Fortalezas, rivales y debilidades en la carrera de Calviño para presidir el Eurogrupo

Andrés Gil

Corresponsal en Bruselas —

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¿Puede Nadia Calviño ser presidenta del Eurogrupo? Sí. En Bruselas todo el mundo la considera una candidata idónea para el puesto, pero no se trata de encandilar a las instituciones comunitaria, cosa que Calviño lo tiene ganado por su trabajo realizado en la Comisión Europea antes de entrar en el Gobierno de Pedro Sánchez.

La presidencia del Eurogrupo depende de los 19 países miembros de la zona euro: Calviño necesita, por tanto, diez votos. Y no está sola en la carrera, que está llena de obstáculos previsibles e imprevisibles.

Los rivales

Calviño no es la única. Junto a la vicepresidenta española, están bien colocados el luxemburgués, Pierre Gramegna; y el irlandés, Paschal Donohoe.

Gramegna goza de varios puntos fuertes: es luxemburgués, que cotiza en la Unión Europea de manera inversamente proporcional al tamaño del país. Además, es de la familia liberal, la única que no ha presidido aún el Eurogrupo.

Sin embargo, ya hubo un luxemburgués Jean-Claude Juncker, presidente del Eurogrupo –antes de que lo fuera de la Comisión Europea, como también lo fue otro luxemburgués, Jacques Santer–, y quizá sean demasiados cargos en poco tiempo.

Luxemburgo, en todo caso, cotiza siempre al alza en Europa: tiene múltiples sedes de organismos comunitarios, como el Consejo, el Parlamento, el Banco Europeo de Inversiones o el importantísimo Tribunal de Justicia de la Unión Europea.

El irlandés Donohoe cuenta con un problema no menor: que el Gobierno de su país aún está pendiente de cerrarse. Por otro lado, Donohoe es de la familia popular, que no ha ocupado la presidencia del Eurogrupo desde 2013 y de la Nueva Liga Hanseática, los halcones fiscales de la UE, muchos de los cuales están recelosos –cuando no beligerantes– con el fondo de recuperación de la pandemia.

Además, hay quien defiende que el puesto sea ocupado por el comisario de Finanzas, Paolo Gentiloni (PD/S&D), algo que no está prohibido, pero que sería inédito: siempre ha presidido el Eurogrupo un ministro de Economía de la eurozona.

Una UE con más mujeres

Calviño sería, después de Jean-Claude Juncker, Jeroen Dijsselbloem y Mário Centeno, la primera mujer en acceder al cargo. Lo mismo que ocurrió en 2019 con las elecciones de Ursula von der Leyen para la presidencia de la Comisión Europea; y de Christine Lagarde para el Banco Central Europeo.

Este ciclo en Bruselas que se abrió en mayo de 2019 es el que más mujeres ha incorporado en los puestos más altos –dos de los cinco top jobs–; en el colegio de comisarios y en el staff de la propia Comisión, en números cercanos a la igualdad 50%-50%.

En este contexto, una mujer como Calviño, quien además saldría en cada rueda de prensa después del Eurogrupo acompañada por hombres –comisario de Finanzas, Gentiloni, y el presidente del MEDE, Klaus Regling–, supondría un avance desde el punto de vista de la igualdad.

Reparto entre familias políticas

Cuentan para repartirse los grandes puestos y el colegio de comisarios. Es un código que siempre está presente, aunque no siempre sea determinante. En este caso, Calviño viene de un Gobierno socialdemócrata, aunque en Bruselas la consideran más de su club que de una familia política concreta: ni es militante ni ha ido en las listas del PSOE, por ejemplo.

Sin embargo, no puede escaparse de los equilibrios políticos, y los dos últimos presidentes del Eurogrupo venían de gobiernos socialistas –si bien al portugués Centeno le pasa como a Calviño, y Dijsselbloem se hizo célebre por decir que el sur se gasta el dinero “en copas y mujeres”. El último, como Calviño, venía de un país del sur, Portugal.

Por otro lado, los populares no ocupan el cargo desde 2013, y nunca lo ha ocupado un liberal.

Eso sí, en el reparto del verano pasado de los top jobs, la familia liberal logró la presidencia del Consejo Europeo –Charles Michel– y Emmanuel Macron puso a Christine Lagarde en el BCE; al tiempo que los populares retuvieron la presidencia de la Comisión Europea y se espera que asuman la segunda mitad de la presidencia del Parlamento Europeo.

