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El gigante español de torres de telefonía cambia la cúpula presionado por la deuda tras una cruenta guerra entre fondos

Oficina de Cellnex en la Zona Franca de Barcelona, en una imagen de archivo.

Diego Larrouy

1 de junio de 2023 22:04 h

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Hay empresas que, siendo gigantes en su sector a nivel mundial, son poco conocidas para el público general o le suenan vagamente. Cellnex es uno de los ejemplos más claros de ello. Es la octava compañía española por valor bursátil y supera a grandes multinacionales como Telefónica, Repsol, Endesa o Ferrovial. Tras años de fuerte crecimiento, esta compañía de gestión y colocación de torres de telecomunicaciones trata de enderezar el rumbo tras un fuerte conflicto interno en la cúpula protagonizado por fondos de inversión y afrontar su tarea pendiente más inminente: gestionar su importante deuda tras años de crecimiento.

La junta de accionistas de Cellnex ha aprobado este martes la conformación del nuevo consejo de administración que tendrá que gestionar esta patata caliente. Será el italiano Marco Patuano el que tome el mando como nuevo consejero delegado. Este directivo conoce bien a la compañía tras haber sido su presidente no ejecutivo antes de la pandemia. Patuano relevará a Tobías Martínez, el responsable de haber afrontado todo el crecimiento desde la salida a Bolsa de 2015.

Cellnex nació como una filial de Abertis, que la operadora de infraestructuras decidió sacar al mercado. Cuando debutó en el mercado, tenía 7.000 torres de telecomunicaciones en España. Este año, menos de una década después, contará con 136.000 de ellas repartidas en doce países. Es la mayor compañía del sector en Europa y una de las más grandes a nivel mundial. Este crecimiento lo ha realizado a base de adquisiciones en las que ha gastado más de 35.000 millones de euros. Y, con ello, ha generado una deuda de 16.000 millones.

La sucesión de Martínez es la que ha provocado el terremoto interno de la compañía. El consejero delegado saliente anunció en enero su intención de dar un paso a un lado cuando se celebrase la junta, que tuvo lugar este jueves en Madrid. Comenzó un proceso para elegir al nuevo CEO de la compañía que se demoró más de lo esperado y que enfrentó a los principales accionistas, entre los que figuran grandes fondos de inversión del mundo.

Para entender esta batalla, hay que analizar quién está detrás de las acciones de la empresa. TCI, uno de los mayores hedge funds del mundo, es el primer accionista con el 9,4% del capital. Se le considera un inversor activista, etiqueta que se da a aquellos fondos que no se conforman con invertir en la empresa sino que también buscan influir en la toma de decisiones. Ha protagonizado también recientemente el respaldo al traslado de la sede de Ferrovial, donde también es accionista, a Países Bajos. La familia Benetton, a través de su holding Edizione, tiene el 8,2%. El tercer mayor accionista es el fondo soberano de singapur, GIC, con el 7%. A partir de ahí figuran distintos inversores como JP Morgan, Blackrock, el fondo de pensiones canadiense (CPPIB), CK Hutchinson o Criteria, el holding de la Fundación La Caixa, todos ellos en el entorno del 5% de las acciones.

El consejo de administración planteó votar a Patuano como consejero delegado. Tenía el respaldo mayoritario del consejo, con 7 votos favorables de los 11 que componen el órgano de gobierno de la compañía. Entre los apoyos estaban el propio Martínez o Edizione. También lo respaldaba TCI, que en los primeros meses del año se había convertido en el primer accionista del grupo pasando del 1,5% a más del 9%, gracias a la conversión de distintos productos financieros en acciones. El problema es que no se alcanzaban los 8 votos que marcan los estatutos como necesarios. En contra estaban GIC, dos consejeros independientes y el presidente del consejo, Bertrand Kan, que se postulaba a asumir él los poderes ejecutivos de la compañía.

TCI irrumpió con fuerza frente a este bloqueo y llegó a reclamar públicamente el cese de Kan y de otros dos consejeros, incluyendo el representante de GIC. Detrás de TCI se encuentra Chris Hohn, un tiburón financiero conocido en los mercados como uno de los más agresivos por su implicación en las tomas de decisiones en las empresas en las que participa. Ha sido conocido también por derrocar a distintos ejecutivos en estas compañías. La presión en Cellnex fue tal que Kan tuvo que acabar dejando el cargo de presidente –su cese no necesitaba los ocho votos que precisaba el CEO–, pero también su puesto en el consejo. Junto con Kan, también salió el otro consejero que votó en contra de Patuano. Tras estas salidas, con las que entró un representante de TCI en el consejo, el nombramiento del nuevo consejero delegado se desbloqueó.

El consejo ahora está presidido por Anne Bouverot, que ya era consejera y sustituyó a Kan tras su cese, y Patuano recibió el respaldo de los accionistas como nuevo CEO. Sin embargo, tras esta transición en la cúpula de Cellnex hay mucho más que una mera transición formal. Hay también un cambio de era en la multinacional. Después de unos años centrados en el crecimiento, la subida de los tipos de interés y por tanto del coste de la deuda obliga a replegarse y tratar de sacar partido de los activos que se han ido adquiriendo durante los últimos años.

Del crecimiento a la “consolidación”

Cellnex logró sacar partido del sector en un momento muy concreto. La cobertura dejó de ser un hecho diferencial en la competencia entre operadoras de telefonía y comenzaron a abrir la puerta a compartir infraestructuras con otros rivales o, incluso, a venderlas a otros inversores. Empresas como Telefónica, Orange, Vodafone o Deutsche Telekom podían obtener una importante fuente de ingresos vendiendo estos activos gracias al apetito inversor que tenían muchos fondos. Telefónica vendió sus torres en Telxius o Vodafone desinvirtió en Vantage Towers, entre otras grandes operaciones en el sector. En este contexto, Cellnex hizo una operación tras otra hasta convertirse en lo que es hoy, un gigante mundial.

En sus primeros seis años de vida, multiplicó por cinco su valor en Bolsa. Llegó a superar los 40.000 millones de valor bursátil, una cifra al alcance de muy pocos en cuanto a empresas españolas. Sin embargo, desde aquel verano de 2021, Cellnex ha perdido casi un 40% del valor, y eso que a lo largo de este año ha recuperado una parte. La ingente cantidad de deuda ha lastrado a la compañía en un contexto en el que el mercado penaliza a las empresas más endeudadas cuando suben los tipos de interés.

Así, la nueva cúpula tiene que afrontar un periodo en el que ya no se piensa en hacer nuevas adquisiciones. La propia presidenta no ejecutiva, Anne Bouverot, explicaba este jueves en un encuentro con la prensa que no existen oportunidades en el mercado para adquirir nuevos activos. Así, apuntaba que el plan debe ser “consolidar” a la empresa tras tanta inversión, sacando partido de los activos adquiridos. Incluso dejó la puerta abierta a vender “participaciones minoritarias” en algunas filiales.

“Tenemos que reducir deuda e incrementar la remuneración a los accionistas”, marcó Bouverot como objetivos, aunque evitó fijar un calendario al nuevo consejero delegado. “Necesitamos que llegue y se tome su tiempo para analizar todas las cuestiones, necesita tiempo”, aseguró la directiva francesa. “Un sólido balance también garantizará que estemos preparados para las futuras oleadas de crecimiento en el sector”, subrayó Bouverot.

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