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Amianto: un peligro real y sin cuantificar en casas, escuelas y oficinas

Foto: Wikimedia Commons

ConsumoClaro

El amianto o asbesto es un mineral de origen metamórfico compuesto de fibras de átomos de sílice y algunos metales como el magnesio, el manganeso o el hierro. Se ha apreciado desde la antigüedad por sus características: resiste muy bien las altas temperaturas, es maleable -y por tanto se le puede dar diversas formas-, es flexible pero a la vez resistente a la tracción, etc. Ya en la época romana se le conocía y utilizaba para fabricar telas de gran resistencia.

También fue apreciado su carácter ignífugo: Carlomagno gustaba cubrirse con una túnica tejida con este material para aparecer y desaparecer entre las llamas y así impresionar a amigos y enemigos, pues conocía la resistencia al fuego del amianto. De hecho, copiando el ejemplo del emperador, pilotos de Fórmula 1 y de motociclismo vestían hasta hace poco trajes de amianto como protección en caso de incendio de sus vehículos.

Sin embargo, también desde un principio hubo conciencia de sus efectos perniciosos: Plinio el Viejo describió en el siglo I después de Cristo cómo los esclavos que tejían el amianto morían prematuramente de enfermedades pulmonares. Y se cree que el actor Steve McQueen, también piloto profesional de carreras de motos, murió de un cáncer de pleura debido al pasamontañas de amianto que usaba.

Tal es su poder destructor, que los alquimistas lo bautizaron como 'lana de salamandra' en una época en que se creía que uno solo de estos animales podía envenenar a todo un ejército. No fue hasta la llegada de Marco Polo a China, donde se extraía comercialmente de las minas, que se desvaneció el mito del origen animal y mágico del amianto. 

Uralita y fibrocemento

Para muchos será más fácil de identificar el aminato si hablamos de uralita y fibrocemento, las dos marcas con que se comercializó en España. Ya entrado el siglo XX, la industria del amianto despuntó en la construccióndespuntó en la construcción, el aislamiento térmico de espacios y conducciones, la insonorización de espacios, y la fabricación de tuberías y tubos de conducción de humos, así como la elaboración de depósitos contenedores de agua y otros líquidos.

Placas para techos y tubos de conducción de fluidos y humos hechas con este material fueron utilizadas en la mayor parte de los edificios y naves industriales desde el final de la Guerra Civil y hasta bien entrados los años noventa del pasado siglo. Los techos de muchas fábricas, de cobertizos y de establos en granjas eran realizados con este material, al igual que numerosas conducciones en los edificios. También las insonorizaciones de cines, teatros y auditorios, en los que, en algunos casos, el amianto puede seguir presente.

Un potente cancerígeno que no se ha ido

Pero el empleo masivo del amianto se truncó a mediados de los años 80, cuando definitivamente se demostró que las fibras de este material eran altamente cancerígenas, pudiendo originar diversos tipos de cánceres de pulmón y pleura, así como un tipo de fibrosis pulmonar conocida como asbestosis. Desde entonces, su prohibición ha sido gradual y en España quedó vetado definitivamente su empleo en cualquier forma o producto en 2002. Por su parte, la Unión Europea se ha fijado como objetivo erradicarlo de todo tipo de edificaciones en 2028.

De hecho, la conciencia de su poder destructivo sobrevino a raíz del elevado número de casos de cáncer y fibrosis entre empleados y manipuladores en la elaboración y colocación de estructuras de amianto. Desde que comenzara su producción industrial, el número de enfermos irreversibles ha ido creciendo de manera notableha ido creciendo de manera notable, lo que parece indicar que su incidencia es letal pero se manifiesta a largo plazo. 

No existe un censo de personas ni edificios afectados

En España, por otro lado, no hay un censo de antiguos trabajadores del amianto, ni de edificios que lo contienen, como sí ocurre en otros países. El grupo de CiU en el Congreso de los Diputados propuso en 2014 hacer un censo nacional para dar cobertura a los afectados e ir sustituyendo paulatinamente el amianto en edificios, pero la iniciativa de momento no ha prosperado. Además, la preocupación se ha extendido desde los empleados al total de la sociedad, que podría estar afectada en mayor o menor medida.

