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Isabel Díaz Ayuso ha ligado su futuro y el de su partido al de Vox. Madrid puede convertirse en la primera comunidad autónoma donde la ultraderecha llegue a gobernar
Después de meses hablando de las tensiones en el Consejo de Ministros, la coalición que ha saltado por los aires ha sido otra: la de Ciudadanos con el Partido Popular. Primero en Murcia, donde la denuncia por corrupción del vicealcalde de la ciudad contra el PP ha desembocado en dos mociones de censura que amenazan con dinamitar un cuarto de siglo de dominio conservador. Más tarde en Madrid, donde la desmesurada reacción de Isabel Díaz Ayuso ha provocado un incendio aún mayor, que le puede costar al PP su futuro y, en el peor de los casos, su principal bastión.
Isabel Díaz Ayuso había intentado convocar elecciones anticipadas en otras dos ocasiones. No se entiende con Ciudadanos. No es de ahora, ni tiene que ver con la moción de Murcia, que es solo la excusa. Nunca se entendió. El aguirrismo, del que Ayuso procede, también es la madre de Vox y Santiago Abascal.
En los dos intentos anteriores, Pablo Casado había abortado esta operación. El líder del PP se había comprometido con Inés Arrimadas a que no habría adelanto electoral; Arrimadas, a su vez, le prometió que no habría moción de censura en Madrid. Ese pacto, este miércoles, ha saltado por los aires. Y con él, también se ha volatilizado cualquier futuro de la derecha española que no pase, en los próximos años, por los ultras de Vox.
Aún no está claro si Pablo Casado avaló la ruptura con Ciudadanos en Madrid. Si siquiera lo sabía. Si Isabel Díaz Ayuso se atrevería a tomar esta decisión sin consultar. Pero fuese cual fuera el método deliberativo, es probable que a estas horas, en Génova, ya se estén arrepintiendo de lo que sin duda es un error. Ayuso ha arrastrado a Casado de nuevo a los brazos de Vox.
Todas las posibilidades que se abren ahora, tras la ruptura del PP de Madrid con Ciudadanos, son malas para Pablo Casado y el PP. Incluso si Ayuso se mantiene en el poder, que es lo que ya tenía antes de la crisis de este miércoles. Incluso si gana las elecciones, el Estatuto de Autonomía obligará a que se vuelva a votar en 2023. A lo máximo que aspira Ayuso es a mantenerse durante lo que queda de legislatura, dos años más en la presidencia. Igual que antes, pero casada con Vox.
Por ahora, no está claro siquiera si las elecciones anticipadas se van a celebrar, o si habrá antes una moción de censura que encumbre a Ángel Gabilondo. De momento, la Asamblea de Madrid sigue adelante, pese a la disolución que pretende el PP. ¿Cuándo se convocan las elecciones anticipadas y se disuelve el parlamento madrileño? ¿Cuando Ayuso firma el decreto y da la rueda de prensa o cuando se publica en el Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid, como dice la ley electoral? ¿Las mociones de censura presentadas por PSOE y Más Madrid y aceptadas a trámite por la mesa de la Asamblea anulan las elecciones? El debate jurídico es interesante, aunque me temo cómo se zanjará: con una sentencia del Tribunal Constitucional; un tribunal con el mandato caducado, por el bloqueo del PP, donde la derecha conserva la mayoría absoluta que hoy ya no tiene ni en el Congreso de los Diputados ni en la Asamblea de Madrid.
Pero que las elecciones se vayan a celebrar, si es que finalmente ocurre porque así lo ordena la Justicia, tampoco es una buena noticia para el Partido Popular. Incluso si Ayuso las logra ganar.
Con su abrupta ruptura con Ciudadanos, el PP ha ligado su futuro al de Vox. La ultraderecha es el único apoyo parlamentario con el que, después de esto, Ayuso va a poder contar. Y, por ahora, no hay muchas encuestas que le den una mayoría absoluta al PP con Vox.
No descarten que eso finalmente ocurra. Que las elecciones se puedan celebrar un martes ayudará a la derecha frente a la izquierda; los barrios trabajadores tienen más difícil votar en un día laborable. Pero incluso si Ayuso lograse sumar con Vox –el mejor escenario que le queda a Ayuso– tampoco sería una gran noticia para el Partido Popular.
Puede que Madrid vaya a ser la primera comunidad autónoma donde la ultraderecha alcance el Gobierno, si es que se cumplen todos los condicionantes anteriores (que se vote, que Ayuso gane, que el PP y Vox sumen la mayoría absoluta). Pero incluso ese resultado es malo para el Partido Popular. Porque Madrid no es España, algo que en el PP suelen olvidar. Que Ayuso se case con Vox y arrincone a su partido aún más a la derecha es casi una garantía de que Pablo Casado jamás podrá gobernar.
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