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OPINIÓN | 'La penúltima baza', por Antón Losada

Por qué un diputado no debe tener otro trabajo

Un aplauso para Raúl de la Hoz, el diputado autonómico y portavoz de Economía del PP en Castilla y León que solicitó a un juez el embargo del paro a una mujer desahuciada. No creo que él sea consciente, pero su ‘ejemplar’ comportamiento ha dado el argumento perfecto para explicar por qué determinados puestos en política no pueden ser un hobby a tiempo parcial, como pretende De Cospedal: por qué quienes hacen las leyes y gestionan grandes partidas del presupuesto público deben vivir exclusivamente de ese trabajo.

De la Hoz es abogado, pero también diputado. Como abogado, se debe a quien le contrata, sea inocente y culpable. Como diputado, se debe al interés general de los ciudadanos, incluso al de aquellos que no le han votado. Obviamente, ambos mandatos no son siempre compatibles. No pueden serlo.

Como abogado, a sueldo de un banco, De la Hoz defendió una aberración social difícilmente justificable: que una mujer que ya había perdido su casa perdiese también su prestación de desempleo por las deudas pendientes con el banco tras la ejecución de su hipoteca. De la Hoz pidió al juez que quitase a esta mujer los 589 euros mensuales con los que sobrevivía.

Por suerte para la mujer, el juez fue más sensato que el diputado y rechazó la petición “antisocial”, según sus palabras. “La continuación de ejecución frente a deudores con una evidente carencia de medios económicos le arrojará a una situación próxima a la exclusión social”, dejó escrito el magistrado en el auto. De la Hoz perdió el caso.

Como diputado, a sueldo de todos, de la Hoz también defendió idénticos intereses, esta vez desde la tribuna de oradores de las Cortes de Castilla y León. Fue en junio y en aquella ocasión sí se salió con la suya. Ante la propuesta del PSOE de obligar a las entidades financieras que se beneficien del rescate a renegociar las hipotecas en vez de desahuciar a los inquilinos, De la Hoz argumentó que tal cosa era “una aberración” que “convertiría a España en una república bananera”. La mayoría absoluta del PP en las cortes tumbó la propuesta.

Más allá de este ejemplo, lo que demuestra De la Hoz es otra cosa: qué podríamos esperar de un parlamento si ese trabajo no estuviese remunerado. Es impresentable que un parlamentario esté pluriempleado, pero eso sería la norma si ser diputado no estuviese pagado. ¿Qué clase de personas podrían dedicarse a ese trabajo en sus ratos libres? Es fácil de imaginar, viendo qué otros oficios compatibilizan los parlamentarios con el escaño. Hay multitud de abogados, empresarios, algunos millonarios… pero no se conoce el caso de alguien que sea al mismo tiempo diputado y fontanero.

Un aplauso para Raúl de la Hoz, el diputado autonómico y portavoz de Economía del PP en Castilla y León que solicitó a un juez el embargo del paro a una mujer desahuciada. No creo que él sea consciente, pero su ‘ejemplar’ comportamiento ha dado el argumento perfecto para explicar por qué determinados puestos en política no pueden ser un hobby a tiempo parcial, como pretende De Cospedal: por qué quienes hacen las leyes y gestionan grandes partidas del presupuesto público deben vivir exclusivamente de ese trabajo.

De la Hoz es abogado, pero también diputado. Como abogado, se debe a quien le contrata, sea inocente y culpable. Como diputado, se debe al interés general de los ciudadanos, incluso al de aquellos que no le han votado. Obviamente, ambos mandatos no son siempre compatibles. No pueden serlo.