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Todos los ciclistas profesionales vascos y el debate sobre el relevo generacional

Xabier Usabiaga Oiartzabal

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El ciclismo ha vivido mejores épocas en el pasado. Y no es algo dicho por una persona mayor enfadada con el paso del tiempo o que siente nostalgia por la juventud. Se puede decir bien alto y bien claro que en el pasado corrían mejores tiempos para el ciclismo, y quien diga lo contrario aportará argumentos que, como el azúcar en el café, se disuelven con facilidad. Es un debate que no aguantaría ni dos rondas. El esplendor del pasado queda ya lejos: en parte por el musgo del olvido, cuya capa lo recubre todo; y en parte por el óxido, que va acabando con el resto. La gente joven de hoy en día podría interesarse por el ciclismo, pero no encuentra ninguna luz que le ilumine la mirada; y la afición echa de menos el entusiasmo del pasado. No es que la situación actual sea completamente mala, sino que la anterior era mejor. De hecho, el futuro está salpicado de incertidumbre o frustración. 

A diferencia de otros países en los que han ido apareciendo promesas jóvenes, en el País Vasco seguimos con la mayoría de los ciclistas en situación próxima al descenso de rendimiento. Los mejores andan por la treintena: Mikel Landa y Pello Bilbao tienen 33; Ion Izagirre, 34; Gorka Izagirre, 35; Imanol Erviti, 39... Y todavía no hay un relevo generacional que les iguale; solo hay algunos ciclistas sueltos, como Alex Aranburu (27); o, entre los más jóvenes, Oier Lazkano (23) e Igor Arrieta (20). Hoy en día, la situación es esa. 

Aunque se quieran buscar otras explicaciones, solo añaden unas gotas optimistas que caen en el pozo del pesimismo, igual que el agua discurre hacia abajo por un precipicio. Tomemos como ejemplo el Tour de Francia, que es una referencia bastante generalizada. 

El ciclismo vasco ganó una etapa del Tour por primera vez en 1932, y en 1937 ganamos el primer Tour, con las dos victorias protagonizadas por Roger Lapebie, de Bayona. Por eso, vamos a hacer nuestro examen partiendo de los años 30, analizando cada década. En ese primer período, se consiguieron un Tour y un pódium (Roger Lapebie), además de 11 victorias de etapa (Roger Lapebie, 8; y Paul Maye, Federico Ezkerra y Mariano Cañardo, una cada uno). En la siguiente década, se lograron dos victorias de etapa y un pódium. Durante la década de los años 50, se vivieron las victorias de etapa de Jesús Loroño y de Marcel Queheille (este último, de Zuberoa), además del Premio de Montaña, ganado por el vizcaíno. En la siguiente, se impusieron Luis Otaño, José María Errandonea y Aurelio González. Aurelio González, que se llevó el Premio de Montaña, y el mítico grupo Kas ganó la contrarreloj.

En la época dorada de Eddy Merckx, en la década de los 70, Miguel Mari Lasa ganó dos etapas, junto con la que ganó Joxe Nazabal en Vitoria, así que la cosecha vasca fue de tres victorias de etapa. Todo ello sin olvidarnos del gran Txomin Perurena, que ganó el Premio de Montaña con gran mérito. Bajo la dirección de Hinault, se consiguieron seis vitorias de etapa. Peio Ruiz Cabestany, Julián Gorospe, Fede Etxabe, Marino Lejarreta y, alguien que llegó sin previo aviso, Miguel Indurain, que ganó dos etapas, como preámbulo de lo que vendría después.

La década de los 90 fue increíble: se lograron cinco victorias absolutas en el Tour y se ganaron dieciséis etapas. No cabe duda de que el ciclismo vasco tocó techo en aquella década, por lo que no sería justo comparar todas las demás con esa. Si consideramos el resto de etapas como herederas, tenemos que dar por buenas las cinco vitorias de etapa logradas en la década de los 2000 (Roberto Laiseka, Iban Mayo, Aitor González, Juanma Garate, Mikel Astarloza, esta última anulada por dar positivo fuera de la carrera).

En la década de 2010, solo se consiguieron las victorias de etapa de Ion Izagirre y de Omar Fraile; y en la etapa recién estrenada estamos a la espera de lograr alguna victoria. 

Sin embargo, hay también otros datos significativos que conviene revisar. Han pasado 21 años desde que un ciclista vasco (Joseba Beloki) se hiciera con un pódium y otros tantos desde el último liderazgo (Igor González de Galdeano). 

Si nos fijamos en la situación fuera del Tour, tampoco es muy halagüeña. En el año 2000, los ciclistas vascos consiguieron 36 victorias, entre 19 corredores. No ha habido mejores temporadas ni antes ni después. A partir de ahí, se ha ido en declive. Hace cuatro años, se contabilizaron 23 victorias; el año pasado tan solo nueve, y dos del World Tour. Otro ejemplo claro es la clasificación de la UCI. En la actualidad, hay cuatro ciclistas entre los cien mejores. En el año 2000, eran seis. 

