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Síndrome postvacacional: estrategias para atenuarlo o evitarlo

El síndrome postvacional no es un mito, sino un trastorno temporal físico y psicológico que se puede expresar en uno de cada tres adultos que trabajan, según un estudio de la empresa de empleo temporal Adecco. También es posible detectarlo en un creciente números de niños, según señala la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (SemFYC).

De todos modos, esta organización destaca que no se lo puede considerar una enfermedad, ya que sus efectos son temporales y relacionados con cambios reales, como es el caso de la alteración brusca de actividades y rutinas que se da en el paso de las vacaciones al retorno a la vida laboral. Su duración va de unos pocos días hasta dos semanas como máximo, y si persiste se deberá considerar que el trastorno tiene un origen más amplio y complejo que el mero fin de las vacaciones, asegura la psicóloga Anna Gimeno en su blog Psicología y Mente.

Sin embargo, no por efímero deja de ser molesto este trastorno, que en sus fases más agudas puede causar a los afectados desde falta de interés y atención a

irritabilidad, nerviosismo e inquietud o tristeza en el plano psicológico. En el plano físico, los individuos más sensibles pueden llegar a experimentar insomnio, fatiga, opresión en el pecho -debido a la ansiedad- e incluso dolores musculares por la tensión nerviosa.

Según la SemFYC, las personas más susceptibles a sufrirlo son:

  • Las menores de 45 años.
  • Las que han disfrutado de un periodo vacacional largo y sin alteraciones, especialmente si han estado de viaje.
  • Las que realizan un cambio brusco de vida y ritmo vital al reincorporarse a la vida laboral.
  • Las que están desencantadas o quemadas con su trabajo pero no pueden o no quieren cambiar.
  • Las que tienen un trabajo rutinario o poco atractivo.
  • Las que tienen una vida pobre -en cuanto a ocio y vida cultural o emocional- fuera del trabajo.
  • Las que idealizan las vacaciones como contraposición y recompensa del esfuerzo laboral.

Existen formas de combatir el estrés postvacacional

Este trastorno puede atenuarse, e incluso evitarse si la persona propensa sigue ciertas estrategias recomendadas por la SemFYC. Son consejos que afectan tanto al plano físico como al psicológico, pues esta asociación considera que el síndrome se produce a la vez por una alteración brusca de los biorritmos al cambiar los estilos de vida de golpe, como por una perspectiva emocional negativa de enfrentar un largo periodo de obligaciones y vida rutinaria.

Estrategias de orden físico

  • Preparar el aterrizaje en el nuevo orden: tras las vacaciones, donde posiblemente hemos relajado las constumbres y alterado sin problemas los horarios, llega ahora un tiempo de rigores en el calendario que nos puede costar digerir de golpe. Por ello, lo más recomendable es regresar del lugar de vacaciones al hogar familar unos días antes -la SemFYC recomienda dos como mínimo- y aprovecharlos para adaptaros gradualmente a los nuevos horarios y modo de vida. Estos es, acostarnos y levantarnos temprano, seguir rutinas de compra, lavado de ropa, etc.
  • No volver al trabajo en lunes: si se puede, se debe fijar el retorno al trabajo a mitad de semana para así hacer más corta la primera semana laboral y enganchar con el fin de semana, de modo que la adaptación sea lo más ligera posible. En este sentido, este año lo ideal es empezar a trabajar mañana para tener un primer impacto y después pasar al fin de semana para empezar ya el lunes con normalidad. Así habremos tenido más días para adaptar los horarios sin riesgo.
  • No acometer todo el trabajo pendiente de golpe: más allá de lo que nos digan los jefes, lo mejor para nuestra salud es no cargarse de trabajo los primeros días, sino ir quitándonos asuntos de encima de modo gradual y empezando por los más nimios y rutinarios, para ir cogiendo ritmo de crucero. Aunque regresamos cargados de energía, si nos abalanzamos el primer día sobre asuntos complejos y laboriosos, podemos gastarla antes de tiempo y estar quemados a mediados de octubre.
  • Acostarnos más pronto de lo normal los primeros días: el objetivo de esta práctica, que hay que hacer aunque no se tenga sueño, es decir permaneciendo a oscuras en la cama hasta que nos durmamos, es adaptarnos mejor al nuevo horario y aprovechar para dormir un poco más si podemos, de modo que compensemos el cansancio que nos provoca el síndrome.
  • Hacer deporte: el retorno de vacaciones puede ser un buen momento para retomar la actividad deportiva o aumentarla, ya que volvemos pletóricos de fuerzas. El deporte nos hará acelerar e metabolismo y liberar endorfinas, hormonas del placer y la euforia que nos funcionarán mejor que cualquier medicación eventual. Además, nos cansarán, con lo que dormiremos mejor.

Estrategias de orden psicológico

  • No nos metamos inmediatamente en casa: terminar las vacaciones no significa terminar con la vida y con la alegría de vivir, pero sorprendentemente muchas más personas de las que desearían reconocerlo así lo creen. El horario laboral tiene unos límites y tras él, aunque menos de las deseadas, hay unas horas de ocio y vida personal, además de ocupaciones familiares. Si podemos, compremos entradas para el cine o el teatro o saquemos al menos una hora para ir a pasear con la pareja o las amistades y charlar distendidamente antes de volver a casa.
  • Planifiquemos los fines de semana: el fin de semana es una suerte de vacaciones cortas en las que también se puede disfrutar del ocio y la ruptura con la rutina. Si planeamos actividades especiales, como salidas al campo, cenas o espectáculos, tendremos una muleta emocional en la que apoyarnos para soportar el paso de la semana y así combatir el síndrome postvacacional.
  • Apuntémonos a alguna actividad: aprovechar el cambio que supone el retorno a la vida laboral para fijarnos nuevos objetivos vitales -entre ellos ponernos a hacer deporte, apuntarnos a clases de un idioma, de cocina, yoga o cualquier otra actividad que nos interese- puede ayudarnos a tener una actividad aparte del trabajo que nos dé otra perspectiva de la vida en positivo y más allá de la polarización entre vacaciones y trabajo. Las actividades extralaborales nos enseñan que más allá del ocio y la lasitud, también se pueden hacer cosas que implican esfuerzo pero causan satisfacción.

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