Un espacio dedicado a conocer historias y experiencias reales a las que se enfrentan los inquilinos al alquilar una vivienda. Si tienes algo que contar, escríbenos a alquiler@eldiario.es y hablaremos sobre tu historia.
“Cuando me mudé habían quitado la ventaja fiscal por alquiler así que no me importó que la casera no declarara el piso”
Me gustaría contar nuestra historia, nuestra historia no es la peor pero es la nuestra.
Creo que es vital hacer difusión más allá de nuestros familiares, amig@s o sindicatos de barrio. Se nos expulsa de nuestras ciudades y barrios, esto implica romper la red, el tejido social, dejar de ir a nuestra panadería o a nuestra frutería representa más que el hecho en sí: se nos aparta físicamente, se nos separa, se nos aliena.
Nosotras no parábamos de escuchar historias de amigas y conocidas pero hasta que no nos ha tocado supongo que no lo hemos entendido. Cuando me mudé, hace unos cinco años, hacía relativamente poco que habían quitado las ventajas fiscales por alquiler así que no me importó demasiado que mi casera no declarara el piso.
Se trata de un piso viejo y carente de mantenimiento a lo largo de los años. La cocina no tiene puerta ni extractor y la encimera está tan dañada que el agua se filtra y genera humedades. Por su parte, el baño tiene goteras en el techo y la cisterna se estropea aproximadamente cada 6 meses. Con todo, el piso está situado en Poble Sec (Barcelona) y el precio era de 750 euros compartido entre tres. A pesar de los incovenientes, la suma de los pros y contras nos compensaba en general.
Hace 2 años tuvimos una subida de alquiler y una renovación de contrato ficticio. Por aquel entonces la casera se comprometió a respetarnos el precio de 810 euros durante 3 años.
Dentro de un mes una de las compañeras se muda con su pareja y decidimos comunicárselo. Aprovechando este cambio, la casera nos informó que el precio del piso iba a cambiar, por si y cito: “Todavía os sigue interesando el piso”. El nuevo precio es de 1.150 euros, 240 euros más caro. Cuando le comunicamos nuestro descontento nos aclaró que el precio de mercado es en realidad de 1.400 euros, y que nos estaba ajustando el precio. Además se comprometía a arreglar el baño en algún momento.
Este hecho nos obliga bien a abandonar el piso y por ende el barrio, que se encuentra en plena subida o alquilar la habitación libre a un precio desorbitado, participando así del juego macabro que nos expulsa de nuestro hogar. La supervivencia nos ha hecho optar por la segunda opción en el corto plazo. Yo por mi parte hace días que no duermo igual.
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