1. El eurodiputado sobre ruedas. De todas las personas que se sentarán en el Parlamento Europeo no hay nadie por la que me alegre más que por Pablo Echenique, colaborador habitual de eldiario.es y coautor del excelente blog De retrones y hombres, con el que Pablo y su amigo Raúl Gay atropellan con sus sillas de ruedas todos los tabúes sobre la discapacidad.
Desde su blog, Pablo Echenique ha demostrado que es una persona honesta, sincera, inteligente y preparada, y también un ciudadano en las antípodas del político medio. No hablo de su discapacidad, sino de su indudable capacidad; lo de menos es esa silla de ruedas que no le impide ser más feliz que tú (sí, que tú).
Pablo es científico. Tiene 35 años, es doctor en Física, trabaja como investigador del CSIC, es activista por los derechos de las personas discapacitadas pero –a diferencia de la mayoría de los “políticos” de su edad–, no ha pasado veinte años militando desde las juventudes en un partido tradicional como única carrera profesional.
Ni su currículum ni su manera tan directa como creíble de expresar sus ideas ni su trayectoria vital se parecen en nada al eurodiputado medio. Que alguien como Pablo Echenique haya llegado hasta Bruselas –ese lugar donde tantos viejos elefantes de la política van a morir– es una de las buenas noticias que Podemos ha hecho realidad.
2. Historia de dos carteles. Isaac Rosa confiesa que no votó a Podemos, pero entiende que más de un millón lo hiciera y no le sorprende nada que muchos de los votantes que, en otras circunstancias, se habría llevado IU hayan acabado en esta novísima formación. “Creyeron que, como llevan meses repitiendo, sí se puede. Y han podido”.
Isaac, como muchos de los que trabajamos en eldiario.es, conoce de hace tiempo no solo a Pablo Iglesias, sino también a gran parte de la gente que ha trabajado en las sombra durante todos estos meses para lograr un éxito así. No son recién llegados. Todos ellos –gente como Juan Carlos Monedero, Carolina Bescansa, Iñigo Errejón o Ariel Jerez– son personas de izquierda que llevan años en el activismo, en los movimientos sociales y en esa política que no solo (o no necesariamente) pasa por la militancia en un partido.
“El trabajo del equipo de Podemos es brillante” –escribe Isaac Rosa–, “y tiene razón Pablo Iglesias cuando dice que será objeto de estudio en el futuro para politólogos y expertos en comunicación”. Estoy de acuerdo con la afirmación.
3. Podemos: al final nos hicieron soñar. Victor Alonso Rocafort, profesor de Teoría Política de la Universidad Complutense de Madrid, también conoce al equipo fundador de Podemos y no solo a los más veteranos sino también a algunos de los voluntarios. “Tengo estudiantes que no me entregan trabajos de fin de grado porque me dicen que llevan los últimos meses implicados en proyectos a los que dedican las 24 horas del día. Se refieren a Podemos y están encantados. Sobra decir que estoy seguro de que habrán aprendido como nunca”.
Rocafort explica bien en su artículo algunos de los primeros pasos de un proyecto que empezó a rodar en la Complutense con las primeras teorías y los datos de otros dos profesores de la Facultad de Políticas –Carolina Bescansa y Ariel Jerez–. Es elogioso con el resultado final, pero también recuerda algunos de sus puntos negros: “los discursos de la casta y la patria”, el logo de las papeletas con la cara de Pablo Iglesias o los “fuertes conflictos internos en el proceso de primarias” entre la gente más afín a Iglesias y Monedero –los “tuerkos”– y los militantes de Izquierda Anticapitalista, una organización minoritaria de origen trotskista, heredera de la vieja Liga Comunista Revolucionaria, que nació de una escisión de Izquierda Unida que consideraba que esta organización había girado a la derecha.
Hasta la llegada de Podemos, el proyecto de Izquierda Anticapitalista había sido marginal. No habían logrado emular en España el éxito francés de su principal referente, Olivier Besancenot; en las europeas de 2009, Izquierda Anticapitalista no llegó a los 20.000 votos.
La pequeña red orgánica que ya tenía este pequeño partido fue clave en el arranque de la campaña de Podemos más allá de Madrid, pero el conflicto interno entre los “tuerkos” y los “troskos” sigue latente en la nueva organización y más pronto que tarde estallará. El programa de máximos de los cuadros de Izquierda Anticapitalista no encaja con la vocación mayoritaria del resto de la organización, el núcleo de la Complutense, que quiere convertir a Pablo Iglesias en “el tribuno de la plebe” y no quieren quedar arrinconados como un partido a la izquierda de la izquierda de Izquierda Unida.
