El mundo financiero tenía los ojos puestos en el Senado de los EEUU. Janet Yellen, la mujer propuesta por Barack Obama para dirigir la Reserva Federal a partir de enero, tenía que responder a las preguntas de los senadores del Comité Financiero que deben aprobar su nominación. El examen tenía trampa, ya que tanto demócratas como republicanos habían presionado a Obama para que Yellen saliera elegida.
Los mercados aguantaron la respiración durante la primera mitad de la intervención de Yellen, que duró algo más de dos horas, a la espera de escuchar noticias frescas, o adivinar al menos el parpadeo, de hacia dónde se dirigirá la política monetaria de EEUU. Los mercados oscilan en un sinvivir, a cuenta del momento en el que la Fed retirará los estímulos, lo que en jerga financiera se conoce como empezar el tapering (un término acuñado porque Ben Bernanke aseguró que en algún momento comenzarían a reducir (taper) las compras de bonos).
Aunque como buena candida a presidir un banco central Yellen no se mojó mucho, dio los datos suficientes como para convencer a los mercados de que el final de la política expansiva no está cerca. El mantra de sus respuestas a los senadores fue que hasta que la economía “no se normalizara”, los tipos de interés no se podrían “normalizar” tampoco. En definitiva, que los estímulos continuarán hasta que la economía esté en una fase de recuperación “sólida”. La política conocida como “cuantitativa” esto es, con masivas compras de bonos que se está llevando ahora no debe eternizarse “indefinidamente”, reconoció Yellen, que también defendió que no era el momento para levantar estas ayudas. Por supuesto, ni un calendario para entender cuando puede haber un cambio de rumbo.
Con todo, lo más novedoso, o refrescante, de su discurso, fueron las referencias a lo que no es estrictamente política monetaria sino salud económica. A diferencia del Banco Central Europeo, la Fed sí tiene que prestar atención al crecimiento económico y al desempleo, y no está obsesionada con el mandato de vigilar la inflación. Así las cosas, Yellen opinó con soltura de recuperación, que dijo que debería ser el principal objetivo de la institución que está apunto de presidir, y el desempleo, y habló de servir “a la gente de la calle”.
Así, a preguntas de una senadora demócrata, Yellen reconoció que la desigualdad en los ingresos en EEUU había vuelto a niveles de los ochenta. En uno de los discursos con más acogida entre la progresía estadounidense, Yellen aseguró que las clases medias han perdido masivamente ingresos, que han ido al 10% de la población que acumula más riqueza.
En este sentido, también se extendió al asumir que la tasa de paro no es solo la oficial, que está en el 7,3%, sino que en un concepto más amplio (en el que se puede incluir a la gente que tiene un contrato a tiempo parcial pero quiere una jornada completa o a los activos que han caído en el desánimo), esta tasa puede estar por encima del 10%. “El pleno empleo en EEUU está en una horquilla entre el 5 y el 6%”, recordó esta economista experta en mercado laboral. La Reserva Federal ha dicho que no quitará los estímulos hasta que no se toque el 6,5%, pero los senadores trataban de empujar a Yellen a que reconociera que aún tocando esa tasa, el paro es mucho mayor en el país.
Increpada por varios senadores por la dependencia de la Fed de los mercados, Yellen aseguró que la Reserva Federal “no debe ser prisionera de los mercados”. Con todo, la discípula de James Tobin aseguró que pese a la fuerte subida de las bolsas en el último año no se puede decir que estemos ante una nueva burbuja de activos, si atendemos a los fundamentales (las tripas) de las compañías.
Doctora en Economía por Yale, Yellen también lanzó un mensaje a favor de una supervisión financiera estricta sobre los bancos, especialmente sobre los grandes, también muy del gusto de los demócratas.