Laura Carneros, la literatura que desmonta la idea de 'generación promesa': “El trabajo vocacional es un lujo”
Hay quienes conciben las ciudades como lugares en los que encontrar el anhelado futuro, pero no uno cualquiera: el que siempre nos han prometido. Para otros, es el lugar en el que han crecido e intentan hallar en su entramado, conformado como un laberinto al estilo minoico, un resquicio de lo que alguna vez habían soñado. Eso es lo que nos describe Laura Carneros (Málaga, 1988) en su libro Proletaria Consentida (Caballo de Troya), una agridulce novela en la que relata el desencanto de crecer en una ciudad cada vez más gentrificada donde las oportunidades son como la kyawthuita, casi imposibles de encontrar.
Y es que volver al hogar primigenio es duro después de una independencia fallida, pero hay quienes aún no han conseguido abandonar la habitación en la que crecieron. La misma en la que colgaron pósteres de las Spice Girls o Linkin Park, convertida en el único espacio íntimo donde llorar o correrse.
El ahora se nos antoja como un cúmulo de incertidumbres, exigencias y precariedad que nos hace un nudo en el estómago. La ansiedad prospera y, abonada por el amor líquido, cada día está más presente en relaciones inconsistentes y temporales basadas en el temor a la pérdida. Desde ese escenario nos relata Laura Carneros la experiencia de ser una mujer joven.
En Proletaria Consentida la protagonista fantasea con la oportunidad de que llegue algo. No sabe muy bien qué es, aunque también entiende que su fracaso no depende sólo de ella. ¿Estamos aceptando que la promesa de algún tipo de oportunidad nos hace entrar en el juego del continuo esfuerzo por nada? ¿Ha sido descubierta la tragicomedia en la que éramos personajes secundarios?
Creo que oportunidad y esfuerzo están relacionados, pero el esfuerzo tendrá más posibilidades de dar frutos si se tienen más oportunidades, o si se parte de un entorno favorecedor (que propiciará oportunidades mejores).
Es verdad que la protagonista fantasea con “la oportunidad” como un acontecimiento fortuito (como la aparición del hada madrina) que le dará sentido a su historial de fracasos. Supongo, también, porque no sabe qué más hacer por su parte. Es una lotería que tu esfuerzo sea reconocido o no, pero al final tiene más posibilidades de ganar el premio quien compra más boletos.
Lo de que somos personajes secundarios es una realidad que no creo que haya sido descubierta; el consumismo se esfuerza mucho por hacernos creer que somos seres únicos con poder sobre nuestras vidas, solo porque podamos elegir entre Pepsi o Coca-Cola.
“Soy una inversión a largo plazo que no ha salido rentable”, ¿es una frase que se podrían tatuar diferentes generaciones actuales? ¿Somos desechos para el capitalismo si nos vemos incapaces de llegar a los estándares que nos ha inoculado como sociedad?
La frase se la podría tatuar Lidia, la protagonista, pero no me atrevería a decir que toda una generación no ha salido rentable. Eso habría que preguntarlo en cada hogar, si la crianza de los hijos ha permitido que se valgan por sí mismos o, por el contrario, esa dependencia se vuelve crónica. Por otro lado, está la llamada “fuga de cerebros” y quizá por ahí si se pueda justificar que, a nivel estatal, esa inversión de dinero público cae en saco roto.
Sobre si somos desechos para el capitalismo, creo que para el capitalismo somos todo un éxito. Si la gente que nace en familias humildes, pese a estar mejor preparada, no consigue vivir mejor que sus padres significa que esa mano de obra se perpetúa. Mi padre ponía ladrillos y yo pongo copas (por ejemplo). Para el capitalismo, formo parte del ejército necesario para que su engranaje siga funcionando sin temor a que el equilibrio (basado en el desequilibrio, paradójicamente) se rompa.
La gente de clase obrera también consume, produce, tiene hijos y se hipoteca como puede, que eso es lo que a fin de cuentas le interesa al capitalismo. Da igual que Lidia sea periodista o vendedora a puerta fría. En el aspecto personal sí es un desecho en cuanto a lo que aspiraba, pero no creo que lo sea para el sistema.
Para el capitalismo somos todo un éxito. Si la gente que nace en familias humildes, pese a estar mejor preparada, no consigue vivir mejor que sus padres significa que esa mano de obra se perpetúa
A la hora de escribir tu novela, ¿la intimidad ha sido un vehículo necesario para crear el escenario universal para la conexión con quien la lee?
El uso de un material íntimo, más que un vehículo o una herramienta buscada, es consecuencia de mi proceso creativo, ya que encuentro mayor satisfacción escribiendo sobre lo que conozco y observo. Y, si te digo la verdad, mientras escribía no consideraba que hacer uso de lo personal fuera ventajoso.
La autoficción hace que de entrada te lean con recelo, sobre todo si no eres una persona relevante o con una historia extraordinaria. Tampoco creo que sea necesario hablar desde lo personal para conseguir una mayor conexión: hay gente que no conecta con Ernaux o Carrère, por ejemplo, que son grandes referentes de la literatura autobiográfica.
