La época en que más se piensa y se habla de alergias es durante la primavera. En esa temporada -sobre todo en marzo y abril- los árboles y las plantas llevan a cabo su proceso de polinización, el cual llena el aire de partículas que a muchas personas generan picor, mucosidad e irritaciones, entre otras molestas consecuencias.
Sin embargo, en el otoño también se produce un importante aumento de casos de alergias en relación con el verano. ¿Por qué, si se supone que no es tiempo de polinización? Las causas son diversas, y muchas de ellas no tienen que ver con las plantas sino con nuestros hábitos y forma de vida.
La principal razón se relaciona con los ácaros. El otoño “es una época propicia para la proliferación de los ácaros y el consiguiente aumento de la carga ambiental de los alérgenos que derivan de ellos”, explica la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC) en la última edición del informe ‘Alergológica’, de 2015.
Estamos más expuestos a los ácaros porque, con la llegada de las temperaturas más bajas, los espacios están menos ventilados: las puertas y las ventanas se mantienen cerradas, a diferencia de lo que suele ocurrir en verano.
En esta época también aumentan los niveles de humedad en el ambiente. Y los ácaros, además, pueden haberse acumulado en las prendas de abrigo, que volvemos a usar después de que permanecieran guardadas durante los meses de calor.
Mascotas, polen y otros alérgenos
Para quienes conviven con mascotas, pasar más tiempo dentro de casa y con menos ventilación también equivale a estar más expuestos a los epitelios, restos de piel o pelos de los animales, que también pueden ser alérgenos. Por lo demás, las bajas temperaturas en sí mismas disparan los síntomas de quienes padecen alergia al frío.
Otro factor que ejerce su incidencia es la vuelta de los niños al colegio y a otros sitios como comedores, festejos de cumpleaños, etc. Allí se exponen a distintos alérgenos y pueden luego llevarlos a sus hogares. Y no solo alérgenos, sino también enfermedades virales, que repuntan en esta época y empeoran los síntomas de las alergías.
Por otra parte, no todas las plantas realizan su polinización en primavera: algunas lo hacen en otoño. Es el caso de las cupresáceas (cipreses, setos, etc.) y las amarantáceas (como el cenizo blanco), a las que se debe añadir la quinoa, de la que España es uno de cuyos principales productores en Europa. El nivel de pólenes en cada región del país se puede consultar en la web Pólenes.com.
Hay otro factor fundamental: el cambio climático y la contaminación ambiental. De hecho, estos dos son los principales motivos por los cuales en general los humanos somos cada vez más alérgicos y sobre todo, en los países desarrollados.
Un estudio de 2018, elaborado por científicos de Australia, asegura que existen “evidencias contundentes” de que el incremento de la temperatura global y las concentraciones de dióxido de carbono hacen que las plantas estén aumentando su producción de polen y su alergenicidad.
No solo eso: por los mismos motivos, las temporadas de polen son más prolongadas, pues comienzan antes y terminan más tarde de lo que sucedía tiempo atrás. Incluso, ciertos insectos se están adaptando a estos cambios, lo cual también afecta a los humanos, pues muchos de ellos -como la procesionaria del pino- también son alérgenos.
Las enfermedades alérgicas más frecuentes
Más allá de las distintias causas que las originan, la SEAIC indica en su citado informe que la mayoría de las patologías generadas por alergias en otoño son similares a las de primavera. Las más comunes son las siguientes:
1. Rinitis
Se produce por la inflamación de las capas internas de la nariz. Sus síntomas son los típicos de la congestión: abundante mucosidad -por lo general transparente y en forma de goteo-, picor de nariz, taponamiento nasal, tos y estornudos en gran cantidad. Con frecuencia es acompañada de conjuntivitis, la inflamación de los ojos.
2. Dermatitis atópica
En este caso lo que se inflama es la piel, que se torna seca y muestra lesiones rojizas, pequeñas ampollas o descamaciones. Por lo general, también se produce un intenso escozor. Es la enfermedad crónica de la piel más común en niños. Otras formas de dermatitis, como la de contacto, también pueden surgir por alergia a ciertos materiales o sustancias.
3. Asma bronquial
La alergia puede ser causa de asma, aunque no todas las formas de asma son alérgicas. Los síntomas del asma incluyen dificultad para respirar, tos y sibilancias (o “pitos”) en el pecho. La SEAIC apunta que el asma es a los bronquios “lo mismo que la rinitis alérgica a la nariz”.
Ese organismo añade que la rinitis y el asma causados por alergia “suelen coincidir, y tienen muchos parecidos en cuanto a causas, manera de reaccionar, aparición y evolución”, a punto tal que en muchos casos “se dice que son parte de una sola alteración”.
4. Urticaria
La principal característica de la urticaria son las ronchas o habones que aparecen en cualquier parte del cuerpo. Tales habones son placas de piel que se elevan y marcan un relieve, como picaduras de mosquito; su color es rojo, a menudo adquieren un gran tamaño y pican mucho.
En ocasiones, en lugar de urticaria lo que aparece es algo llamado angioedema, que es el surgimiento -también en cualquier parte del cuerpo- de hinchazones similares a las ronchas pero no en los tejidos externos de la piel, sino por debajo.
5. Hipersensibilidad a los insectos
Aunque los mosquitos pican sobre todo en verano, en otoño existe el riesgo de sufrir una reacción alérgica sobre todo por picaduras de himenópteros, un orden de insectos que incluye a abejas, avispas, abejorros y hormigas.
“Las picaduras de insecto son muy frecuentes en la población infantil”, explica un artículo de Cristina Ortega Casanueva, alergóloga y miembro de la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (SEPEAP).
Conviene tener mucho cuidado -añade el trabajo de la especialista- porque tales picaduras pueden provocar “desde una reacción local (afectación de esa zona exclusivamente) hasta un cuadro de anafilaxia que pueda producir la muerte”.
Consejos para prevenir las alergias otoñales
Dado que los ácaros son los mayores responsables de alergias en esta época, la primera recomendación es reducir su presencia en la medida de lo posible. Para tal fin, es clave cuidar la higiene del hogar (evitar que se acumule polvo o moho), ventilarlo todos los días y no hacer un uso excesivo de la calefacción.
También conviene cambiar los filtros de la calefacción y de los acondicionadores de aire, para evitar que bombeen aire con ácaros o con polen. Es importante, además, lavar con frecuencia las sábanas y demás ropa de cama, así como todas las prendas, sobre todo las de lana.
Otra clave es impedir, en lo posible, que los niños lleven muñecos de peluche a la cama, pues son -junto con los elementos de la cama, las alfobras y las cortinas- los sitios “preferidos” por los ácaros. Así lo explica ‘El libro de las enfermedades alérgicas’, editado el año pasado por la SEAIC y la Fundación BBVA.
Lo aconsejable, por lo demás, es evitar los paseos prolongados por zonas con plantas y árboles que polinicen en esta estación, no permitir que se formen acumulaciones de hojas secas en el patio o en el jardín, y mucho menos aventar las hojas caídas en el suelo o entrar en contacto con vegetación muerta o en estado de descomposición.
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