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El trabajo de cuidados no pagado hecho por las mujeres supone el 10,3% del PIB español

Una mujer empuja a otra en una silla de ruedas.

Ana Requena Aguilar

El trabajo de cuidados no remunerado no solo sostiene, también es fuente de riqueza. Ese trabajo no pagado supondría (con cálculos que toman parámetros de 2011) el 14,9% del PIB español, según un informe de la Organización Internacional del Trabajo. Puesto que son las mujeres las que siguen desempeñando mayoritariamente ese trabajo son también las que más aportarían al PIB: un 10,3% frente al 4,7% de los hombres. “El trabajo de cuidados no remunerado sigue siendo mayormente invisible y no reconocido, y no se toma en cuenta en la toma de decisiones”, dice el organismo.

A nivel mundial, las mujeres realizan el 76,2% de estos trabajos no pagados, lo que supone que dedican a él 3,2 veces más tiempo que los hombres. Ningún país del mundo registra un reparto equilibrado de estos trabajos entre mujeres y hombres.  Este trabajo, apunta la OIT, representa el principal obstáculo para que las mujeres accedan al mercado laboral y lo hagan con empleos y sueldos decentes.

En España, las mujeres dedican de media 4,3 horas diarias a los trabajos de cuidados de remunerados, que incluyen desde el cuidado de miembros de la familia hasta las tareas domésticas o echar una mano en otros hogares. En el caso de los hombres, ese tiempo medio es de 2,1 horas diarias. Los datos muestran, además, que apenas ha habido cambios en los últimos años: entre 1997 y 2012, los hombres han aumentado su trabajo de cuidados en 1,1 minutos diarios y las mujeres lo han reducido en 2,1 minutos.

El estudio muestra como la cantidad de tiempo dedicada a estas labores aumenta significativamente cuando hay hijos e hijas de por medios. Eso se traduce en la “penalización por maternidad” para las mujeres, una tendencia que la OIT constata se producen en todo el mundo. Los datos son elocuentes: en 2018, las madres con niños menores de cinco años tienen las tasas de empleo más bajas (un 47,6%) de todos los grupos. Una situación que contrasta con la que viven no solo los hombres, sino los hombres que son padres, que experimentan una “prima por paternidad”: es este grupo social el que registra tasas de empleo más elevadas.

“En todas las regiones, la brecha de género por las horas dedicadas al empleo crece a medida que aumentan el número de niños”, asegura la OIT. Las largas jornadas de trabajo en sectores u ocupaciones más masculinizadas disuaden a las mujeres, que son cuidadoras reales o potenciales, lo que refuerza la segregación ocupacional. También este mecanismo influye en la brecha salarial, puesto que las empresas acaban primando con sueldo las largas jornadas y presencias, lo que en la práctica supone dar más salario a los hombres y reforzar los roles de género.

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