Hablando sobre el porvenir, se nos instruyó para creer en él y ahora nos damos cuenta de que éramos como un galgo corriendo tras un animal mecanizado, ¿qué hay en tu libro más allá de la esperanza en el futuro? ¿Crees que tantos conocimientos embalsamados, como los de tu protagonista, al final pasarán factura a una sociedad mecanizada y cada vez más práctica?
Supongo que hay que asumir que estudiar una carrera, ir a la universidad, ya no está relacionado con una salida laboral segura, y que hay disciplinas que se estudian por el placer de ampliar conocimientos. Lo que creo que pasará, que es lo que ya pasa, es que el trabajo vocacional pasará a ser un lujo.
Lo que creo que pasará, que es lo que ya pasa, es que el trabajo vocacional pasará a ser un lujo
“Cuando yo tenga dinero… (inserta sueño abstracto)” es una frase que se ha convertido en una quimera, ¿es posible en una ciudad como Málaga seguir creyendo en ella para las clases más trabajadoras?
“If I were a rich man…” es una melodía que no creo que desaparezca mientras el mundo sea mundo, y no solo en Málaga, en cualquier parte del planeta, por muy improbables que sean las ensoñaciones. Tampoco creo que la mayoría se prive de aquello que no puede tener al momento. Si no se puede este mes, será el siguiente o se compra a plazos. Te sorprendería la de gente que no puede pagar la factura del teléfono y se entrampa en el último iPhone.
Vivir en una ciudad paraíso como Málaga de nómadas digitales y europeos con un nivel adquisitivo muy superior a los autóctonos se torna complicado pero, ¿lo es más porque no nos deja opciones? ¿A dónde huir cuando vives en el sitio al que huyen los demás?
Para la gente que no tiene formación en el sector tecnológico (como es mi caso), las opciones son las mismas. Pero es triste, y esto lo digo sólo por lo que he observado en los portales de empleo, que la mayoría de ofertas de trabajo en empresas extranjeras asentadas en Málaga busquen perfiles nativos (normalmente alemanes y suecos), sin que realmente apuesten por personas formadas aquí.
En cuanto a huir, yo suelo escaparme a los bares, y si me pongo cursi te diré que huyo al cine, a los libros, la música, los museos… Para ir más lejos me hace falta más dinero.
Relatas cómo dentro de la inestabilidad económica está lo complicado de forjar lazos emocionales resistentes y duraderos. ¿Cómo acaba afectando esto a la salud mental? ¿Qué herramientas tenemos ante ello?
No sé si afecta tanto a la salud mental como a la construcción de una sociedad cada vez más individualista que basa sus relaciones en el desapego. Supongo que esa soledad, a menudo buscada, más que tristeza o desánimo, a la larga nos hace más insensibles y escépticos.
Imagino que lo ideal sería practicar más la espontaneidad, no pensar tanto en las consecuencias o los beneficios de invertir tiempo en conocer a alguien. Pero son teorías que ni yo pondría en práctica.
Hablas en tu libro de cómo se escenifica el éxito en programas como Callejeros viajeros, una vez que el anhelo se convierte en un producto de consumo. ¿Qué hay detrás de ello? ¿Por qué quienes emigran no cuentan todo por lo que han de pasar?
Supongo que eso responde a una estrategia televisiva, pero no sabría decirte por qué. Es curioso que el programa Callejeros, a secas, mostrara lo peor de los vecindarios de España y, sin embargo, Callejeros viajeros solo mostrara las bondades de vivir en el extranjero. No sé si tiene que ver con que la gente que vive fuera y sabe que va a salir en un canal de audiencia nacional quiere que en su entorno la vea como una persona triunfadora. Quién sabe si ese sesgo viene por parte de los protagonistas o de los editores del programa.
Es triste que la mayoría de ofertas de trabajo en empresas extranjeras asentadas en Málaga busquen perfiles nativos, sin que apuesten por personas formadas aquí
¿La insatisfacción crónica es propia de nuestra generación o se puede ampliar al ser humano como especie?
Creo que es inherente al ser humano y a cualquier otro animal. Mi conclusión es que vivir implica desear de un modo constante, es un signo de que se está vivo y de que se quiere seguir viviendo. Eso va a generar siempre un tipo de frustración, que va a ponernos en marcha. Otra cosa diferente es cómo lo gestiona cada cual, y quizá nuestra generación lleve peor la frustración porque somos más impacientes.
Los ansiolíticos son uno de los parches que utiliza el capitalismo sobre la clase trabajadora para que la constante producción no decaiga. ¿Qué opciones hay ante su normalización en una sociedad que aún tiene puestas sus esperanzas en los medicamentos recetados?
Me parece que lo peligroso son los extremos: tanto el recetar ansiolíticos o antidepresivos porque no hay tiempo ni dinero para una terapia, como el rechazo o el miedo a tomar medicamentos porque existe mucho desconocimiento y aún pesa el estigma de que quien toma pastillas es una persona débil o tiene una patología grave.
Tampoco me parece que esté normalizado del todo en la sociedad, aunque sí lo esté recetarlo. Creo que es un asunto muy privado, casi tabú, del que cada vez se está hablando más. Supongo que lo mejor, cuando no se tienen medios, es informarse y buscar ayuda en el entorno, sin caer tampoco en la automedicación.
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