas pistas sobre su verdadero destino. En la contabilidad aparecía bajo el epígrafe “tratamiento administrativo circular 50/99”.
El contrato con el que arrancan estas tarjetas oro está fechado el 3 de mayo de 1994, bajo la presidencia en la caja de Jaime Terceiro, dos años antes de la llegada de Miguel Blesa a Caja Madrid. Pero los 15,5 millones de euros que investiga la Audiencia Nacional sólo recogen el periodo de 2003 a 2012, por lo que la cantidad total que pudo cobrar irregularmente la cúpula de Caja Madrid a través de estas tarjetas probablemente sea mucho mayor.
Según asegura el informe que realizó Bankia sobre estas tarjetas –y que Anticorrupción ha trasladado a la Audiencia Nacional–, “las disposiciones y gastos realizados se registraban contablemente en una cuenta de gasto cuyo título y conceptos registrados no permiten identificar la naturaleza de los apuntes contabilizados”.
La propia Bankia, en su informe, admite que estas tarjetas se gestionaban “de forma separada al resto de tarjetas de empresa de la entidad” y sin ningún tipo de respaldo legal, al margen de contratos, estatutos o incluso de las propias decisiones del Consejo de Administración que disfrutaba de ellas. Algunos de los principales directivos de la caja tenían, además, una segunda tarjeta de crédito corporativa para gastos de representación. “Se desconocen los criterios de asignación de tarjetas, límites y gastos autorizados”, admite Bankia en su informe. No había tampoco ningún tipo de control sobre el destino del dinero que, según los informes, no se declaraba ante Hacienda. Del total investigado –15,5 millones en diez años–, alrededor de un tercio se sacó en efectivo directamente del cajero. El resto del dinero de estas tarjetas se fue en ropa, viajes, restaurantes, hoteles e incluso compras en grandes almacenes.
La persona que gestionaba estas tarjetas era Ildefonso Sánchez Barcoj, uno de los principales directivos de la caja con Miguel Blesa y Rodrigo Rato. Según la auditoría interna, Barcoj era quien comunicaba estos trámites al departamento de tarjetas “a través de sus secretarias”. Barcoj fue también el principal beneficiado de este sistema opaco: entre 2003 y 2012 cargó en su tarjeta 'en negro' 484.200 euros.