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De la hidratación a mantenerse fresco, las dos claves para prevenir los efectos del calor a partir de los 65 años

Los meses de verano son una época de cambio de rutinas y relajación para muchas personas. Las altas temperaturas y el sol abrasador no afecta a todas las personas por igual y pueden llegar a ser un desafío para cualquiera de nosotros. Para las personas mayores, estas condiciones climáticas pueden ser una fuente de estrés porque hablamos de un grupo de población especialmente vulnerable al calor, como los niños, las personas con enfermedades crónicas o las mujeres embarazadas.

Por qué los adultos mayores son más vulnerables al calor

A medida que envejecemos, nuestra fisiología cambia de manera que aumenta la sensibilidad al calor, la humedad y la exposición al sol. Además de factores fisiológicos y una mayor incidencia de enfermedades crónicas, las personas mayores son especialmente vulnerables a enfermedades relacionadas con el calor.

“Con el envejecimiento aparecen déficits en la adaptación a los cambios de temperatura, con la disminución de la sensibilidad de los receptores de nuestro cuerpo a estas variaciones, disminución de la sudoración y de la sensación de sed”, admite la Doctora Nuria El Kadaoui Calvo, especialista del Servicio de Geriatría del Hospital Universitario General de Villalba. 

A todo ello se le une, además, el hecho de que ciertas patologías asociadas a esta edad, como las demencias, o enfermedades relacionadas con la dificultad para la movilidad o la polimedicación “los hacen más vulnerables”, reconoce la especialista.

Cómo afecta el calor a las personas mayores

No solo hablamos de efectos sobre la piel, como quemaduras y lesiones cutáneas malignas, fruto de la exposición prolongada y sin protección al sol, sino también de problemas habituales como la deshidratación. La Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) recuerda que los mayores de 65 años corren más riesgo de sufrir un golpe de calor, precisamente porque tienen menos sensación de calor y, por tanto, suelen protegerse menos.

El golpe de calor aparece “si el aumento de temperatura no se ve compensado por nuestros factores internos y conductas externas. Esto ocurre cuando la temperatura de nuestro cuerpo sube por encima de los 40ºC”, afirma El Kadaoui Calvo. A partir de esta temperatura, se produce hipertermia, un proceso que altera los mecanismos de regulación térmica de nuestro organismo que origina el golpe de calor, que es cuando perdemos la capacidad para responder a las altas temperaturas.

Reconocer cuáles son los primeros signos del golpe de calor en mayores es fundamental. Debe prestarse atención a signos como mareo, dolor de cabeza, sensación de calor excesivo y ausencia de sudoración, así como piel seca y enrojecida, aumento de la frecuencia cardiaca, desorientación y confusión.

En casos extremos es posible que alguien llegue a “perder la conciencia o convulsionar”, advierte la doctora. En estos casos, es clave pedir ayuda médica de forma inmediata y, mientras esta no llega, “tumbar a la persona con las piernas en alto y bajar la temperatura corporal con paños fríos e hidratarla con líquidos, preferiblemente con una bebida isotónica”, aconseja Nuria El Kadaoui Calvo.

Medidas que nos ayudarán a proteger a los adultos mayores de los efectos del calor

En verano, ¿la única solución es quedarse en casa todo el día? Es evidente que no es necesario llegar a este extremo, tan solo sería necesario restringir las salidas en las franjas horarias en las que la temperatura sea elevada, es decir, en las horas centrales del día, entre las 12 del mediodía y las 5 de la tarde. “De hecho, es recomendable salir y recibir luz solar, pero ha de hacerse con las medidas de prevención adecuadas”, aconseja la especialista.

Las salidas pueden hacerse con la protección necesaria: sombreros o gorras, gafas de sol, ropa de algodón o lino, protector solar 50. La recomendación de la doctora es que se puede salir y pasear al sol, siempre y cuando no se haga cuando hace más calor, estén protegidos y la exposición no supere “los 20 minutos”. 

Además de tener cuidado con el momento de salir de casa, la experta apunta otras recomendaciones fundamentales, entre las que destaca la hidratación como punto clave. Como hemos avanzado anteriormente, con la edad se tiende a sentir menos sed, por tanto, bebemos menos. Esto, unido al hecho de que con el calor también perdemos más cantidad de líquido en forma de sudor, aumenta de forma significativa el riesgo de deshidratación. 

Por tanto, es aconsejable reponer esta pérdida “aumentando nuestro consumo de agua y otros líquidos, consumir alimentos como frutas y verduras”, alimentos ligeros, y evitar, en cambio, comidas copiosas. Nos puede ayudar a conseguirlo si la persona tiene a su alcance “botellas de agua de 500 ml cerca”, que puede ir ingiriendo poco a poco. 

Otra recomendación para que el verano sea más agradable es usar ropa fresca y transpirable, que no sea ajustada, y prestar atención al hecho de que, debido a que disminuye la percepción de calor en las personas de edad avanzada, es posible que se abriguen demasiado y, por tanto, no haya una “correcta sudoración y aumente la temperatura corporal”, advierte la doctora.

Siempre que sea posible, es aconsejable hacer ejercicio físico ya que es una buena forma de permanecer activo y en forma, sobre todo si existe la posibilidad de hacer natación por ser un deporte muy completo.

Por el contrario, los cambios bruscos de temperatura no son nada aconsejables: debe evitarse tanto como sea posible pasar del calor extremo del exterior a temperaturas interiores frías.

Son medidas que contempla también el Plan Nacional de Acciones Preventivas de los Efectos del Exceso de Temperaturas sobre la Salud 2024, vigente hasta el 30 de septiembre, y que cada año activa el gobierno español para prevenir y mitigar los efectos negativos que el calor excesiva puede tener sobre la salud, en especial de personas mayores, embarazadas, menores y enfermos crónicos.