La nueva subida de tipos del BCE llevará a un 20% de los hipotecados a superar la línea roja del endeudamiento
El Banco Central Europeo (BCE) intensificará el endurecimiento de las condiciones de financiación para dejar de alimentar la inflación, desboca y persistente, con una nueva subida de los tipos de interés oficiales en la eurozona, que podría ser de hasta el 0,75%, tras el 0,5% de julio, según se decante el debate entre las posiciones más y menos agresivas en el comité de política monetaria de la institución en su reunión de este jueves.
Con este incremento, que al menos acumulará un salto de 100 puntos básicos en apenas tres meses desde el 0%, una quinta parte de los hipotecados en nuestro país –exactamente el 20% con menos renta– alcanzará la línea roja del endeudamiento, según el modelo de sensibilidad que el Banco de España presentó en el Congreso de los Diputados el pasado junio.
Este “límite” que los hogares no deberían sobrepasar respecto al pago de sus deudas se establece en una carga financiera del 35% de la renta total, según distintas fuentes. El propio Banco de España señala que cuando se supera el 40% se está realizando un “esfuerzo elevado”, que conlleva riesgo de morosidad, incluso de impago. Un amenaza todavía moderada respecto al conjunto de la economía, pero preocupante.
Encarecimientos de las hipotecas y del resto de préstamos
Este encarecimiento de las hipotecas por la subida del Euribor –el índice de referencia para el tipo de interés o TAE final– y el endurecimiento también del resto préstamos son las tuercas que el BCE está apretando con las subidas de las tasas oficiales. Su objetivo es enfriar el consumo, la inversión de las empresas o la capacidad de gasto de los estados para combatir la inflación desbocada. Y el riesgo es que no solo se desaceleren las subidas de precios, sino que la economía entre en recesión.
En España, este peligro está más lejos que en socios como Alemania o Italia por la mayor intensidad del crecimiento (en pleno rebote) en este momento, por el turismo y por la explosión del sector servicios en general, por fin sin restricciones por la COVID.
Además, la decisión del BCE ignora el origen de la crisis de inflación en la energía y en la geopolítica, que poco tienen que ver con las condiciones de financiación. Y se suma a la finalización de los programas de compra de deuda con los que ha creado dinero para garantizar la demanda en los mercados financieros durante años para favorecer precisamente el crecimiento y la recuperación económica, primero tras la Gran Crisis Financiera de 2008, y después tras la pandemia de COVID.
El equilibrio que enfrenta el BCE es muy delicado. Y el mismo modelo de sensibilidad a las subidas de los tipos de interés del Banco de España muestra que, en el peor escenario contemplado –una subida de 300 puntos básicos de los tipos de interés–, la carga financiera apenas aumentará al 3% de la renta disponible de las familias más ricas.
De nuevo, los más pobres sufrirán las principales consecuencias de la subida de los tipos de interés, con los salarios contenidos. Así, distintas voces críticas piden un replanteamiento de la estrategia del BCE para combatir la actual crisis de inflación, que también está reservando su mayor golpe a las rentas más bajas, que dedican mayor parte de su presupuesto a la energía y a la alimentación –hasta un 25% de los ingresos totales del 25% de los hogares más pobres–, que es precisamente lo que más ha subido en los últimos meses.
Caída del euro y déficit comercial
Para los economistas menos ortodoxos, los que todavía se alarman con las peticiones de agresividad a los bancos centrales por parte del FMI (Fondo Monetario Internacional) “aunque signifique recesión y desempleo”, la mejor razón (o la única) para subir los tipos de interés oficiales es el hundimiento del euro en su cruce con el dólar.
Lo es porque la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos ha sido efectivamente más agresiva que el BCE en los últimos meses, convirtiendo al dólar en una aspiradora de dinero en los mercados internacionales. Esta política ha provocado que se eleve mucho la rentabilidad que ofrece la deuda denominada en el billete verde, como consecuencia de las subidas de los tipos de interés al otro lado del Atlántico, donde ya están en el 2,25%.
La debilidad de la moneda común, que se deprecia un 20% frente al dólar desde los primeros días de 2021, se traduce en un abaratamiento de las exportaciones [lo que se vende fuera], pero también en un mayor encarecimiento de las importaciones. Y las facturas más importantes que pagan los estados de la eurozona en dólares son de materias primas energéticas, ya de por sí disparadas.
“La mejor manera de ver cuánto han cambiado las cosas es a través de la balanza comercial de la eurozona, que, después de años de superávit [se vendía más de lo que se compraba fuera], ahora tiene un profundo déficit”, apunta Robin Brooks, economista jefe de IIF.
“La debilidad del euro y el deterioro de la balanza comercial de la eurozona no hace sino empeorar el problema, ya que tira al alza de la inflación al aumentar la factura de las importaciones”, admite Mark Nash, experto de la gestora Jupiter AM.
¿Riesgo de recesión?
De un ciclo agresivo de subidas de los tipos de interés por parte del BCE también puede entenderse que existe confianza en la fortaleza de las economías de la eurozona, incluso en que una crisis de deuda y de subidas de las primas de riesgo como la de 2010 y 2012 queda remota gracias al punto de partida totalmente diferente por las extraordinarias condiciones de financiación de los últimos años.
Mateusz Urban, analista de Oxford Economics, observa que en las actas de la reunión de julio de la institución, cuando se decidió la subida del 0,5%, los miembros del comité de política monetaria “se mostraron relativamente más relajados sobre los riesgos de recesión, afirmando que no había indicios de una recesión importante y que la economía de la eurozona ha demostrado ser resistente”.
“El empeoramiento de las perspectivas volverá a girar hacia la moderación al BCE y, eventualmente, conducirá a una pausa en las subidas de los tipos de interés oficiales. Aunque creemos que sucederá a principios de 2023, ya que los precios récord de los carburantes [o del gas] aumentan el riesgo de mantener la inflación alta durante más tiempo”, continúa el economista.
“Reunión a reunión”
“Meeting-by-meeting” (reunión a reunión, en inglés) para surfear meses de extrema incertidumbre. Con esa expresión de reminiscencias deportivas resumió el BCE, por su parte, su hoja de ruta para los próximos meses en las actas de la reunión de julio. De esta manera muestra también que el equilibrio que debe atender dista mucho de la mayor homogeneidad que gobierna la Fed.
El BCE tiene que pensar en no ahogar a los países más sobreendeudados y menos disciplinados fiscalmente, entre ellos Italia y España, incluso mantiene herramientas para evitar que se encarezca mucho más su coste de financiación respecto a Alemania o Países Bajos (aquí se explican).
Sin ir más lejos, hace tan solo unos días, la subgobernadora del Banco de Francia, Sylvie Goulard y su homóloga en España, Margarita Delgado, afirmaron que “se debería combatir la inflación sin generar una recesión”.
Las actas del BCE también desvelaron que algunos miembros de la mesa de decisión, en la que están los miembros del comité ejecutivo y los gobernadores de cada país de la eurozona, que hubo debate sobre si era más conveniente realizar una primera subida de solo 25 puntos básicos ante la amenaza de una contracción de la actividad económica, con el riesgo latente de un corte del suministro de gas.
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