Probablemente, en los próximos días la prensa más reaccionaria atacará duramente a Podemos por su flanco de Izquierda Anticapitalista. El diluvio de mierda que van a verter sobre Pablo Iglesias y sus compañeros de viaje es directamente proporcional al miedo que, en determinados sectores del poder, produce su auge. Está por ver qué sucede, pero determinados ataques pueden provocar el efecto contrario: que hagan crecer aún más a Podemos y a Pablo Iglesias, en vez de eliminarlos. Ya pasó antes con ERC o con la PAH y Ada Colau.
4. Más allá de las siglas: Ir donde está la gente. Olga Rodríguez analiza, entre otras cosas, dos recientes entrevistas que hay que leer: una de Alberto Garzón (IU), y otra del reponsable de campaña de Podemos, Iñigo Errejón. Ambas hablan de lo mismo desde dos siglas distintas: de la confluencia entre las fuerzas de la izquierda para crear un amplio frente popular que ponga pie en pared contra los recortes y el aumento de la desigualdad. El debate está abierto y es probable que, esta vez, la confluencia se pueda lograr, e incluir dentro de esa ola a las mareas y a los movimientos sociales.
Pese a que un sector de la dirección de IU –la vieja política– aún se resiste a ello, esta vez tienen más difícil aguantar. Podemos ha logrado más de un millón de votos al primer intento, a pesar de que hay muchísimos ciudadanos que se enteraron de que este partido existía en la misma noche electoral. No es su techo sino su punto de partida, algo que muy probablemente veamos pronto en las encuestas del CIS. Nadie, nunca antes, había irrumpido con una fuerza así en unas elecciones en toda la historia democrática española, y quienes comparan este acontecimiento con fenómenos verdaderamente “frikis” como los escarceos políticos de Ruiz Mateos o Jesús Gil confunden sus prejuicios o sus miedos con la realidad.
En muchas ciudades y autonomías, Podemos ha superado a IU con un programa electoral claro y contundente, que una gran parte de los votantes de izquierda estaría dispuesto a firmar, incluso parte de ese voto de izquierda que aún queda en ese desnortado PSOE. Dentro de IU, el debate sobre las primarias –con las que dudo que Willy Meyer hubiese podido ser cabeza de lista– ya no se va a poder soslayar. Podemos ha ganado a IU en muchas de las autonomías y municipios más importantes para la izquierda. En algunas de ellas, suman entre ambos partidos más votos que el propio PSOE.
Aún es pronto para pronosticar si esa confluencia llegará a buen puerto; la historia de la izquierda es, de siempre, la historia de una división y los odios y rencillas personales entre muchos de los protagonistas de esta historia serán una barrera difícil de superar. Sin embargo, en un año llegarán unas municipales y autonómicas donde la derecha puede perder gran parte de su hoy hegemónico poder, el PSOE sigue KO, y las organizaciones locales están presionando a la dirección de IU para que se mueva, permita las primarias y busque una alianza con Podemos. Para la ejecutiva de IU, quedarse quieta y hacer como que no ha pasado nada no parece que sea una opción.
5. No diga PSOE… diga Podemos. Guillermo Zapata habla de esos jóvenes que votaron a Zapatero “con toda la ilusión de su corazón”, que aquella noche de 2004 gritaron “no nos falles”. Esos a los que después falló.
“Cuando hablo con mi padre de Podemos o con gente de mas edad me dicen que tienen una sensación muy similar a la que tuvieron cuando irrumpió el PSOE antes de su mayoría absoluta”, escribe Guillermo Zapata. “Podemos no es la fuerza que pacta con IU. Podemos es la fuerza que va a comerse al PSOE (…) es la expresión de un nuevo régimen político que se intuye y otro clavo en el ataúd de un régimen del 78 que muere”.
