A muerte súbita. Así han negociado este domingo los 19 socios del euro las condiciones para un tercer rescate a Grecia y la permanencia de Atenas en el euro. La jornada maratoniana empezó con una reunión de los ministros de Finanzas del Eurogrupo, que acordó un borrador casidraconiano cuyos puntos más negros se dejaron a la negociación de los líderes. Pasada la medianoche, los presidentes de los países del euro hacían un receso -el segundo-para consultas bilaterales intentando salvar in extremis un acuerdo. Un acuerdo que lleva a Alexis Tsipras al borde del precipicio político al tener que aceptar unas durísimas condiciones a cambios de entre 82.000 y 86.000 millones de financiación para los próximos tres años.
Pese a que hubiera 19 dirigentes alrededor de una mesa, el apretón de manos solo podía ser entre dos: Alexis Tsipras y Angela Merkel. O acuerdo o Grexit. Pero este especie de duelo principal estuvo rodeado por fuertes discusiones. Una de las más sonoras, según Reuters, fue entre el gobernador del Banco Central Europeo, Mario Draghi, y el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble. Según la agencia de noticias, Draghi defendió con unas y dientes la permanencia del Grecia en el euro y el alemán, en medio de una acalorada discusión le espetó, “¡No soy un estúpido!”.
Previamente a la Cumbre Extraordinaria, el Eurogrupo (los 19 ministros de Finanzas de la Eurozona) se había reunido para pergeñar un documento de trabajo que sirviera a presidentes y primeros ministros para sentarse a la mesa. Esta reunión informal empezó el sábado a las 15 y terminó al día siguiente pasadas las 16, lo que prueba las tremendas dificultades para llegar a acuerdos entre todos. Al final salió un documento durísimo de cuatro páginas con una serie de acciones prioritarias con las que Grecia estaba de acuerdo y otra serie de medidas que se pusieron entre corchetes y que el Gobierno de Tsipras se negó a posteriori a respaldar.
A cierre de esta edición tres elementos separaban a ambas partes del acuerdo: la mención a la reestructuración de la deuda pública griega, la participación del FMI en el tercer programa de rescate -que Grecia repudia y Alemania contempla- y un compromiso para que el Banco Central Europeo vuelva a inyectar liquidez a la banca insolvente antes de que el Parlamento heleno, la Vouli, apruebe las reformas. Otros puntos como la reforma laboral o la privatización de la compañía eléctrica nacional no eran seguros; y se pactó, eso sí, una importante concesión griega en las acciones prioritarias.
Sobre otro punto que parecía insalvable se logró un acercamiento: la creación de una suerte de fondo controlado por Atenas y supervisado por la Troika radicado en Luxemburgo en el que se meterían todos los activos susceptibles de ser privatizados para reducir la deuda pública. Según varias fuentes, a última hora Tsipras aceptó la creación de este fondo con la condición de que estuviera radicado en Grecia y no en el pseudoparaíso fiscal que es el ducado.
Indignación en redes y humillación para parlamentarios
El Gobierno de Syriza acordó las reformas más urgentes para la semana que empieza: subir el IVA y una reforma tributaria de calado, otra ambiciosa reforma –léase tijeretazo- en las pensiones, una autoridad fiscal independiente, dotar de total independencia a la oficina estadística griega, una reforma judicial que facilite el concurso de acreedores y la trasposición de la directiva europea bancaria.
Otra de las condiciones sorprendentes, es que las reformas tienen que estar aprobadas por el Parlamento griego antes del miércoles 15 de julio. Solo cuando sean ley, y el resto de los socios las crean, se formalizará un acuerdo que debará estar listo y preparado para desembolsar dinero el 20 de julio al BCE.
La dureza del documento del Eurogrupo hizo proliferar la indignación por las redes sociales hacia los acreedores y el texto, no definitivo y redactado con tinta germánica. #Thisisacoup (esto es un golpe de Estado) llegó a ser Trending Topic.
Pero a la Troika le supo a poco y al final quedaron frente a frente Tsipras y Merkel, pese a que Alemania había quedado el sábado relegada en favor de Finlandia en cuanto a intransigencia pro-austeridad. Fue un espejismo: la realidad puso en su sitio al Ejecutivo de Helsinki –el ministro Alex Stubb llegó a pedir la salida de Grecia del euro- y Berlín terminó por liderar el bloque duro, como se había especulado. Solo Francia, favorable a un acuerdo a toda costa, hacía de punta de lanza del bloque pro Grecia en el euro, con Italia, España y Luxemburgo entre sus filas.
Entrada la noche, y en paralelo a la cumbre se metieron a discutir en un cuarto los ministros Euclides Tsakalotos, Wolfgang Schäuble y Michel Sapin. Al cabo de una hora Sapin abandonó la sala, quedándose solos los ministros de Finanzas alemán y griego.
Consciente de que si daba el sí al texto era, según palabras de funcionarios helenos, una “humillación” (en los corrillos se llegaron a tildar las peticiones de waterboarding, la técnica de tortura), Tsipras expresó a sus homólogos de la Eurozona un ya basta sonoro. “He llevado a mi propio Parlamento la propuesta de reformas en las que no creemos para ganar su confianza. Pero algunos aquí intentan castigarnos duramente por pensar distinto”, argumentó el líder griego. “No nos pueden pedir estos sacrificios”. En las filas de Syriza también clamaban voces disidentes y el socio de Gobierno, los conservadores ANEL, auguraban su voto en contra de las medidas.