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Entrevista Exciclista profesional

Marino Lejarreta: “En el hospital lo vi todo muy negro, pero asumí que aquel era el riesgo que corría por ser ciclista”

Comenzamos casi por el final, recordando una mañana de mediados del mes de abril de 1992, en la que Marino Lejarreta (Berriz, 1957) se recuperaba en el hospital de Galdakao de la dura caída sufrida días en el Gran Premio Primavera. En la puerta de la habitación 326 su hermano Néstor vigilaba que no se colase nadie, filtrando las muchas visitas que pedían verle, cuando se le acercó una señora mayor. “Mire usted —le dijo—, yo no quiero molestarle, tan sólo quisiera darle un beso, es que, verá, le aprecio mucho”.

No puede haber mejor ejemplo que este para reflejar el consenso que entonces y ahora suscitaba la figura del ciclista de Bérriz. Hombre carismático, apacible y de aspecto sereno con el que ahora hablamos de su vida deportiva 

“Empecé corriendo cross y luego jugué al béisbol en el colegio de los Salesianos de Deusto —avanza Marino—. Había un profesor que lo había jugado antes y claro lo trajo allí, si bien era un deporte poco normal para los colegios de entonces. Fútbol no jugué, porque era malísimo. En clase nunca me cogían para el equipo porque era muy lento. La bici llegó luego, por imitar a mis hermanos mayores y a mi hermana, que ya hacían ciclismo. Claro está que de niño había tenido bicicleta, pero la primera que me compraron de competición, era de segunda mano y las piezas no aguantaron la exigencia. Años después, pasé a amateur y tuve la suerte de que a mis hermanos les había fichado Marcos Guerediaga y al decirle estos que yo también andaba en bicicleta, Marcos ya me llevaba a las carreras con la S.C. Amorebieta. 

Al principio, como estaba interno, no podía entrenar bien. Normalmente solía ir los lunes a la mañana a desde Bérriz hasta Bilbao en bicicleta (unos 40 km), con la bolsa a cuestas y luego los viernes volvía a casa. Ese era todo mi entrenamiento y competía el sábado o el domingo, o lo que fuera. Después, cuando cogía las vacaciones, ya empezaba a entrenar habitualmente y a funcionar un poco“

Reconoce Lejarreta que durante aquellos años y hasta su última temporada como amateur, en Super Ser, no tuvo la presión de tener que ganar salvo, quizás, en alguna carrera en la que salía como favorito. Luego llegó lo de la mili.

Me tocó hacerla en mi último año de aficionados. Tenía que ir, en principio, en primavera al campamento en León y bueno, la retrase hasta el final de temporada para poder hacerla completa. Fui a hacer la mili en octubre y tuve la posibilidad de que mi destino fuera a Valladolid. Mi hermano Ismael había fichado allí por el Novostil y como el equipo tenía influencia con los militares, me llevaron para allí y me ficharon también (era 1979). Y así pasé a profesionales. El estar en la mili y ser ciclista profesional no fue fácil. Salía a entrenar de cualquier manera y, claro, las condiciones no eran las adecuadas: estaba comida, el dormir  y luego todas las actividades que tenías que hacer. Yo estaba exento de algunas actividades, pero no de todas y bueno, pues había que hacer todo eso. De hecho, aquel año hice 15000 kilómetros, los mismos que hacía normalmente en el campo aficionado, mientras que en el campo profesional normalmente son 30000 kilómetros los que recorres en la temporada.

Con Novostil corrió su primera carrera como profesional, la Costa del Azahar, y también hizo la Vuelta a España de 1979, aún sin estar bien preparado.

Aquel año estuve de maniobras en la mili, durmiendo en tienda de campaña y sin entrenar, así que te puedes imaginar como llegué a la Vuelta (celebrada entonces de 24 de abril al 13 de mayo). Cuando la terminé y estaba cogiendo la forma tuve que volver al cuartel y ya no pude entrenar bien.

Acabé la mili en noviembre de 1980, pero en octubre ya estaba libre y había fichado por Teka a través de Txomin Perurena, que era director del equipo. Por entonces creo ya se veían en mí algunas posibilidades. El año anterior, por ejemplo, había comenzado la Vuelta a España hecho una piltrafa, porque no estaba entrenado ni nada, y la acabé fenomenal, haciendo el 30º de la general. Alguna cosilla ya se veía que tenía posibilidades de hacer en el ciclismo.

