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El coronavirus provoca el primer freno a la financiación bancaria a los combustibles fósiles desde la Cumbre de París

Estación de Petrobras en Brasil. EFE/Antonio Lacerda/Archivo

Diego Larrouy

13 de abril de 2021 22:22 h

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Bancos de todo el mundo, especialmente europeos, han ido sellando en los últimos tiempos compromisos para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París, limitar la financiación a las industrias más contaminantes y alinear sus carteras con políticas medioambientalmente responsables. Sin embargo, el punto de partida no es nada halagüeño. Únicamente el coronavirus ha logrado provocar un freno en la financiación a sectores como el petróleo, el carbón o el gas, cinco años después de la firma del citado protocolo climático en la capital francesa.

En concreto, durante 2020 los principales 60 bancos de todo el mundo destinaron 751.000 millones de dólares (631.000 millones de euros) a la financiación de estos sectores, según los datos del informe 'Banking on climate chaos', elaborado por organizaciones internacionales como Rainforest Action, Reclaim Finance, BankTrack, Oil Chance International, Indigenous Environmental Network y Sierra Club, apoyados en decenas de organizaciones de todo el mundo, entre ellos la española Ecologistas en Acción. El dato del pasado año, marcado por la pandemia, supone una caída del 9% respecto al ejercicio anterior y es el único año desde aquel Acuerdo de París en que se reduce la financiación a estos sectores. Desde entonces son algo más de 3 billones los que se han destinado a financiar a esta industria.

Pese al freno en la financiación bancaria a las industrias más contaminantes que se vivió en 2020, los autores del estudio advierten que la tendencia sigue “en la línea equivocada” y urgen a los bancos a tomar medidas inmediatas para que se pueda evitar que los datos excepcionales del año pasado vuelvan a “lo normal” en 2021. De hecho, pese a caer en un 9%, los datos todavía se encuentran sensiblemente por encima del registro en 2016, el año posterior a que se firmara el acuerdo climático. De este modo los autores ven síntomas de “esperanza” en cuanto al freno de la financiación a los combustibles fósiles en 2020 porque se ha tomado conciencia por parte de grandes compañías de que “no se va a quemar tanto combustible como se hizo en 2019”, pero a la vez advierten del “temor” puesto que “solo una terrible pandemia” ha logrado hacer mella en esta industria.

El extenso informe hecho público recientemente ha estudiado la participación de los sesenta mayores bancos del mundo en la financiación de algo más de 2.000 empresas de estos sectores en todo el mundo entre el año 2016 y 2020, basados en la información pública conocida, la aportada por plataformas como Bloomberg y ajustada a diversas estimaciones. Incluye tanto lo referido a los créditos directos como la función de estos bancos en el seguro de la colocación de emisiones de bonos de deuda o de acciones en Bolsa.

Entre las sesenta entidades estudiadas por el informe aparecen dos españolas, Santander y BBVA. La primera se encuentra en la posición 32 del ranking a nivel mundial con una financiación total de 34.000 millones de dólares entre 2016 y 2020, algo más de 28.000 millones de euros. La segunda, por su parte, ocupa la posición 42 con más de 22.000 millones de dólares, en torno a 18.400 millones de euros. En ambos casos, los autores del estudio estiman que en torno a un 7% del total de la financiación ofrecida en este periodo se destinó a estos sectores contaminantes.



El informe entra más en el detalle y señala cuáles son los principales destinos de la financiación de estos bancos. En el caso del Santander, las empresas con mayor financiación por su parte y vinculadas con estos sectores analizados son Royal Dutch Shell, Petroleo Brasileiro o Petroleos Mexicanos. Esta última compañía encabeza el destino de la financiación realizada por BBVA, seguida por la Comisión Federal de Electricidad, también mexicana, y la estadounidense Sempra Energy.



