Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
Feijóo agita la dirección del PP para endurecer aún más su oposición
De profesión, 'cazafraudes' científicos
Análisis - Israel ataca Yemen pensando en Irán. Por Jesús A. Núñez

La culpa es de los padres (o de las hijas)

Cinco días después de la tragedia en el Madrid Arena, el fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce, se ha pronunciado. No ha hablado de la falta de licencia, ni de la responsabilidad del Ayuntamiento en la gestión de un recinto que es suyo, ni de la posible negligencia criminal del organizador, ni de ese informe de técnicos del Ayuntamiento de hace dos años que alertaba sobre graves fallos de seguridad en esta joyita del Madrid olímpico. No. Torres Dulce ha preferido tirar balones fuera y criticar las macrofiestas: “Todo un problema sociológico generacional y de estructura familiar que hay que atender”.

Escuchando al fiscal, nadie diría que las cuatro jóvenes murieron por aplastamiento: por un más que probable fallo de seguridad, de supervisión o de organización. No fue culpa del ocio nocturno, sino de una serie de negligencias que bien podrían haber ocurrido en cualquier otra concentración masiva de personas: en el fútbol o en las Jornadas Mundiales de la Juventud del Papa. ¿O es que es ésta la primera generación de jóvenes en la historia de España que sale de copas hasta la madrugada y escucha música que no le gusta a sus padres?

¿Por qué razón el mismo fiscal general del Estado que al día siguiente del 25S había movilizado a todas sus unidades contra los manifestantes está hoy dedicado a la sociología de bar sobre los jóvenes? La operación de distracción parece obvia: Ana y en Botella.

Cinco días después de la tragedia en el Madrid Arena, el fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce, se ha pronunciado. No ha hablado de la falta de licencia, ni de la responsabilidad del Ayuntamiento en la gestión de un recinto que es suyo, ni de la posible negligencia criminal del organizador, ni de ese informe de técnicos del Ayuntamiento de hace dos años que alertaba sobre graves fallos de seguridad en esta joyita del Madrid olímpico. No. Torres Dulce ha preferido tirar balones fuera y criticar las macrofiestas: “Todo un problema sociológico generacional y de estructura familiar que hay que atender”.

Escuchando al fiscal, nadie diría que las cuatro jóvenes murieron por aplastamiento: por un más que probable fallo de seguridad, de supervisión o de organización. No fue culpa del ocio nocturno, sino de una serie de negligencias que bien podrían haber ocurrido en cualquier otra concentración masiva de personas: en el fútbol o en las Jornadas Mundiales de la Juventud del Papa. ¿O es que es ésta la primera generación de jóvenes en la historia de España que sale de copas hasta la madrugada y escucha música que no le gusta a sus padres?