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Las cuatro principales economías del euro contienen el aliento para eludir una recesión

“Europa se encamina a la recesión”. Es la lectura de Yacine Rouimi, economista principal de IHS Markit, con la que se alinea Tej Parikh, su homólogo en Fitch Rating, para quien “los riesgos de números rojos en el PIB de la eurozona han aumentado ante el temor a los cortes de suministro de energía rusa que se avecinan, que ya se manifiesta por las disrupciones en los flujos del oleoducto Nord Stream 1”. También su colega Jens Eisenschmidt, en Morgan Stanley, deja constancia en una nota a inversores de que los socios monetarios entrarán en contracción en otoño y en “recesión técnica” –dos trimestres seguidos en tasas negativas– en invierno para reanudar el dinamismo en la primavera de 2023 impulsado por las inversiones empresariales.

Estos tres botones de muestra de las cumbres borrascosas que amenazan la coyuntura europea tras el periodo estival sintetizan las voces que alertan de que el trimestre veraniego es tan solo una especie de tregua-trampa, porque el inicio de las subidas de tipos del BCE emprendidas esta semana –de nada menos que medio punto, la opción menos esperada por el mercado– podría deparar en septiembre otra restricción financiera igual de severa. A juzgar por la reserva de munición –de otro medio punto de calibre– que la autoridad monetaria asegura estar dispuesta a aprobar en dos meses para abordar el otoño geopolítico, energético y monetario candente. Más madera para aplacar la inflación de la eurozona que, en junio, marcó un repunte del 8,6%.

Varios indicadores desvelan las primeras señales de un aminoramiento del gasto de hogares, de retroceso de confianza en los barómetros tanto de consumidores como de empresas, así como una ralentización brusca en los sectores manufactureros; sobre todo, el alemán.

Eisenschmidt ve los tipos en el 0,75% a finales de este año, “si el clima económico no se deteriora aún más por el embargo del gas o la espiral de precios”. Rouimi retrasa la contracción de la zona del euro a lo largo de 2023, cuando se tensarán los resortes de la inflación, los tipos alcistas y los flujos energéticos a Europa.

Pese a que “algunos parámetros del PIB como la industria turística estén elevando su demanda este verano”, se acabarán viendo afectados por las amenazas energéticas e inflacionistas, avisan en IHS Markit, cuyo consenso de finales de junio situaba el alza del PIB del euro en un 2,5% este año y un 1,5% en 2023; tres décimas y medio punto respectivamente por debajo del promedio del mercado. Unos pronósticos en línea con la reciente predicción estival de la Comisión Europea, que añade una décima a este año (2,6%) pero se la quita para el siguiente.

Aun así, surgen diagnósticos contrarios al desplome del PIB del euro, interpretaciones que creen que el BCE “no elevará los tipos tanto como para empujar a la economía al abismo” o, al menos, para evitar que, si existe un episodio de contracción, corrija su hoja de ruta y eluda el ingreso en números rojos. Así lo piensa Aila Mihr, economista en Danske Bank, que precisa la posibilidad de que se produzca “un receso a finales de año que, sin embargo, no impedirá que la inflación se extienda en cotas demasiado alejadas del límite del 2% hasta bien entrado 2023”. El consenso de Bloomberg acaba de aumentar a un 45% frente al 30% de junio las posibilidades de recesión en la eurozona el próximo año, pero aún domina la apuesta por eludir los números rojos.

El póker del euro entra en juego

Los tambores de crisis en Europa resuenan por el bucle inflacionista, el retroceso del poder adquisitivo de las familias, la ralentización industrial y el final del acopio presupuestario destinado a estimular las economías, que deja al BCE ante la dura afrenta de acelerar o frenar el ritmo de encarecimiento del dinero. The Conference Board incide en que aún se puede sortear la recesión por la “fortaleza que manifiestan sus mercados laborales y las señales de que los proyectos de inversión corporativos seguirán sus road maps previstos”. Ilaria Maselli, su economista jefe, se afana en ver la botella medio llena. “Las empresas tienen una importante decisión que tomar: o posponen decisiones de capital por la tensión geopolítica y el shock energético en ciernes, o incentivan y dan pábulo a sus planes en innovación para reducir su dependencia productiva” de factores exógenos a la zona del euro.

Pero ¿cómo están afrontando este doble dilema, el monetario y el económico, los cuatro socios más importantes del euro? Frente a visiones como la de Maselli, que confían en la “sorpresa de la productividad y de la demanda” como herramientas del rescate de la zona del euro en 2023, la coyuntura alemana, francesa, italiana y española ofrecen signos ambivalentes por los diversos grados de conexión con Rusia, los ritmos de sus PIB y sus variados motores productivos.

Alemania, la locomotora se mantiene al ralentí. Después de gripar en el último tramo de 2021 al registrar una contracción de siete décimas por los confinamientos de la variante ómicron, el modesto repunte del 0,2% entre enero y marzo invita a pensar que la mayor economía del euro, con una inflación del 8,2% y su aversión histórica a las escaladas de precios, navega con el motor gripado.