La pelea por el fondo de recuperación

La Unión Europea vive el momento más delicado desde su existencia: una crisis económica sin precedentes con una pandemia desconocida. Está en juego su futuro, que depende de cómo sea la respuesta que acabe dándose a sí misma: es decir, de qué decidan los 27 Estados miembros en las próximas semanas de cuánto dinero será el fondo de recuperación frente al coronavirus; cuándo empezará a llegar ese dinero, si será en créditos o subvenciones, cuánto le tocará a cada uno y a cambio de qué.

La presidencia del Eurogrupo, una posición estratégica de por sí dentro de eurosistema, lo es todavía más en un momento de recesión histórica y decisiones europeas cruciales. Y el Gobierno español lo sabe.

Pero también lo saben el resto de los gobiernos.

Si a favor de Calviño juega su afinidad con las políticas económicas comunitarias y su, en general, buena relación con el resto de ministros del euro, además del hecho de que, tras la presidencia de la Comisión Europea, la debilidad puede venir por el hecho de que España es uno de los países más interesados en las ayudas europeas por la crisis económica y a quien duda de que pudiera desempeñar bien el papel de árbitro, o si acaso su papel debería ser el de árbitro o el de ministro presionante –algo que tampoco ha sido particularmente en el Eurogrupo–.

En esa pelea por el fondo de recuperación, y en las pugnas históricas dentro del Eurogrupo, los más distantes de España han sido los cuatro frugales: Holanda, Suecia, Dinamarca y Austria. Pero Dinamarca y Suecia en esto no cuentan, porque no son del euro y no votan.

Pero también han solido ser antagonistas de España y el sur, en general, la llamada Nueva Liga Hanseática, los halcones fiscales de la UE, si bien uno de sus miembros, Irlanda, apoyó inicialmente la propuesta de los eurobonos.

Se trata de ocho países, algunos de los denominados vikingos o de las tierras del “mal tiempo”, pero no sólo: Finlandia, Suecia, Dinamarca, Estonia, Letonia, Lituania, Holanda, Irlanda, República Checa y Eslovaquia. Y su vocación es la de ser un contrapeso al empuje carolingio de Francia y Alemania.

Este domingo decía Financial Times que la Nueva Liga Hanseática podría representar un problema en la elección de Calviño, en tanto que han solido estar en contra históricamente de las propuestas defendidas por España: fondo de garantías de depósitos bancarios, armonización fiscal, reaseguro de desempleo europeo, presupuesto de la zona euro, etc... “Pequeños países con poco peso”, como ha dicho Calviño alguna vez y recuerda ahora Financial Times.

Competencia española

España ya situó como jefe de la diplomacia europea a Josep Borrell el pasado verano. Uno de los cinco principales puestos de las instituciones comunitarias.

En el anterior ciclo, había un italiano en el Parlamento Europeo (Antonio Tajani, en la segunda mitad del quinquenio), en el BCE (Mario Draghi) y como jefa de la diplomacia (Federica Mogherini). Ahora bien, eran de familias políticas distintas: Tajani, del PPE; Mogherini, del PD; y Draghi no venía de ningún partido.

En este caso, además de Borrell, Calviño viene acompañada de dos hipotéticos candidatos a otros puestos: la dirección general de la Organización Mundial del Comercio, para la cual suena la ministra de Exteriores, Arantxa González Laya –y el comisario europeo de Comercio, el irlandés Phil Hogan–; y la dirección Agencia Espacial Europea, en cuyas quinielas ha entrado el ministro de Ciencia, Pedro Duque.

Equilibrios internos

Nadia Calviño representa el antagonismo de Unidas Podemos dentro del Gobierno. Ya sea en batallas como el salario mínimo, la reforma laboral o el cierre de toda actividad económica no esencial, la vicepresidenta económica ha representado siempre el polo opuesto de lo defendido por Unidas Podemos en el Consejo de Ministros.

El puesto de presidenta del Eurogrupo va de la mano de su puesto en el ministerio. ¿Aumentaría su papel como antagonista de los ministros de Unidas Podemos asumir la presidencia del Eurogrupo en tanto que va vinculado a su cargo de ministra? Seguramente. Pero, ¿aumentaría también su ascendencia sobre Pedro Sánchez o su peso en el Gobierno por tener esa responsabilidad internacional?

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