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Las relaciones comerciales UE-China: el momento para reescribir la política comercial de la UE

El presidente chino, Xi Jinping (dcha) saluda al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk (izda) en el G20 Hangzhou, China.

Paloma López

La UE anunciará antes del 11 de diciembre si liberaliza los intercambios con China, reconociéndola como economía de mercado (MES) ante la OMC. Este reconocimiento implicaría una reducción de los aranceles y las medidas anti-dumping aplicadas al gigante asiático, poniendo en peligro industrias fundamentales como el acero, el vidrio o la cerámica.

La Comisión tiene la posibilidad de negar el MES, pero parece dispuesta a tomar el camino emprendido por Australia, maquillando con algunas protecciones adicionales su apuesta por la liberalización comercial en detrimento de su industria. Sin embargo no tenemos mucha esperanza puesta en una Comisión cuya agenda comercial ha tratado de imponerse en contra de la voluntad de la práctica totalidad de la sociedad Europea.

Si nos oponemos al MES, no es por que negamos a China su derecho a elegir un modelo de desarrollo que mantenga una fuerte participación del Estado en su industria, como pretende hacer EEUU en su chantaje para reconocer, a su vez, el MES a China. Pero creemos que antes de profundizar en la liberalización de los intercambios globales debemos buscar un nuevo marco de cooperación que distribuya la producción mundial de sectores estratégicos, como única forma de permitir un desarrollo internacional equilibrado, social y ambientalmente sostenible. Que permita, entre otras cosas, recuperar el papel del Estado en la industria, con el objetivo de sostener el empleo de calidad y evitar convertirnos en una sociedad sin industria que importa todo lo que consume.

Para nosotros el problema no es China, y así lo manifestamos en la reciente visita del Grupo de la Izquierda Europea/Izquierda Verde Nórdica a Pekín, invitada oficialmente por el Gobierno Chino. El problema es la incapacidad del actual marco global del comercio para proteger la industria, no solo a través de barreras comerciales, sino de una verdadera participación del sector público en nuestra economía.

Las instituciones europeas continúan promoviendo el discurso del crecimiento a través de la integración comercial para fomentar la exportación, pero en un contexto de crisis y recesión global esto ya no es una opción para todos los estados miembros de la UE. ¿Debemos esperar al cierre de la última de nuestras fábricas para darnos cuenta de ello?

No podemos continuar abriendo nuestras economías al comercio internacional cuando esto no aporta flujos de inversión a la economía real y acelera los procesos de relocalización industrial y destrucción del empleo. Debemos avanzar hacia una relocalización de nuestra producción industrial, una producción sostenible en términos ambientales, económicos y sociales y que asegure que nuestro modelo de comercio es compatible con la soberanía sobre nuestro modelo productivo. Es aquí donde debemos recuperar el papel del Estado en la industria, desde la nacionalización de los sectores estratégicos, como la energía, hasta el apoyo financiero a la industria a través de una banca pública. Esta es la única herramienta para imponer a los mercados internacionales la voluntad de los trabajadores de nuestro país.

Nos encontramos ante un punto de inflexión de la política comercial de la UE, tras el breve conflicto político con Valonia por su oposición al CETA y las luchas populares contra el TTIP, la Comisión debe encarar su fracaso y avanzar hacia una política comercial alternativa. Una política comercial que mire por los intereses de los ciudadanos europeos y no de las multinacionales, quizás de esta forma no encuentren la feroz resistencia de un pueblo que por primera vez ha dicho BASTA a la liberalización comercial.

Paloma López es diputada por IU-IP en el Parlemento Europeo

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