El próximo 25 de mayo son las séptimas elecciones europeas en las que participa España, ¿son las más importantes de las celebradas hasta ahora?
Son importantes sobre todo porque ahora tocan en tiempo de crisis. Además, nunca había sido tan importante el papel de Europa en nuestras vidas: las decisiones de la troika, las políticas de austeridad... son políticas que se toman en todos los países y coordinadas a nivel europeo. Esto significa que para tu empleo, para tu bienestar y tus pensiones la UE impacta y tiene algo que ver con tu vida diaria.
Pero no parece que está cuestión esté muy clara para la ciudadanía, que las percibe en clave nacional.
Más del 70% de las leyes vienen de forma directa o indirecta de la UE. Las políticas de austeridad se deciden a nivel europeo y luego se aplican en cada país en forma de recortes sociales, en sanidad y educación. Eso son cuestiones muy concretas. Quitan becas para estudiantes y para poder pagar el comedor. Eso son cuestiones del día a día que tienen que ver con el sistema económico y con las políticas que se han aplicado para gestionar la crisis. Gestión que ha sido catastrófica, por decirlo en una palabra.
Pese a esto, la movilización parece que va a ser limitada. Las encuestas anticipan la participación más baja en una europeas. ¿A qué cree que responde?
Es una gran paradoja. Nunca hemos necesitado tanto a Europa y nunca hemos visto tanta abstención. Tiene varios motivos: la troika ha puesto en marcha unas políticas que los gobiernos nacionales han hecho lo máximo para que sean así. Tenemos un Gobierno que echa la culpa a la UE cuando ellos mismos son una parte impulsora de esas mismas políticas desde el Consejo Europeo.
Y al mismo tiempo tenemos un problema más de fondo, que es la construcción democrática de la UE, que ha ido a remolque de la económica y por eso tenemos una colección de tratados que no se entienden. Incluso las personas que hemos trabajado en la UE tenemos problemas para entenderlo. Lo primero en una democracia es la transparencia, por eso pedimos un proceso constituyente donde la ciudadanía decida qué UE quiere para el futuro.
¿Está en desventaja el ciudadano, que no entiende cómo funciona este entramado administrativo, frente al político?
Por supuesto. La ciudadanía está en desigualdad de oportunidades con los más de 30.000 lobbies que se mueven en la UE. Las grandes empresas, las multinacionales y las eléctricas tienen recursos para acceder a los detalles de lo que está pasando en la UE y un ciudadano no puede luchar contra esto. Incluso los grupos de presión que representan los intereses de los ciudadanos están en desventaja. Debería haber una regulación y un registro para conocerlos y saber con qué recursos cuentan. Y segundo, también pedimos que la ciudadanía tenga un acceso directo al Parlamento Europeo.
Pero el Parlamento Europeo no tiene capacidad legislativa.
Estrasburgo tiene un papel de codecisión sobre las propuestas de ley que hace la Comisión Europea y con el Consejo Europeo. Por eso queremos reforzar las iniciativas ciudadanas europeas. La primera que ha sido exitosa ha sido una sobre el derecho del agua como bien básico. Nos gustaría que se pudiera presentar directamente en el Parlamento Europeo y no a través de la Comisión.
En este panorama que dibuja de ciudadanía desmovilizada, una UE controlada en parte por grupos de presión profesionales y con un Parlamento con un papel legislativo limitado, ¿podemos decir que ha fracasado el proyecto comunitario tal y como se planteó?
No ha fracasado la UE, es el final de una etapa. Mira, tengamos un poco de perspectiva histórica. Mis abuelos maternos eran polacos; se conocieron en un campo de trabajo en Alemania al final de la Segunda Guerra Mundial y luego migraron a Francia. Hoy en día, yo vivo con mis dos hijas francoespañolas en un espacio de paz, relativa, pero paz. Mis abuelos no lo hubieran imaginado, pero sí lo habían soñado. Somos la primera generación que no conocemos directamente un conflicto armado y esto no lo podemos olvidar nunca.
