David Madden es sociólogo y profesor en la London School of Economics. Junto a Peter Marcuse, profesor de planificación urbana en la Universidad de Columbia (e hijo de Herbert Marcuse), ha escrito el libro “En defensa de la vivienda” (Capitán Swing). En esta obra, presentada recientemente en España, los autores defienden que “lo residencial es político”: “En la actualidad, los síntomas de la crisis de la vivienda son muy visibles en todas partes. El coste de la vivienda está exprimiendo a los hogares. El número de personas sin hogar no hace más que aumentar”.
Su tesis, tal y como explica Madden en una entrevista con eldiario.es, es que la crisis de la vivienda “es el resultado predecible y lógico de una característica básica del desarrollo espacial capitalista”: la vivienda no se produce y distribuye para que todo el mundo tenga un lugar para vivir, sino como una mercancía para enriquecer a unos pocos.
Un sistema habitacional “desmercantilizado y desfinanciarizado”, un parque de vivienda pública realmente desarrollado, y dejar que prosperen alternativas de vivienda diferentes a las habituales son algunas de sus propuestas. Mientras tanto, Madden se muestra un firme defensor de la limitación de los precios del alquiler (cuya no implantación enfrentó al PSOE y a Unidos Podemos y provocó la derogación del decreto de reforma de la ley de arrendamientos urbanos).
El sociólogo explica que en Nueva York, donde residió, hay un millón de viviendas reguladas, aunque cada vez son menos los espacios que disfrutan de este tipo de protección. En su opinión, para ser realmente efectiva, debería ser una regulación para toda la ciudad, no para determinados tipos de viviendas.
En su libro explica que hablamos de crisis inmobiliaria, pero no se entienden las verdaderas causas. ¿En su opinión cuales serían éstas y cuáles son las principales medidas que se deben adoptar?
Lo que argumentamos es que la esencia de problema del mercado inmobiliario es que la vivienda se ha convertido en una mercancía. Se produce y se distribuye en función de razones conectadas con la especulación y la acumulación de beneficios, frente a considerarla un lugar donde vivir y con las necesidades de los hogares como prioridad.
Ha habido una transformación de los actores implicados en el sector inmobiliario: ha sido copado por empresas financieras, fondos de inversión. Este tipo de actores financieros tienen más presencia e importancia en el mercado inmobiliario del que nunca han tenido. Y ha habido reformas de las políticas de vivienda que les favorecen. Y esto está pasando en alguna medida en diferentes sitios en paralelo.
No estamos diciendo que el problema de la vivienda sea el mismo en todas partes, ni que todo el sector haya sido desregulado ni privatizado por completo. Esto no ha pasado. Todavía. Pero la dirección general es hacia la privatización, la mercantilización, la financiarización.
La solución tiene que dirigirse hacia un cambio estructural. No pueden ser pequeñas modificaciones técnicas tratando de hacer el sistema más eficiente. Argumentamos que el problema es más profundo. Debe desmercantilizarse la vivienda, y esto significa poner límites a la especulación, construir viviendas que no vayan a acabar como mercancía financiera, vivienda social, fortalecer los derechos de los inquilinos.
Otro de sus argumentos es que para las clases más desfavorecidas esta crisis de la vivienda es permanente, y solo cuando afecta a las clases medias el problema salta a los medios y al debate público. ¿Mirar para otro lado cuando solo afecta a las clases menos pudientes es parte del problema?
Cuando hablamos de crisis de la vivienda a menudo olvidamos que hay un segmento de la población para el que esta crisis ha sido un problema por largo tiempo. En todo caso, hubo un tiempo en EEUU y la Europa occidental en el que había un movimiento de protección de la vivienda de las fuerzas del mercado: se establecieron viviendas de protección, ayudas, regulaciones que protegían la vivienda de las fuerzas puramente de mercado. Pero desde entonces, el movimiento ha sido la desregulación, y el problema se ha extendido por más clases sociales. Podría existir la sensación de que este es un problema temporal, pero creemos que es sistémico. No hay una crisis de la vivienda por un fallo del sistema, sino porque está funcionando perfectamente.
En España, como en otros países, se añade la circunstancia de que la construcción es un motor de la economía. ¿Puede tener la vivienda un enfoque menos mercantilista sin dañar este sector?
En muchos países durante mucho tiempo ha habido esta idea de que el sector inmobiliario es un eje central de la economía, que el consumo que conlleva la construcción y la compraventa es una parte importante de la economía. Obviamente no digo que no se deban construir viviendas u ocuparlas. Pero sí digo que debemos observar quien se está beneficiando y quién está siendo dañado porque esto ocurra. En muchos lugares, bajo la excusa del crecimiento se está construyendo mucho, pero esto no implica que la gente tenga un lugar donde vivir. Se producen grandes y lujosos edificios que no van a ser ocupados por la población local. Son ejemplos de cómo la construcción puede estar sirviendo no a amplios sectores sociales, sino a una élite.
