El Estado privatiza los economatos mineros, una de las últimas huellas del paternalismo industrial
Uno de los vestigios de la importancia industrial que tuvo Asturias durante el siglo XX es la amplia proliferación de los economatos. Estas tiendas fueron durante muchos años una figura clave del llamado paternalismo industrial, en el que las residencias de verano para trabajadores o las escuelas, jugaban un papel clave en la relación del patrón con sus empleados. Desde el siglo XIX numerosas empresas establecieron esos mercados, con precios más bajos, para el sustento de los trabajadores y sus familias, como la hullera pública (Hunosa), Ensidesa o Duro Felguera.
Su función social, en paralelo al sustento económico familiar, era de tal calado que hubo épocas en las que el importe de la compra se repercutía sobre las nóminas de los trabajadores. Asturias llegó a tener más de 50 tiendas de este tipo. Hoy sólo sobreviven 12 de estos locales repartidos por distintos concejos mineros y son todos “economatos de Hunosa”.
Este verano, la hullera pública se desprendió de sus tiendas, dentro del proceso de reconversión en el que está inmerso y que le está llevando a la apertura de antiguos pozos como atractivo turístico. Después de muchos tira y afloja, la adquisición por gente de la zona, el Grupo El Arco, supuso un alivio para muchos clientes de estos emblemáticos establecimientos. Estuvieron a punto de ver desvanecerse otro símbolo más del poder industrial que otrora tuvo esta región. Tal es así que los vecinos del municipio de Bimenes llegaron a manifestarse a favor de la continuidad del servicio, al considerar muy necesario el economato, el único supermercado existente en la zona.
El alcalde de Bimenes, Aitor García, considera que su continuidad supuso una gran noticia para el concejo. Con una visión menos comercial y más sentimental relata la octogenaria Laura la importancia que para ella tiene esta superficie: “Mi marido (Enrique Carbajal) fue empleado de este economato 48 años. Entró a trabajar a los 15 y los recuerdos son muchos”. Cuenta que tenían que poner a calentar el aceite en invierno cuando se solidificaba por el frío para poder venderlo y cómo tenían que pesar toda la mercancía que llegaba a granel, en sacos.
Para María José Canto García, con menos décadas a sus espaldas que su vecina Laura, y clienta también del establecimiento, “el economato es como el Carrefour, no he conocido otra tienda y ojalá dure muchos años porque es muy necesaria para esta zona rural”.
Sus nuevos propietarios quieren mantener parte de la idiosincrasia de estos establecimientos que sólo abrían en horario de mañana. Y poco a poco introducirlos en el siglo XXI. Su nueva imagen corporativa: “El Economato: abierto a todos”, trata de aunar la historia con la nueva línea aperturista de este supermercado que, como novedad, también abre los sábados por la mañana. Tampoco descartan expandirlos a otras localidades de la región como Oviedo y Gijón.
El consejero delegado del grupo, Jesús Rodríguez, hace un balance muy positivo de los dos meses que lleva al frente de las tiendas. Comenta que el balance empresarial es mejor de lo que esperaban: “La venta ha sido buena, porque el cliente es fiel a estos establecimientos”.
Una de las características de estas tiendas es el apoyo a los proveedores locales, con productos de calidad y diferenciados, algo muy demandado por los usuarios de los economatos y una línea de continuidad por la que quieren seguir apostando. El grupo tiene una red de establecimientos de tamaño mediano, muy centrado en el comercio de proximidad.
En el terreno social, para este grupo alimenticio, la recompensa se traduce en una mera anécdota. Una simple llamada, muy emotiva de un vecino, ya mayor, “dándome las gracias por la adquisición y mantenimiento de los economatos”. “Me comentó que de muy pequeño perdió a su padre en la mina y que tan dura fue la falta del progenitor como la pérdida de la famosa tarjeta del economato. Hasta que con quince años la familia la pudo recuperar entrando él a trabajar en la mina”. Los economatos dejaron de emitir tarjetas de acceso únicamente para trabajadores y familiares directos en los años ochenta.
El Arco, que este año cumple 30 años, ha hecho una inversión que supera los dos millones de euros para hacerse con las antiguas tiendas de Hunosa. Los once centros vendidos son los de Moreda, Mieres, Pola de Siero, Langreo, Carbayín, El Entrego, Sotrondio, Barredos, Morcín, Turón y Ujo, al que hay que añadir el de Bimenes, tras llegar a un acuerdo con los propietarios del local, en régimen de alquiler.
Los pliegos de condiciones incluían también la subrogación de los más de 90 trabajadores de la empresa Lacera y la Fundación Santa Bárbara (Fusba) que prestaban sus servicios hasta el momento. En algunas tiendas el personal se ha reforzado según las necesidades con nuevas contrataciones, y ya alcanzan el centenar de trabajadores. Este grupo empresarial langreano superará ahora los 600 empleados y llegará a las 120 tiendas, entre todas las marcas que forman parte del grupo dedicado principalmente a la alimentación.