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Todo lo que Italia ha hecho con el rescate de dos bancos que en España no ha pasado con el Popular

El fin de semana pasado el gobierno italiano intervino dos bancos de la región del Véneto con un coste potencial de 17.000 millones de euros, y vendió la parte sana de los mismos a Intesa Sanpaolo por un euro con el beneplácito de la Comisión Europea. El agravio comparativo respecto a la venta del Popular al Santander ha dado lugar a no poco cabreo en España. Aunque es normal el enfado por que Italia se haga trampas al solitario, no está muy claro en qué se traduce esto respecto al Popular.

Los accionistas y preferentistas de los bancos Vénetos lo han perdido todo, y ni siquiera medió un informe de valor económico negativo, por dudoso que éste sea en el caso del Popular. Y seguramente no se está pidiendo que el gobierno español destine 20.000 millones más en un rescate bancario.

Los accionistas

Los accionistas del Banco Popular han visto sus acciones amortizadas a valor cero, después de acudir a una ampliación de capital de 2.500 millones de euros hace poco más de un año. Por su parte, el caso de los accionistas de los bancos Vénetos es complicado.

A todos los efectos, en el momento de ser declarados insolventes el viernes pasado Banco Popolare di Vicenza y Veneto Banca tenían un solo accionista: el fondo Atlante. Hasta 2015 los dos bancos Vénetos eran bancos cooperativos o mutuas (“popolari” en italiano) que no cotizaban en bolsa, con unos 120.000 socios Popolare di Vicenza y unos 80.000 Veneto Banca.

Ese año el gobierno italiano legisló la conversión forzosa en sociedades anónimas, que los bancos Vénetos cumplieron a principios de 2016. Acto seguido, a instancias del supervisor europeo, intentaron aumentar capital, por unos 1.500 millones de euros Popolare di Vicenza, y unos 1.000 millones Veneto Banca, lo que fue un fracaso. Sólo recibieron ofertas por unos pocos por ciento de las acciones.

Cuando una empresa hace una ampliación de capital o, como en el caso de los bancos Vénetos, sale a bolsa, acude a la banca de inversión que le proporciona dos servicios. El primero es la colocación (sin ironía) de las nuevas acciones en el mercado, y el segundo es el aseguramiento de la operación: la banca de inversión adelanta a la empresa emisora de las acciones el capital deseado y se compromete a adquirir a un precio de referencia las acciones que queden sin vender. Normalmente es un negocio bastante lucrativo, pero ocasionalmente no hay suficiente demanda de las acciones y la banca de inversión se queda con el vulgar marrón.

En el caso de Popolare di Vicenza y Veneto Banca los aseguramientos corrían a cargo de Unicredit e Intesa Sanpaolo respectivamente, los dos mayores bancos de Italia. Ninguno de los dos tenía intención de absorber los bancos Vénetos como resultado de aseguramientos fallidos, y en el caso de Unicredit se llegó a decir que le habría hecho falta a su vez ampliar capital (recordemos que lo hizo este invierno por 13.000 millones de euros).

Como resultado, los bancos italianos crearon el fondo Atlante (el nombre italiano del coloso Atlas, el que sostenía el mundo sobre los hombros). El propósito no declarado de Atlante era rescatar a los dos mayores bancos de Italia, Unicredit e Intesa Sanpaolo, de la obligación de absorber los bancos Vénetos. Los dos grandes bancos eran los accionistas mayoritarios de Atlante, pero al tener cada uno menos del 50% del capital no estaban obligados a consolidar los bancos Vénetos en sus balances.

Pero el hecho es que los pequeños accionistas de los bancos Vénetos, antes socios de los bancos cooperativos, perdieron todo en ese momento.

El test de esfuerzo

Poco después de las ampliaciones de capital tanto de Popular como de los bancos Vénetos se publicaron los resultados del test de esfuerzo de la autoridad bancaria europea (ABE). Popular participó y, aunque no se encontró que le faltase capital, no salió demasiado bien parado. Paralelamente el mecanismo único de supervisión (MUS) extendió los tests de esfuerzo, sin publicar los resultados, a todos los grandes bancos incluidos los Vénetos, que sí se vieron obligados a recapitalizarse otra vez.

El rescate

Al perder Matteo Renzi su referéndum constitucional en diciembre, la banca de inversión estaba curada de espanto, y el consorcio que Monte dei Paschi di Siena había contratado para una ampliación de capital de 5.000 millones se retiró de la operación. Naturalmente la ampliación falló, y entonces el gobierno italiano habilitó un fondo de 20.000 millones para recapitalizar Monte dei Paschi y lo que pudiese venir (léase: los bancos Vénetos).