El motivo es que numerosas estructuras hechas con este material permanecen en muchas viviendas y naves industriales recicladas a usos de enseñanza, ocio o coworking, en ocasiones sirviendo de tejados o tejadillos de claraboya o tragaluces, así como conformando las conducciones de desagüe, o de salida de humo, e incluso en las pizarras que se utilizan en las aulas. También quedan depósitos de agua en los altos de algunos edificios, sobre todo en zonas de costa, por no hablar de la fibra que se usaba como aislante de tubos de aire acondicionado y calefacción.

El amianto causa cada vez mayor preocupación; más que por sí mismo, por el estado de degradación en que se puedan encontrar las estructuras presentes, que son las susceptibles de liberar más fibras. A este respecto, el ingeniero de edificaciones Xavier Casanovas Boixereu, que en los años noventa ya llamó la atención de las autoridades sobre este problema, especifica que no todos los tipos de amianto son igual de tóxicos. 

Según Casanovas, autor de numerosos estudios sobre el amianto para el ministerio de Trabajo, la peligrosidad de los asbestos dependerá el tipo de estructura que conformen: “los que tienen más capacidad de liberar fibras tienen mayor incidencia en el cáncer y la asbestosis, pero el fibrocemento, si está debidamente aislado y bien conservado no es tan preocupante”. Se refiere a que los bajantes, colectores de humos y tejadillos de uralita, si están bien conservados, no deben preocuparnos.

En cambio las lanas aislantes que se utilizaban en los falsos techos de las oficinas, o para recubrir instalaciones de aire acondicionado, o bien proteger térmicamente calderas y tuberías de calefacción, “sí liberan muchas fibras al aire y deben ser sustituidos o como mínimo recuebirtos debidamente para que no afecten a los trabajadores que los manipulan”. 

Casanovas también explica que “cuanto más degradada esté una estructura de amianto, tantas más fibras suelta y por lo tanto es más tóxica”. Aunque los datos en este sentido no están claros, se estima que una estructura de amianto puede aguantar entre 40 y 50 años antes de comenzar a degradarse y liberar fibras cancerígenas. Por lo tanto es coherente pensar que la mayoría de estas estructuras que habitan en nuestras casas puedan comenzar a ser problemáticas. 

Finalmente, Casanovas se queja de que no exista un censo o catalogación de las estructuras de amianto en edificios residenciales y de oficinas en España, como ocurre en Francia, Alemania o Inglaterra, y cree que debería hacerse lo antes posible. Sí ve positivo, en cambio, que “se haya cobrado conciencia de que su manipulación y reciclaje debe hacerse por especialistas”, dada su alta toxicidad. 

Mi edifico tiene amianto: ¿qué hago?

Debemos estudiar sobre todo las bajantes que canalizan la salida de agua del edificio; también los depósitos de agua, si los hay, en las azoteas, así como las chimeneas de extracción de humos. Ocasionalmente, en calefacciones centralizadas, puede estar recubriendo las tuberías en forma de lanas aislantes, y también en sistemas de aires acondicionados de oficinas antiguas o bien entre un techo de obra y las placas del falso techo de las oficinas. Por supuesto, si tenemos algún tejadillo de amianto, debemos pensar en sustituirlo. 

Si detectamos alguna estructura de las citadas en el edificio en el que vivimos, es muy importante no precipitarse a retirarla. Por sus características, el amianto al romperse libera polvo de fibras que pueden resultar potencialmente peligrosas si se inhalan, por lo que exige una desinstalación y retirada mediante procesos especializados. Lo primero que debe hacerse, en consecuencia, es evaluar el estado de la estructura. 

Si el material se encuentra protegido, aislado físicamente del aire que respiramos y en buen estado, quizás no sea urgente su desmonte. Si está degradado o en contacto directo con el ambiente habitado, como es el caso de algunos tejados, debe planificarse su sustitución. Para ello debe contratarse a una empresa especializada en desmontarlo, que a la vez se encargará de su reciclaje. Los operarios que realizan la retirada van cubiertos con unas escafandras integrales que les protegen y no debe haber nadie que no vaya adecuadamente vestido en el perímetro de operaciones. Se trata de un sistema más caro que una retirada normal, pero es el único que atiende a la toxicidad del material. 

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