Una de las medidas que se han adoptado por ejemplo en la ciudad de Nueva York, en la que usted vivió, es la regulación de precios. En España se ha intentado aprobar esta medida sin éxito, hasta el punto de que ha supuesto una ruptura de las negociaciones entre los partidos de izquierda para regular el alquiler y al menos hacer que fueran más largos, entre otras medidas. ¿Cómo funciona la regulación en Nueva York, una ciudad que es especialmente cara?
La regulación del alquiler puede tomar muchas formas diferentes. Seguramente algunos problemas pueden derivarse de algunos tipos de regulación del alquiler, pero en general las ciudades deben centrarse en sistemas de regulación de alquiler que funcionen. La regulación de alquileres es muy diferente en Berlín o en Nueva York.
Lo principal de Nueva York es que la regulación del alquiler está siendo retirada así que se están quitando muchos apartamentos del sistema de alquiler controlado y los alquileres se están estableciendo en el mercado abierto, así que ahora hay un problema del sistema, que está funcionando en sentido contrario. También hay un debate sobre cuál es la mejor manera de regular los alquileres, que puede tomar distintas formas en distintos sitios. Nuestra principal posición es que debemos tener políticas que empujen el sistema en una dirección diferente. No estamos diciendo que necesitemos una revolución inmediata. Lo que estamos diciendo es que los cambios deben ser los que empujen hacia una orientación diferente en general en el sistema de vivienda más que enfocarnos en elementos que consoliden el sistema actual.
Hay diferentes maneras de organizar el control de rentas. Algunos de ellos solo protegen algunas viviendas y no otras, algunos solo afectan a viviendas en edificios construidos a partir de determinado año, y no a los nuevos. Hay un debate sobre cuál debe ser la mejor regulación, y también es parte de un debate político estratégico. Mi opinión personal es que es mejor tener políticas de vivienda universales, en lugar de las que afecten a tipos particulares de vivienda, pero de nuevo creo que depende de la situación política local.
Los inquilinos necesitan estabilidad. Si vives en un lugar donde pretendes hacer un proyecto de vida y tu casero te dice que el año siguiente tu alquiler va a ser el doble o el triple, esto es increíblemente dañino para los inquilinos. Tener contratos más largos puede potenciar la estabilidad también, sin duda.
¿Cuál cree que es el papel de plataformas como Airbnb en la actual crisis de la vivienda o como han irrumpido en este escenario?
Hay investigaciones que muestran que en lugares y ciudades particulares Airbnb está definitivamente contribuyendo a elevar los precios del alquiler. Parte de la dificultad para hacer comprobaciones sobre el impacto de Airbnb es que no comparten sus datos. Mucha gente utiliza la estrategia de subarrendar habitaciones de su casa para sobrevivir en el a menudo salvaje mercado inmobiliario. Pero una de las cosas preocupantes sobre Airbnb es que ha dado un paso más y más que individuos sobreviviendo alquilando una habitación, existen caseros en serie que poseen gran número de apartamentos o incluso edificios enteros. Esto sin duda está empeorando las condiciones de acceso a la vivienda.
Citan además la falta de vivienda pública como una de las maneras más claras de empeorar las condiciones del mercado inmobiliario desde el punto de vista del inquilino.
La vivienda publica y social es indispensable en cualquier estrategia de vivienda. De nuevo es algo que puede adoptar formas muy distintas. En Nueva York es un recurso indispensable, igual que en otras ciudades europeas. Un aspecto crucial del proceso de desregularización y mercantilización de la vivienda es que el parque de vivienda social ha adelgazado. Viviendas sociales que habían sido parcialmente protegidas de las fuerzas del mercado han sido absorbidas por las fuerzas especulativas.
Quería también preguntarle por la existencia de burbujas y de ciclos de la vivienda que provocan subidas y bajadas de precios consecutivas.
Las burbujas especulativas son increíblemente dañinas para la vivienda porque elevan los precios de la vivienda y provocan un caos económico. La acción de los inversores tratando de “surfear” estas burbujas es uno de los cambios en el sector de la vivienda de los que hablaba antes. Además, las burbujas especulativas no son fuerzas de la naturaleza, son creadas por elecciones políticas, por estrategias económicas y por reestructuraciones del sector inmobiliario. La última crisis económica ha provocado que enormes cantidades de capital hayan intentado encontrar lugares donde invertir en el sistema inmobiliario. Y de nuevo, estas burbujas no reflejan la demanda real ni social de vivienda, reflejan la necesidad de los inversores de tratar de encontrar un beneficio.