Aquel año estuve de maniobras en la mili, durmiendo en tienda de campaña y sin entrenar, así que te puedes imaginar como llegué a la Vuelta

Juzgado desde nuestros días aquello parece la prehistoria. ¿Cómo eran las 'cosas' ciclistas allá por 1979?

Entonces las carreras de un día acababan al mediodía y su salida se daba a las 8:00 o las 9:00 de la mañana, porque había que acabar al mediodía, sobre la una o por ahí, y bueno pues las carreras en función de eso, pues empezaban a las 8:00 o las 9:00. Había que desayunar muy temprano, sobre las 6:00 de la mañana. El desayuno típico era arroz o sopa de arroz muy concentrada y luego pues carne, chuleta con patatas o lo que fuera. A veces estaba más seca que una suela de zapato y a base de Coca Cola pues se metía para dentro. Luego se tomaba el desayuno normal: café con leche con tostadas y cosas de esas. Ese era el desayuno que hacíamos.

En su primer año como 'pro', ¿cuál era su ficha y cómo era comparada con la de un trabajador cualquiera?

El cómputo total (porque se cobraban diez meses, a razón de 30.000 pesetas al mes) era de 300.000 pesetas anuales. Por entonces un trabajador cualquiera ganaba bastante más que nosotros.

En el 80 pasa a Teka, el mayor equipo de nuestro país. Un salto de gigante…

Sí, pasé a Teka con buenas condiciones, las que tenían que ser para un ciclista un profesional. Entonces, pues empecé a hacer una temporada acorde a las características que tenía, que eran que al final de temporada empezaba a andar bien. Aquel año pues no corrí el Tour, porque era mi primer año con una preparación en serio, pero en la Vuelta a España ya estaba ahí, haciendo quinto en la general. También tenía la ilusión de hacer algo en el Tour, pero luego vi que aquello era otra cosa, porque cuando fui luego siempre tuve algún día malo en el que fallaba.

En sus dos temporadas en el equipo cántabro, de 1980 a 1982, suma trece triunfos más la general de la Vuelta de 1982 tras la descalificación a posteriori de Ángel Arroyo. ¿Qué recuerdo le ha quedado de aquella victoria?

Agridulce por la forma en que me llegó la victoria. De todas formas, aquella Vuelta la perdimos nosotros, porque gestionamos mal una escapada que hizo Arroyo (Reynolds) con el sueco Nilsson. Allí nos cogieron la delantera y nos sacaron un tiempo que luego no pudimos remontar. Esa fue la clave, la llegada a Sant Quirze del Vallés, allí la cagamos. Mi sensación principal de aquella Vuelta es de haberla perdido.

Al año siguiente se fue a Italia, al Alfa Lum. Era 1983.

Sí, aquí estábamos todo el día llorando y con problemas. Estaba desanimado, así que me fui a Italia, a buscar otro ambiente. Yo tenía conocimiento de los equipos italianos desde el año 1981 en que se corrió el Mundial de Praga. Ramón Mendiburu nos mandó a Juan Fernández, a Lasa y a mi a Italia, con un equipo italiano, el Inoxpram, para correr un tríptico de preparación para el Mundial. Allí estuvimos como si fuéramos tres más del equipo, y allí me di cuenta de que aquello era la leche: o sea, la manera de tratar a los corredores, de mimarlos y todo eso. Vamos que me llamó tanto la atención que quise correr en un equipo italiano desde ya. Como yo tenía contacto con Davide Boifava (el director del Inoxpram), este habló con Primo Franchini, del Alfa Lum, que fue quien finalmente me llamó. Yo, la verdad, ni había oído hablar de dicho equipo, pero tenía tantas ganas de correr en Italia, pues que no me lo pensé y le dije que sí.

Estaba muy delgado; 'el Junco de Berriz' le apodó el periodista Benito Urraburu.

Ni me fijaba. La verdad es que hasta muy tarde nunca me pesé. Por entonces sólo de vez en cuando nos subían a la báscula, pero no se llevaba control del peso ni se medían las pulsaciones. Nos las tomábamos con la mano cuando nos levantábamos. Esa era la única vez que te medías las pulsaciones. ¿Análisis de sangre? Tampoco. Yo hasta que me fui a Italia no tuve un médico en condiciones. Bueno, sí tuve uno en Teka, pero teníamos que ir hasta Burdeos y tenías que pagar todo por tu cuenta, el viaje y demás. No, no aguanté mucho yo en esa historia. Ya te digo que el primer medico tuve fue el del Alfa-Lum. Los italianos en estructura de equipos iban años por delante años, eran mucho más profesionales.