Pero eso ya no es suficiente. Ha sido la base de la fundación de la UE. Ahora está en crisis porque tiene que ser algo más de cara al futuro: que Europa sea realmente democrática, que pueda garantizar más derechos básicos, los sociales, medioambientales, culturales y económicos a las personas, que sea un agente de paz fuera de sus fronteras y sobre todo que vuelva a ilusionar a la ciudadanía. Necesitamos dar un salto cualitativo en este sentido y ver la crisis como una oportunidad para reinventar Europa desde la solidaridad, la ecología y la democracia.
¿Y el proyecto del euro?
Lo que está claro es que la moneda única no puede seguir así. Hay dos caminos: reformarlo para que sea sostenible de cara al futuro o salir del euro. Desde los verdes europeos tenemos claro que salir del euro es un remedio peor que la enfermedad. La gente que defiende eso debe recordar que supondría un empobrecimiento generalizado de la sociedad. Es mucho más complejo abandonar el euro que seguir. No es la solución porque supondría deconstruir la UE, que lo que necesita es una reforma radical que pasa por una unión fiscal, bancaria y política. Tenemos que dotar a la UE de las funciones básicas que necesita una moneda común. Necesitamos un BCE que sea dependiente del poder político y que tenga el empleo sostenible y digno dentro de sus prerrogativas. Esto es importantísimo.
Equo ha puesto en marcha en los últimos años varios procesos participativos para involucrar no solo a sus militantes sino a toda la ciudadanía. Sin embargo, la participación siempre ha sido baja. ¿A qué achaca que esa participación no se produzca?
Abrir los partidos políticos es un primer paso que tenemos que hacer: hay que recivilizar la política. Pero eso no es suficiente, hay que dar un segundo paso que es repolitizar la sociedad. Para eso hace falta un cambio de cultura y mentalidad porque participar es una forma de vivir. Tenemos que ir a causas más profundas y preguntarnos qué tipo de ciudadanía queremos, qué tipo de persona activa.
Tenemos una autocrítica que hacer, pensar cómo participan las personas. Y que ellas también se comprometan en el día a día. Por ejemplo, pienso en las cooperativas energéticas o de crédito. La gente tiene que darse cuenta de que tiene mucho más poder del que piensa en sus manos.
¿Las primarias tuvieron algún coste político para Equo?
Lo primero que notamos es que los tres meses de primarias nos han permitido una formación interna sobre Europa altísimo y llegamos a los debates con un nivel muy alto. A nivel interno, el proceso fue de guante blanco porque vimos una oportunidad de hacer un buen trabajo. No ha habido ningún coste interno, es más, ha reforzado la identidad de lo que somos.
Hacia fuera, se ve que somos un partido que cumple lo que promete. Desde luego tenemos que reforzar la participación y las siguientes serán mejores.
Acuden en coalición con una decena de partidos entre los que destacan Compromìs (que encabeza la candidatura) y la Chunta Aragonesista. ¿El posicionamiento ideológico de Equo encaja con ellos?
Sí, yo creo que sin ningún tipo de problema. Para empezar, todos los que estamos en la lista hemos hecho primarias. Además, con Compromís ya trabajamos desde las generales de 2011, con Joan Baldoví en el Congreso. La ovación que se llevó en el Congreso de Equo fue bastante emocionante para él.
Tenemos además un manifiesto básico que marca los encuentros que podamos tener: rescatar a las personas antes que a los bancos, una Europa sostenible, una economía verde, una Europa de las personas y de los pueblos... Es un espacio coherente que además ha decidido hacer una apuesta estratégica por el grupo verde europeo, junto con ALE el cuarto más grande del Parlamento Europeo. Mucha gente está pidiendo que sumemos y nosotros hemos hecho la suma en torno a una visión coherente de la política.
Si solo lograran un eurodiputado, tienen previsto alternarse en Estrasburgo. ¿Cree que es eficiente este sistema?