No es fácil hacer frente a la cruda realidad, pero el ciclismo vasco tampoco puede negarse a verla. Es necesario extraer conclusiones del pasado, y tenemos dónde fijarnos tanto dentro como fuera de casa. El Reino Unido es el ejemplo más cercano en cuanto a tiempo, y también el más significativo. Aunque tiene poca tradición en el ámbito del ciclismo, y con algunas excepciones, hoy en día es una de las principales potencias ciclistas. Además, parece una cantera inagotable: Tom Pidcock, Adam y Simon Yates, Tao Geoghegan-Hart, Ethan Hayter, Hugh Carthy, Jake Steward, Fred Wright, Max Poole, Ethan Vernon, Ben Turner, Ben Tullet, Thomas Gloag, Lewis Askey, Leo Hayter, Oscar Onley… El Reino Unido cuenta con siete ciclistas en los cien primeros puestos de la clasificación de la UCI (en el año 2000 no tenía ninguno); y, si miramos a los que vienen por detrás, la mayoría está en el camino de ascenso con 20, 21 o 22 años. En consecuencia, tienen el futuro garantizado, con un nivel muy elevado. 

El caso del Reino Unido no ha sido un milagro, no ha llegado como lluvia caída del cielo: es fruto de una planificación a largo plazo bien meditada. Un resultado extraordinario que puede obtenerse mediante un proyecto en el que se combinen los ámbitos público y privado. Su inicio se remonta a la década de los noventa. En primer lugar, la Federación de Gran Bretaña acogió en el velódromo de Manchester a los mayores talentos del país. Dotó de todos los medios necesarios al personal de las áreas de entrenamiento, medicina y formación. El primer resultado fue la creación del grupo Sky, y a partir de entonces empezó la época británica, una época próspera que no solo ha hecho realidad los sueños, sino que los ha superado: seis Tour en siete años, con tres personas. Es impresionante. 

El viento siempre soplaba a su favor, viniese por donde viniese; de hecho, en aquella época se celebraron los Juegos Olímpicos de Londres (2012) y el Tour comenzó también en el Reino Unido (2014). Así, el ciclismo, que había permanecido escondido o marginado, salió a la luz y todo el mundo fue testigo de su encanto. Tras haber establecido una base sólida, la rueda siguió girando como nunca hasta ese momento. Esas son las claves ejemplares que han elevado el ciclismo británico al púlpito. No hay ningún otro secreto: solo es la consecuencia directa del trabajo bien hecho.

No obstante, el ciclismo vasco tampoco debe subestimarse porque también cuenta con épocas de las que enorgullecerse, en las que todo el mundo estaba pendiente de él, asombrado. Como sucede en muchos otros casos, y de un modo que solo la naturaleza conoce, uno de sus regalos esporádicos recayó en Navarra. Allí dotó a un joven, a Miguel Indurain, de todas las virtudes de un buen deportista. Y con él llegó la revolución. Fue él quien alumbró el camino. Además de ganar el Tour de 1991, demostró que se podía ganar lo que parecía imposible y convenció de ello a muchas personas. En 1992, el Tour partió de San Sebastián y, por supuesto, él fue una gran ayuda para fortalecer el interés y el gusto por el ciclismo, que siempre han estado activos. Tras su rastro comenzó lo que al principio parecía una utopía: se creó la Fundación Euskadi, formada únicamente por ciclistas vascos. Fue una semilla que floreció más adelante y llegó a niveles superiores, bajo el paraguas de Euskaltel. En ese caso, la iniciativa también contó con colaboración público-privada, ya que, según parece, es la única vía para hacernos grandes desde lo pequeño. 

Nunca hemos tenido tantos y tan buenos ciclistas: Miguel Indurain, Abraham Olano, Fede Etxabe, Julián Gorospe, Alberto Leanizbarrutia, Aitor Garmendia, Javier Mauleon, Jon Unzaga, José Ramón Uriarte, Roberto Laiseka, David Etxebarria, Iban Mayo, Haimar Zubeldia, Joseba Beloki, Igor González de Galdeano, Aitor Osa, Unai Osa, Javier Otxoa, Juan Manuel Garate, Patxi Vila, Mikel Astarloza, Igor Anton…

A medida que la carga de la edad iba marchitando a los más débiles o desfavorecidos, los frutos del vivero iban sustituyendo las hojas que iban cayendo; de esa forma, era posible mantener el equilibro entre cantidad y calidad. Indurain y sus contemporáneos se retiraron, pero dejaron un rico patrimonio, ya que alimentaron un gran deseo de convertirse en ciclista; de ahí que entre 2005 y 2006 el ciclismo vasco profesional conociese su mayor número de miembros: 72, en concreto. En 1980 solo había 30 y, como no contaban ni con el sueldo ni con el reconocimiento merecidos, dicha cifra descendió a 21, en 1982. La repentina aparición de Indurain y la creación del Euskaltel-Euskadi multiplicaron sin embargo ese resultado.