La verdad es que hasta muy tarde nunca me pesé. Por entonces sólo de vez en cuando nos subían a la báscula, pero no se llevaba control del peso ni se medían las pulsaciones. Nos las tomábamos con la mano cuando nos levantábamos

En el año 1983 el ciclismo español vive su milagro: la Vuelta se retransmite por vez primera en directo por televisión. Un bombazo.

Aquella Vuelta a España fue una revolución. Empezó en Almusafes y su inicio lo viví en una situación normal por entonces: nadie te reconocía ni te pedía un autógrafo. Mediada la Vuelta (con la etapa todos los días en la tele), en la salida me pasaba casi una hora firmando. Y ya al final, tras los Lagos, la locura. Recuerdo que en Madrid, en el control antidoping que se pasaba en una roulotte, estaba Michael Wilson conmigo, como ganador de la etapa. Salimos y teníamos que ir rapidísimamente hasta Chamartín, en donde teníamos el hotel, para marchar luego a Italia a correr el Giro, que empezaba cuatro días más tarde. Pero afuera de la roulotte, esperando había una multitud enorme que se apelotonaba y quería tocarte y darte la mano. Total, que nos separamos entre el gentío y Wilson se perdió por Madrid (vestido de ciclista). Como era australiano tampoco se preocupó mucho: mientras la policía andaba buscándole, él buscaba el hotel. Al final le encontraron unos taxistas y nos lo trajeron. Ese puede ser el termómetro de la popularidad que ganó el ciclismo aquel año con la tele.

A nivel personal, dos etapas de aquella Vuelta en las que fuiste protagonista: la Salamanca-Ávila y la jornada de los Lagos de Covadonga, son “historia de oro” en la Vuelta 

Sí, pero yo recuerdo también la cronometrada de Panticosa, que gané, y en la que creo hice una subida final impresionante, porque antes de empezar a subir, en Biescas, llevaba un tiempo importante perdido con respecto a Hinault y de ahí en adelante el tiempo que recuperé fue mucho… Y luego, pues en la Salamana-Ávila sí que vimos al Hinault que estábamos acostumbrados a ver: un ciclista excepcional, un motorista en bici. Yo a su rueda en lo que pude.

Su victoria en Lagos de Covadonga fue épica, de las que se recuerdan y se recuerdan, con una gran audiencia en televisión, dado que era la primera vez que se ascendía en la Vuelta el que luego sería su puerto mítico.

Sí, fue una subida espectacular con la tele y tanta gente. La subí con un 42x23 porque yo era bastante burro con los desarrollos. Una de las grandes equivocaciones que tenía, pero bueno como era ligero podía meter desarrollo duro y subir bien. Luego, con el tiempo me di cuenta de que aquello, a nivel muscular, lo padecías bastante y a la larga salías mal parado Hoy en día pueden meter más desarrollo y suben más rápido.

Pese a irle muy bien en Italia, en cuyo Giro fuiste 6 en 1983, cuarto en 1984 (con victoria en Val Gardena) y quinto en 1985, decides volverte a España.

En el Giro de entonces no había tanta montaña (mi terreno) como ahora. Tuve ciertas posibilidades, aunque las cosas no me salieron como hubiera querido. Era competitivo, pero no pude vestir la maglia rosa. Había cumplido un ciclo. Correr y vivir en Italia se me hacía monótono. Esa experiencia ya la había superado y entonces lo que quería era correr en un equipo de casa, el Orbea, por el que fiché en 1986. Y no creas que me fueron a buscar ellos, ni mucho menos. Peli Egaña (el mánager) no estaba muy por la labor al principio, pero me ayudó Txomin Perurena y me vine.

Luego se le ocurrió correr las tres grandes en una misma temporada.

Eso era una experiencia que había oído contar a José Luis Uribezubia, un ciclista vecino de Bérriz con el que, de vez en cuando, solíamos hacer alguna cena. Así, con él contando anécdotas y películas de cuando corría, pues recordaba cuando disputó las tres grandes (Vuelta, Giro y Tour) en una misma temporada, la de 1971. Me decía: “Fue una locura total, muy duro”, y a mí de alguna forma aquello se me quedó grabado en la cabeza… Y es que yo siempre he sido un poco aventurero. Tenía ganas de meterme en aquella experiencia y así convencí a Txomin para hacerlo en 1987. La verdad es que aquella primera tentativa me salió muy bien (hizo trigésimo cuarto, cuarto y décimo) y quedé contento.  Al año siguiente me dijeron que no, que no repetía, pero yo seguía teniendo la idea en mente, y así pude volver a hacerla realidad en 1989 (fue decimonoveno, décimo y quinto), 1990 (quincuagésimo quinto, séptimo y quinto) y 1991 (tercero, quinto y quincuagésimo quinto).