Y, en efecto, en febrero de este año el gobierno italiano garantizó a los bancos Vénetos sendas emisiones de bonos por un total de casi 5.000 millones. La Comisión Europea autorizó la operación bajo las reglas de ayuda del Estado porque el supervisor seguía diciendo que los bancos eran solventes, y el gobierno italiano decía que los bonos eran necesarios sólo por razones de liquidez.

Poco después, en marzo, los bancos Vénetos solicitaron una recapitalización cautelar por parte del Estado italiano, similar a la que había solicitado Monte dei Paschi di Siena en diciembre. Esta solicitud se basaba en los resultados no publicados del test de esfuerzo del SSM el verano pasado. Aquí la Comisión se plantó y, antes de autorizar la inyección de capital público, exigió que los bancos Vénetos recibiesen más de 1.200 millones de euros de dinero privado para cubrir pérdidas ya incurridas o esperadas.

Ya a finales de mayo, los bancos Vénetos volvieron recibir una garantía estatal para otra emisión de otros 5.000 millones en bonos, de nuevo por liquidez. La Comisión lo volvió autorizar por ser para liquidez, y porque el supervisor seguía diciendo que los bancos eran solventes. Para entonces, como ya sabemos, el Banco Popular ya tenía un problema incipiente de fuga de depósitos.

El órdago

También a finales de mayo, cuando parecía que la intransigencia de la Comisión sobre las ayudas del Estado haría fracasar la petición de recapitalización cautelar de los bancos Vénetos, el consejero delegado de Intesa Sanpaolo, Carlo Messina, vino a decir que quién era la Comisión Europea para exigir capital privado y que el gobierno italiano tenía que hacerse respetar en Bruselas.

El colapso

La primera semana de junio fallaba el Banco Popular sin recapitalizaciones cautelares ni garantías estatales de liquidez. La Junta Única de Resolución (JUR) vendió el Popular por un euro al Santander, sobre la base de un informe de Deloitte que sigue sin conocerse y que el FROB asegura que valoraba el banco en mucho menos que nada.

Santander anunció que haría una ampliación de capital de 7.000 millones de euros para cubrir el déficit de provisiones para préstamos morosos del Banco Popular. Santander adquirió los activos improductivos del Popular y sus responsabilidades legales. Los accionistas y bonistas subordinados lo perdieron todo.

En la semanas previas se había intentado sin éxito que diversos bancos hiciesen ofertas de adquisición del Popular. En Italia pasaba algo parecido, nadie daba una lira por los bancos Vénetos. En vista de ello, el Tesoro italiano empezó a explorar su liquidación y venta.

El ultimátum

Dos semanas después del fallo del Popular, Intesa Sanpaolo hizo una oferta vinculante sobre los bancos vénetos, con condiciones leoninas para el Tesoro italiano y la Comisión Europea. Intesa ofrecía un euro no por la totalidad de los bancos sino sólo los activos sanos y los depósitos. El resto tendría que terminar en un banco malo.

Pero, además, Intesa exigía que la consolidación de balances no le costase capital, y que se le eximiese de los riesgos legales y de los costes de reestructuración de plantilla. Además, la oferta estaba condicionada a que las autoridades de competición de la Comisión Europea aprobasen la operación sin alteraciones.

La capitulación

El fin de semana pasado, en vista de que no había más ofertas sobre la mesa que la de Intesa Sanpaolo, las autoridades italianas y europeas hicieron lo que Carlo Messina les pedía. El MUS –por fin, un año después– declaró insolventes a los bancos Vénetos.

La JUR dijo que, como éstos no eran sistémicos, le correspondía a Italia liquidarlos. E Italia dijo que los bancos un poco sistémicos sí que eran, para su región, así que los iba a dividir en banco bueno y banco malo, iba a dar el banco bueno a Intesa por un euro, y además iba entregar a Intesa 5.000 millones para recapitalizarse y ajustar plantilla. Intesa daría un crédito puente al banco malo, a cambio de una garantía estatal de 12.000 millones de euros. Y, por supuesto, los accionistas y bonistas subordinados de los bancos Vénetos también lo perdieron todo.

Parece que Carlo Messina ha enseñado a Italia, a la Comisión Europea, y casi al Santander, quién manda aquí.