Hace no mucho, la posibilidad de que un partido montado desde la nada pudiese convertirse, a medio plazo, en la formación más votada de la izquierda española me hubiese parecido de una enorme y cándida ingenuidad. Casi tan ingenuo como pensar, hace menos de medio año, que el proyecto Podemos iba a lograr 1,2 millones de votos, cinco eurodiputados, y colocarse como la cuarta fuerza más votada en España. En eldiario.es, hemos sido uno de los pocos medios que hemos informado ampliamente (hay más de un centenar de artículos en nuestra hemeroteca) y desde el primer día sobre Podemos. Lo hicimos porque pensamos que era una propuesta sólida y que tenía interés para nuestros lectores. Pero cuando hace una semana Juan Carlos Monedero me contó que esperaban al menos tres eurodiputados, yo sinceramente creía que, como mucho, serían dos. Me equivoqué.
Hoy sigo sin tener tan claro como Zapata y otros tantos que un sorpasso a medio plazo de Podemos al PSOE pueda ocurrir, pero ya no pienso que sea una hipótesis de ciencia ficción y me puedo volver a equivocar; cosas más inimaginables han pasado ya en Europa en estos años. Dependerá de cómo aproveche o desperdicie Podemos el enorme chorro de legitimidad e ilusión que ha logrado en estos pocos meses, de cómo haga la digestión de lo ocurrido Izquierda Unida y también de la (probada) capacidad del PSOE para dispararse tiros en la rodilla, en vez de afrontar una enorme renovación. Pero si los socialistas creen que sus 135 años de historia les vacunan contra la extinción, hagan lo que hagan, el PSOE se merece desaparecer. No hace falta mirar a Grecia. Basta con fijarse en Catalunya y repasar la evolución reciente del PSC.
Entre los dirigentes del PSOE –muchos de ellos más preocupados por su supervivencia política que por el sufrimiento de su país–, aún cunde la teoría de que lo ocurrido en estas europeas es de nuevo anecdótico, y que el votante que se fue decepcionado más adelante volverá; que este resultado es el suelo y no se puede caer más. Eso mismo decían en 2011, antes de hundirse de nuevo y perder un voto de cada tres.
España ha sido el único país de la UE en estas europeas donde el partido en el Gobierno ha caído, pero también lo ha hecho el primer partido de la oposición. Sin duda, tampoco es anecdótico que algo así haya pasado y es fácil explicarse el porqué.
6. El voto a Podemos en cuatro gráficosEl voto a Podemos en cuatro gráficos. El politólogo José Fernández-Albertos lo explica muy clarito: Podemos activó a los abstencionistas con un voto joven y de respuesta frente a la crisis, que triunfa mucho más en los barrios humildes que en los ricos. Es un partido que reconfigura la izquierda y que –contra el tópico que se repite estos días– parece beber más del electorado socialista que del de IU. “Es en los distritos donde el PSOE cae más donde Podemos obtiene más votos”.
“¿Es Podemos un suflé televisivo, o está aquí para quedarse?”, se pregunta Fernández-Albertos. Su repuesta es prudente, pero sensata: “Las fuerzas que sostienen el voto de Podemos parecen ser lo suficientemente estructurales para pensar que esta formación no se disolverá como un azucarillo en las próximas contiendas electorales”.
Estoy de acuerdo con Fernández-Albertos. Es de un enorme simplismo analizar que Podemos ha triunfado solo porque Pablo Iglesias sale mucho por televisión. También salió mucho por la tele el magistrado Elpidio Silva –y aún más los representantes de los principales partidos–, sin conseguir un éxito así.
Es verdad, en Podemos han aprovechado muy bien la fuerza de la tele, pero es una verdad incompleta: también han aplicado con una enorme habilidad las técnicas de la nueva política que ha permitido Internet. Entre otras cosas, la transparencia, el crowdfounding, el debate de las redes sociales, las primarias abiertas y la participación ciudadana. Han entendido y han utilizado estas herramientas de verdad, no como un simple reclamo electoral.
Podemos ha conectado con la sociedad con un discurso que, más allá de su futuro como partido, ha transformado ya la política española. Aunque existe el serio riesgo de que, en vez de la unión, su entrada en escena lleve a una mayor división en la izquierda que consolide al PP, el éxito que ha conseguido va a provocar –ya lo está haciendo– enormes cambios en todos los demás partidos: ya no van a poder ser tan tácticos ni hablar desde el simple argumentario ni estar cerrados a la sociedad.
A pesar de la simplicidad de algunos mensajes “patriotas” de brocha gorda, en Podemos hablan claro, saben lo que quieren, son distintos, no forman parte del establishment y enganchan como nadie con ese enorme sector de la ciudadanía que ven en los actuales políticos el problema, y no la solución.