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Reeducando hacia el nuevo modelo económico: ¿debe importar lo mismo el impacto social y medioambiental que los beneficios?

Ordenador e informes

Tomás Muñoz M.

Madrid —

Si el éxito de una empresa se ha medido tradicionalmente por su volumen de facturación, en la actualidad están entrando en liza otros factores relacionados con las grandes tendencias del momento. Y es que la sociedad se encuentra inmersa en un cambio de modelo en el que la sostenibilidad lo impregna todo en su triple vertiente: económica, medioambiental y social. Precisamente, la combinación de estos parámetros es lo que está determinando el alcance real de las compañías bajo el prisma del nuevo paradigma.

El origen de esta transición no es único, pero las crisis internacionales de las últimas dos décadas —financieras, sanitarias, bélicas, climáticas y migratorias— están motivando una reconversión en el modo en que funciona el mundo. Entonces, ¿está en crisis el capitalismo? Ángel Bonet, fundador y presidente de la consultora ImpactCo, cree que no, sino que está mutando: “Este sistema funciona y ha demostrado que hace progresar a la sociedad generando bienestar. Simplemente, hay que ajustar el modelo. ¿Cómo? Midiendo el impacto social y medioambiental de las empresas para otorgarle la misma relevancia que han tenido siempre las ventas o los beneficios”.

Pero si una firma tiene éxito económico, ¿por qué iba a preocuparse de esos otros elementos? “Dado que el cambio es imparable, en las próximas décadas todas las empresas e inversiones tendrán ese ADN social y medioambiental. Adoptar esta mentalidad supone adquirir una clara ventaja competitiva”, subraya el experto. No en vano, la tesis de Bonet —detallada en su libro Empresas que crecen con alma— es que las organizaciones “deben tener una doble contabilidad, la económica y la social, y ambas han de conectarse con elementos de generación de valor para el accionista y la sociedad”, explica.

Sobre el papel suena bien, pero los cambios de tal magnitud suelen despertar suspicacias. Sobre esta cuestión, el máximo responsable de ImpactCo reconoce que “el mayor desafío es ganarse la confianza de los líderes, ya que no todos están preparados para adoptar este modelo de innovación disruptiva”. En su opinión, “nuestra principal labor es reeducarles en esta nueva visión empresarial. Después descubrirán que la creatividad florece cuando se es valiente, se proponen ideas y se prueban. Todo ello convierte a las empresas en más resilientes”, concreta.

El propio Bonet admite que su punto de vista es “muy optimista” porque, hasta el momento, “nuestros clientes son inversores, empresarios y accionistas que, más allá de querer liderar los mercados, son gente buena y brillante de corazón. Eso hace más fácil dar el paso”. Además de esta predisposición inicial, “cuando son conscientes del valor que pueden generar mejorando la sociedad y regenerando el medioambiente, crece el interés en abordar estos retos globales y contribuyen con soluciones innovadoras y sostenibles. A ello ayuda la tecnología y la digitalización. El beneficio de ayudar supera ampliamente al riesgo de no intentarlo”, asegura.

¿Qué se puede hacer con los ‘no convencidos’?

Para los líderes aún no atraídos hacia la nueva economía, desde ImpactCo proponen un razonamiento: “Sin una sociedad equilibrada, que tenga una redistribución equitativa de la renta —basado en la meritocracia— y un planeta sano, no podrá existir el mercado. No hace falta remarcar que sin mercado no habrá empresas”, recuerda su fundador. Asimismo, pone más cartas encima de la mesa para reconvertir a los indecisos: “Está demostrado que las inversiones de las empresas en justicia social y regeneración ambiental están permitiendo, en el corto plazo, mayor acceso al capital, pero también al mejor talento, ya que este busca compromiso y organizaciones con propósito”, aclara.

En su caso, Bonet tiene claro que “mi sueño, aunque suene paradójico, es que nuestra consultora sea irrelevante a largo plazo porque, si terminamos siendo realmente innecesarios, habremos culminado nuestro propósito”. Para conseguirlo, ImpactCo trabaja en dos líneas. Por un lado, haciendo lobby en las principales asociaciones empresariales europeas y americanas para trasladar las bondades de la nueva economía del propósito. En paralelo, la consultora trabaja con los medios de comunicación y las redes sociales, documentando datos, estadísticas y casos de éxito empresarial.

“Nuestro modelo se basa en ser una consultora boutique para prestar un servicio excelente, contando con equipos comprometidos y deslocalizados, que nos permitan establecer alianzas con expertos en todos los campos sociales, medioambientales y tecnológicos”, expone Ángel Bonet. Estos vínculos se crean entre empresarios, filántropos y organizaciones del tercer sector “para juntos ayudar a colectivos vulnerables, en una suerte de modelo filantrocapitalista”, destaca.

Para alcanzar el éxito, ImpactCo cuenta con acuerdos restrictivos de confidencialidad con sus clientes e inversores: “Lo hacemos así porque todos nuestros proyectos tienen un alto impacto en valor e innovación”, concreta su presidente, quien concluye su análisis sobre la nueva realidad empresarial dando un consejo que puede evitarle a las compañías caer en los errores del pasado: “Ya no valen las estrategias de los expertos reconvertidos, aquellos que hasta hace poco estaban recomendado lo contrario a la economía del propósito. Los usuarios, consumidores y clientes están agotados de las viejas fórmulas de la consultoría”, remata.

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