Ambas entidades españolas, las dos con más presencia internacional, han realizado sendos anuncios sobre sus programas para reducir su exposición hacia los sectores más contaminantes. El grupo que preside Ana Botín fijó “sus primeros objetivos de descarbonización” el 26 de febrero, al hacer pública su intención de haber dejado de dar servicios financieros a clientes de generación de energía eléctrica cuyos ingresos dependan en más de un 10% del carbón término y eliminar “por completo” su exposición a la minería de carbón térmico en todo el mundo. Este plan anunciado hace casi dos meses todavía debe desarrollarse a lo largo de este año, según informó entonces la entidad, quien ya desveló algunas de las medidas que iban a conformarlo, como “aumentar su información pública” o “trabajar en la medición de emisiones financiadas”. A ello se suman compromisos en términos de financiación verde o reducción la huella medioambiental de su propia actividad.

El grupo que preside Carlos Torres, que arrancará esta semana la negociación para un ERE que rondará los 3.000 despidos, presentó por aquellas mismas fechas también su plan para la descarbonización de su actividad. La dirección del grupo ha establecido el año 2030 para salirse de sectores como la minería o la energía cuando afecte a combustibles fósiles, dándose un margen hasta 2040 para los países emergente. No financiará para entonces a clientes cuya generación eléctrica con carbón sea superior al 5%, la construcción de nuevas centrales, o a empresas cuyo 5% del negocio dependa de la extracción de combustibles fósiles. El documento presentado por BBVA también incluye disposiciones para sectores como el agroalimentario, las infraestructuras o material de defensa.

Los dos grupos fijaron 2050 para ser neutros en emisiones netas. Como ellos, son multitud los bancos de todo el mundo que están haciendo compromisos similares respecto a sus programas de reducción de emisiones. En muchos casos coinciden las fechas e incluso el citado estudio hace referencia a estos anuncios. “Ningún banco que asuma un compromiso para 2050 debe tomarse en serio a menos que también actúe sobre combustibles fósiles este 2021”, señala el documento, que además desconfía del uso del concepto “emisiones netas” en muchos de estos casos. Entienden que “deja espacio” a decisiones que no cumplen “con lo que exige la ciencia” basadas en “copiosas compensaciones” o “suposiciones futuras de captura de emisiones”.



El estudio incluye un análisis de los compromisos y las políticas de los bancos respecto a la financiación a estas industrias. La italiana UniCredit o grupos franceses como BNP Paribas, Crédit Agricole o Société Générale y la holandesa ING son los mejor parados, especialmente por las políticas al respecto del carbón. Sin embargo, ninguna entidad consigue el aprobado en este informe. Santander y BBVA, que a cierre de 2020 periodo en el que se circunscribe este análisis todavía no habían presentado sus compromisos, no salen mal parados en este estudio al figurar entre los 10 primeros.

Los bancos estadounidenses son los que están peor clasificados de este informe. Seis de las 10 entidades que más han financiado las industrias contaminantes tienen su sede en EEUU, los otros cuatro son grupos canadienses, japoneses y un francés. JP Morgan aparece, de lejos, como el mayor financiador del mundo a los sectores de combustibles fósiles. Son 316.000 millones de dólares concedidos en distintas vías de financiación desde que se firmaran los Acuerdos de París. Le siguen Citi, con 237.000 millones, y Wells Fargo, con algo más de 220.000 millones.

La relevancia de estudios como el de estas organizaciones se basa en que sirven de referencia para conocer en la práctica, aunque sea mediante estimaciones, cómo se comportan las mayores entidades bancarias respecto a los combustibles fósiles. Existe una falta de información generalizada en el sector financiero respecto a la exposición que tienen las entidades a estos sectores. Esto ha sido criticado por distintos organismos supervisores y en Europa el BCE y la EBA han urgido a que se den más datos de manera pública por parte de los bancos para poder medir sus riesgos climáticos. De hecho, en 2022, los bancos europeos tendrán que someterse a unas pruebas de resistencia enfocadas precisamente a esta clase de problemas vinculados con la crisis climática.

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