Hacer las tres grandes en un mismo año suponía una gran carga de kilómetros, dado que el recorrido de Vuelta, Giro y Tour de 1987 sumaba 12.067 kilómetros repartidos en 70 días de competición casi seguidos.

Mi secreto era ser un corredor que aguantaba la forma largo tiempo. Era resistente, un diésel, aunque entrenando no hacía muchos kilómetros. Por ejemplo, el primer año que corrí las tres grandes, en 1987, hice 20.000 kilómetros de competición sobre los 33.000 del total de temporada. Con eso ya se ve que no entrenaba mucho. Solía empezar tarde a prepararme, en enero. Aquellos meses de inicio de temporada entrenaba poco y así llegaba a las primeras carreras, a final de aquel mes, con muy pocos kilómetros en las piernas.

Pregunta ficción: ¿qué hubiera pasado si en aquel tramo de su vida deportiva en vez de disputar (y brillar) en las tres grandes, hubiera ido exclusivamente a pelear una?

Bueno, ya antes había hecho mis pruebas: centrarme en una y luego en dos, pero… Yo corría las tres, pero tampoco las disputaba todas. En la Vuelta a España (abril-mayo), por ejemplo, pues no estaba no estaba en condiciones. Iba a sumar kilómetros, pero luego aquello me daba un punto buenísimo para correr el Giro. Luego un poquito de descanso tras Italia y  me marchaba a correr el Tour. La cosa me funcionaba, menos el último año (1991). Entonces empecé en la Vuelta a España bien (hice tercero en la general); en el Giro iba fenomenal y reventé y ya luego en el Tour iba completamente fundido. Creo que en las tres jugué mucho a atacar y si hubiera corrido buscando hacer el mejor puesto posible en todas, estando más escondido, pues no se sabe cómo me hubiera ido la cosa. Todo aquello fueron experiencias a las que se fue sumando el paso del tiempo. Si hubiera corrido las tres un poco antes, de más joven, igual las cosas hubieran sido diferentes.

Mi secreto era ser un corredor que aguantaba la forma largo tiempo. Era resistente, un diésel, aunque entrenando no hacía muchos kilómetros

En abril de 1992 sufrió una mala caída en el Gran Premio Primavera, circunstancia que a la postre le obligó a la retirada.

Al principio, en el hospital, lo vi todo muy negro, pero asumí que aquel era el riesgo que corría por ser ciclista. Pensaba que con el tiempo me iba a curar e iba a salir de aquella, aunque por entonces también había asumido que aquel era mi último año como profesional .

Tras su accidente sufrió un bombardeo de cariño: en los periódicos, las radios y la tele; en las cartas que le escribían los niños en las ikastolas y en las que le mandaban al hospital gentes del pelotón y otras anónimas; en los ramos de flores y los telegramas recibidos…

Yo siempre he creído que mi mejor triunfo ha sido ese, ganarme a la gente. Eso, a la larga, quiere decir que en tu vida has hecho las cosas bien. Y no es que sea algo buscado, porque no te paras a pensarlo y tampoco haces las cosas para caer bien, sino que es algo natural y ya está. Yo soy una persona cercana y la gente me quiere, sin más.

Tras su retirada fue director deportivo en el equipo de la ONCE y, a partir de allí, ¿qué papel juega la bici en su vida?