El revés de la influencia positiva de una creación llega a menudo con su desaparición. El descenso comenzó cuando Euskaltel, 20 años más tarde, dejó de patrocinar al grupo. El equipo se creó en 1994, con 45 profesionales vascos. Llegó a su punto álgido en 2005-2006, con 72 profesionales, que, cuando desapareció, pasaron a ser 40. No obstante, el mayor daño se produjo en la calidad. Cuando desapareció en 2013, había 29 ciclistas vascos en el World Tour. Un año más tarde, esa cifra disminuyó casi hasta la mitad, ya que solo quedaban 15, y desde entonces no se ha recuperado. Quedan lejos, por tanto, los datos obtenidos en las mejores épocas de Euskaltel-Euskadi. Hoy en día, hay 40 ciclistas vascos profesionales, pero solo 12 están en el nivel superior, en el World Tour, es decir, constituyen un tercio de los que había en 2013. Es una diferencia descomunal. Los 28 restantes están en segundo nivel o en Pro Continental. 

Si se quiere regresar al primer nivel y ser referencia no es necesario inventar nada: bastaría con repetir los modelos del pasado que han demostrado ser útiles. Es evidente que no va a ser fácil, pero no se parte de cero, hay una base construida y se tienen todos los ingredientes para aplicar la fórmula del éxito. Aunque la cantera está un poco debilitada, los datos todavía son buenos: la red de carrera es mejor que nunca y las estructuras de los grupos son sólidas y constantes. Se cuenta con la estructura que adoptarían la mayoría de los países, es decir, con cuatro grupos profesionales: Movistar, Kern Pharma y Caja Rural, en Navarra, además de Euskaltel-Euskadi, en la Comunidad Autónoma Vasca; y dos carreras en el World Tour, la Vuelta al País Vasco (Itzulia) y la Clásica de San Sebastián. 

El personal vasco de dirección, formación, nutrición, aerodinámica, biomecánica, masaje y mecánica, que está disperso entre el World Tour y Pro Continental, podría prestar servicio a más de un grupo del World Tour. Lo mismo sucede si se analiza la situación de los productores de bicicletas y de ropa: Orbea y BH son marcas que no tienen nada que envidiar a ninguna otra marca mundial y Etxe-Ondo es una referencia en la producción textil por su diseño y su calidad. Por tanto, hay mercado y consumo. 

Las empresas que utilizan el ciclismo para comercializar su imagen y sus valores son excepciones, pero la red es muy amplia. Los medios de comunicación informan de todo lo que sucede. La televisión pública, a pesar de ser una televisión pequeña, emite todas las carreras importantes; es más, salvo la de Bélgica, no hay ninguna otra que ofrezca diariamente tantas carreras. ¿Y qué decir de la afición? La afición es conocida en todo el mundo por su civismo en el deporte, su calidez y su sabiduría.

Sin embargo falta algo. ¿Qué? Esa es la cuestión: que no es fácil saberlo. Algunos lo achacan al desánimo de la juventud actual, a la falta de vigor, al rechazo automático de cualquier cosa que exija algún tipo de esfuerzo. Y también al mayor poder de atracción de otros deportes y actividades, al riesgo generado por el tráfico o al encarecimiento del deporte. Es evidente que la sociedad ha cambiado. Hemos educado a la nueva generación lejos de la escasez de otras épocas, ha nadado en la abundancia y ha obtenido lo que quería sin sufrimiento. Para evitar que nuestros hijos e hijas sufriesen, además del cascarón, les hemos construido un muro artificial; por eso no conocen la frustración hasta que se adentran solos y solas por el abrupto sendero de la vida. No obstante, se trata de un mal que no golpea únicamente a la sociedad vasca, ya que esa situación se da también en todos los países occidentales. No imagino de manera distinta a la infancia o a la juventud de Dinamarca, Inglaterra, Irlanda, Noruega, Bélgica, los Países Bajos, Eslovenia, Australia o los Estados Unidos, así que los argumentos son bastante frágiles.

Quizás, de faltar algo, faltaría una estrella que sirviese de faro, pero eso es algo que nace, no se crea, surge de forma natural y solo puede hacerlo la naturaleza. Si quisiéramos asirnos a un ligero rayo de esperanza, podríamos recurrir al tiempo. Puede que el fruto que aún no ha madurado, lo haga dentro de dos o tres años, y aparezca alguna estrella que ilumine el cielo ahora grisáceo del ciclismo vasco. La mayoría de los campeones ha llegado por sorpresa. Nadie había previsto la trayectoria deportiva de Eddy Merckx, ni la de Hinault, y mucho menos la de quien cogió el testigo de ambos, Miguel Indurain. Lance Armstrong parecía un milagro, y nadie habría imaginado nunca que Bradley Wiggins y Chris Froome ganarían el Tour. Cuando Chris Froome seguía aún en auge, apareció Egan Bernal. Este último parecía que duraría para siempre, pero llegó Tadej Pogačar, que fue interrumpido por Jonas Vingegaard. En la actualidad, Remco Evenepoel y Juan Ayuso se han subido al púlpito, listos para quitarle el puesto a cualquiera, y, seguramente, siguiendo esa misma ley establecida por ellos, dentro de dos o tres años podrían recoger su testigo ciclista otros chavales que ahora están en niveles de aficionados o junior. Podría suceder que alguno de esos ciclistas fuese vasco.

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