En una atmósfera de suma preocupación, tiene activado el nivel dos de alarma energética de los tres contemplados, si bien aún no se plantea dar un nuevo salto para intervenir en el mercado. Uniper, la mayor importadora de gas ruso, acaba de reclamar el rescate por no poder hacer frente al pago del préstamo urgente de más de 2.000 millones de euros que tuvo que solicitar hace meses al banco federal KfW, una especie de ICO alemán. Además se teme el colapso de industrias enteras ante el cuello de botella gasístico que pone en peligro permanente a empresas de aluminio, químicas y manufactureras.

The Conference Board admite que la industria made in Germany “está en estrés” por el aumento de precios productivos y los recortes energéticos. Incluso la inversión, el gran contribuidor al escaso crecimiento del PIB alemán en el primer trimestre, podría sucumbir ante el barómetro geopolítico. Ahora bien, no tanto como para sellar un año recesivo. La apuesta es por una leve alza del 1,2% que explicaría las perspectivas de recesos cortos que se han instalado en el mercado en caso de un otoño especialmente caldeado con un posible corte del flujo energético ruso. Este panorama lo comparten el FMI, que cree que podría provocar retrocesos del PIB del 2,8% en los próximos doce meses, y dos de los grandes institutos de investigación –Ifo e IfW–, que ven “menos crecimiento con demasiada inflación”.

Francia, la más próxima a la estanflación. El PIB galo permaneció plano entre enero y marzo. Sin embargo, para The Conference Board, su sector servicios mantendrá el pulso hasta alcanzar un incremento del 2,4% este año; eso sí, a costa de dejarse un punto en 2023. Francia tiene la mejor de las tasas de inflación de los cuatro grandes socios monetarios, que concluyó junio en el 6,5%. Daniela Ordóñez, de Oxford Economics, resalta que las empresas de servicios galas siguen dando muestras de vitalidad relativa, pese a perder fuelle en junio, con tendencia a “fortalecerse en los meses de verano”.

El gobernador del Banco de Francia, François Villeroy de Galhau, lo ha resumido de manera elocuente: “La actividad no es brillante, pero es resiliente”. El organismo regulador galo otorga a su economía un crecimiento del 2,3% en 2022 y un leve repunte del 0,25% en el segundo trimestre en su última predicción. Mientras su economista jefe, Olivier Garnier, dice confiar en que las tensiones de precios empiecen a aflojar para ver en 2023 descensos en el IPC. Un espacio corto y manejable que, para el titular de Finanzas, Bruno Le Maire, pondría fecha de caducidad al encarecimiento de precios de las empresas para salvar sus ejercicios fiscales.

Italia, en el punto de mira de los mercados. La crisis política transalpina, que parecía una bomba con detonación controlada, acabará con la era de Mario Draghi como inquilino del Palazzo Chigi y con nueva convocatoria de elecciones. La tercera economía de la eurozona inició el año con una contracción de una décima que, con posterioridad, fue corregida al alza, hasta consignar un repunte del 0,2%. Pero el segundo cliente energético ruso del área monetaria y mayor receptor de fondos Next Generation pierde a un primer ministro que se había erigido en estandarte de las sanciones a Moscú, instigador de un BCE que anunció disponer de métodos para contener la especulación del mercado en las primas de riesgo y que, como antigua autoridad monetaria europea, ha puesto en alerta a Fráncfort sobre si un repunte de tipos no conducirá a una recesión del euro-club y de su país.

Motivos no le faltaban, dado que la inflación italiana se ha disparado hasta el 8,5%, una décima por debajo del promedio de la eurozona, y, con ella, los costes industriales han frenado el impulso generado por los recursos comunitarios. A pesar de la crisis política, Italia trata de amortiguar las presiones sobre el mercado de bonos soberanos, diversificar las compras de gas hacia Argelia y relanzar el turismo este verano como efecto balsámico ante la tormenta institucional.

Sin embargo, el gran escollo para Europa será el acceso al crédito, explica Max Castle, gestor en Mediolanum, que “será cada vez más complejo y visible” y las compañías italianas están entre las que peor soportarán el abandono del programa de compra de deuda corporativa del BCE.

España se resiste a caer. El verano sitúa a la cuarta potencia del euro entre las de mayor dinamismo de la eurozona, según la Comisión, con un repunte del 4%. A pesar de que el servicio de estudios de BBVA hable de una contracción de medio punto en los meses finales de 2022.

“El turismo ha excedido las mejores expectativas”, asegura Carlos Cuerpo, responsable del Tesoro español, que no descarta una mejora de las predicciones económicas por la vitalidad de esta rúbrica tan trascendental para la salud de la coyuntura hispana. Para Cuerpo, en declaraciones a Bloomberg, este salto de dinamismo turístico revela que las restricciones sanitarias ya no están en la mente colectiva de los visitantes y que han aceptado las tensiones de precios.

Exceltur, la patronal de agentes y negocios turísticos, predice que el sector generará 152.000 millones de euros de ingresos este año tras recuperar los niveles de empleo previos a la COVID-19 en junio. María Romero, de AFI, matiza con una “reconfiguración del gasto del consumo” al concluir el periodo estival.

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