Es eficiente primero a nivel de la pluralidad. Esto es un coliderazgo de los dos que encabezamos la Primavera Europea y pensamos que los dos tenemos que tener un papel importante. Además, será eficiente porque el acuerdo que tenemos es que en la primera parte de la legislatura que le corresponde a Compromís yo estaré de asistente en el propio Parlamento Europeo para asesorar y trabajar para que cuando llegue mi turno estar ya al 100%.
Ustedes defienden que ha llegado un momento en el que hay que anteponer la defensa del medioambiente al crecimiento económico. Dentro del ecologismo hay dos vertientes, una que aboga por el decrecimiento y otra por el crecimiento sostenible. ¿Cuál cree que sería mejor para los españoles?
Hay que recordar los dos grandes retos que tenemos de cara al futuro. El primero se sufre en el sur de Europa sobre todo y es el paro. Lo segundo, una crisis ecológica de gran magnitud. Hace poco Naciones Unidas recordaba que si no damos un giro drástico a nivel institucional, tecnológico y social el cambio climático nos va a pegar muy fuerte. Por lo tanto son dos grandes retos que tenemos que contestar al mismo tiempo. Nosotros apostamos por lo que llamamos la transición ecológica de la economía, que sea capaz de responder a esos dos desafíos de justicia social y ambiental.
La buena noticia es que si apostamos por la transición ecológica creamos empleo y al mismo tiempo defendemos el planeta. El conjunto de personas desempleadas en la UE son 26 millones. Podemos crear en esos sectores verdes (rehabilitación de edificios, energías renovables, agricultura ecológica, tratamiento de residuos) más de 20 millones de empleos. Entonces, la pregunta es ¿quién crea empleo? ¿Los socialistas y conservadores que llevan años gobernando a nivel europeo y español?
Esa cifra de 20 millones de empleo en sectores productivos verdes suele usted utilizarla en sus intervenciones. Si esto es así, si está tan claro, ¿por qué lo rechazan las instituciones europeas, los gobiernos y los partidos mayoritarios?
No es una cifra que utilizo yo. La OIT, que no es una organización precisamente ecologista, dice que de aquí a 2020 podemos crear solamente en España dos millones de empleos. ¿Por qué no se hace? Por intereses: financieros, económicos, políticos. Ahora mismo el Gobierno español está defendiendo un sistema eléctrico que se aleja de las renovables, cuando crea tres veces más empleos que la nuclear o el carbón. Detrás hay lobbies, grandes empresas multinacionales que no quieren cambiar el sistema porque el actual les beneficia. No están mirando por el trabajo o el bienestar de las personas, sino por su beneficio.
Las previsiones indican que el panorama político tras el 25 de mayo será más o menos similar al que tenemos hoy. ¿Cuál es el planteamiento de Equo para el día después de las elecciones?
El planteamiento es que el tenemos hasta ahora: ser un grupo fundamental en el Parlamento Europeo. La gente que trabaja en el parlamento europeo sabe que el grupo que más influencia tiene en relación con su peso es el grupo verde. Somos los que más nos lo creemos y los que más propuestas tenemos por una Europa verde y solidaria.
Además, tenemos que saber que el Parlamento Europeo es más flexible que el español. Por ejemplo, no existe la disciplina de voto. Y eso permite unas mayorías más versátiles sobre algunos temas.
Explique en un mensaje por qué deben votarle los españoles.
Ahora mismo tenemos que enfrentarnos a la crisis social y ecológica a la vez. Y el partido que aporta respuestas a esto es el que se basa en la ecología política. Y quien lo hace a nivel europeo somos los verdes, el cuarto grupo político en el Parlamento. Por tanto, el voto a Equo es un voto alternativo, fresco y útil.
Una previsión para el 25 de Mayo para la Primavera Europea.
Tenemos un eurodiputado casi garantizado porque hemos conseguido sumar diferentes perfiles en distintas comunidades autónomas. Pero vamos a luchar por el dos, pensamos que somos un espacio que puede representar a 600.000 personas.