Está claro que cuando estuve de director deportivo, con tantas carreras y otras cosas, pues no me quedaba mucho tiempo para andar en bici. Al acabarse aquello retomé la bici y con la pandemia comencé a dedicarle más tiempo al ciclismo. Ahora no es que haga muchas horas al día, pero prácticamente el ciclismo es el único deporte que hago. ¿Subir puertos? Sí, pero lo que más me gusta es ir por sitios tranquilos y por aquí, cerca de mi casa, los sitios tranquilos están plagados de subidas. Me meto por barrios en los que no hay tráfico, pero en cambio las pendientes son importantes, alguna de hasta el 30%... Esa la he subido solo dos veces, está en Mendoza (Álava). Ahí hay una subida de un kilómetro y poco, con zonas muy duras, marcadas al 26%, pero yo creo que se acercan más al 30%. Luego hay subidas del veintitantos por ciento, muchas, y no te digo nada las que hago con la mountain-bike. Con la de carretera me meto por barrios con cuestas del 18%, de esas subo bastantes… Pero, ojo, que no estoy todo el día subiendo. Por esos sitios me meto de vez en cuando. Mira, normalmente hago entre 50 y 70 kilómetros y mínimo, mínimo, me salen 1000 metros de desnivel acumulado. En algún recorrido de 60 kilómetros ya me han salido hasta 1500 metros y así. No es difícil. Subes Santa Eufemia (5,8 km, al 8,4% de media y 21% máxima), Ixua, Areitio, Trabakua y Bolivar y ya la has liado, todo subir y bajar. ¿Desarrollos? Llevo un compact 34x50 y atrás llevo 11x30, aunque ya me gustaría llevar un 32 porque esas subidas del 18% se suben más cómodo con más desarrollo.

Supongo que con esos cuestones que asciende llevará un pulsómetro para controlarse.

Tengo ahora un reloj Garmin de esos que te marcan las pulsaciones, ya sabes, para llevar alguna una referencia, pero ahora pues para subir a 160 pulsaciones por minuto ya me tengo que poner a bloque, y no me gusta ponerme a tope… Lo normal cuando estoy subiendo una zona dura es ponerme a 150 pulsaciones por minuto.

Volvemos al pasado y seguimos hablando de subidas. Ciclista fino y gran escalador, ideal para trepar ese Angliru que no conoció en sus años como 'pro'. Ahí podrías haber dado un gran espectáculo. ¿No lo piensa cuando ve los puertazos que ahora propone la Vuelta: la Bola del Mundo, Cuitu Negru y compañía?

Ni lo pienso. Cada época tiene sus circunstancias y protagonistas. Es cierto que a mí las subidas duras, como esas, de mucha pendiente, me iban muy bien, pero nunca se sabe cómo te va a reaccionar el cuerpo en ese tipo de puertos.

De todas formas, tengo que decirte que no me he quedado con las ganas de subir el Angliru. Lo he subido en mountain-bike y tardé dos horas. Es un puerto de una dureza brutal, impensable de subir en mi época. Como ya te he dicho antes, en la Vuelta del 83 subí los Lagos de Covadonga con un 42x23, que era el desarrollo que se usaba mayormente entonces para los puertos muy duros, utilizando el 25 en casos muy extremos. El Angliru no se habría podido subir entonces porque no había desarrollos, habríamos tenido que subirlo andando.

En comparativa de sufrimientos, ¿qué va de ese subir “atrancado” de antes al subir con “agilidad” a molinillo, que vemos en los escaladores de ahora?

El sufrimiento en la escalada de los ciclistas de antes y los de ahora creo que más o menos es parecido. Al final, ten en cuenta que tú tienes que subir a una potencia determinada y esa es a la que puedes. No puedes ni más ni menos, entonces pues subirás más despacio o más rápido.  Lo la único que cambiaría es la duración del esfuerzo. Ahora duran menos en ese esfuerzo, pero sin más. Yo subía a fuerza, con mucho desarrollo y de pie. No iba sentado porque no podía, al llevar desarrollos muy duros. No era bueno porque luego la musculatura quedaba bastante tocada.

Cada época tiene sus circunstancias y protagonistas. Es cierto que a mí las subidas duras, como esas, de mucha pendiente, me iban muy bien, pero nunca se sabe cómo te va a reaccionar el cuerpo en ese tipo de puertos

En su época y hablando de subir puertos, ¿quién le llamó más la atención?

Para mí, quien era San Dios en todos los sentidos era Hinault. Cuando se ponía a subir, pa, pa,pa, no podías seguirle… Lo que hacía aquel hombre no era de recibo. Tenía una gran diferencia con respecto a los demás, inigualable. Luego, pues hablando de escaladores puros, pues claro que hay que hablar de los colombianos, de Herrera y compañía; y de mi época, el escalador más especial que recuerdo (aunque también tenía sus días), era el suizo Beat Zberg. Yo le conocí en un Tour del Porvenir y ya entonces se veía claro que era un escalador puro, gran candidato a ganar no pocas etapas de montaña.

Acaba de terminar el Tour y se ha vuelto a hablar de la cada vez mayor primacía de la tecnología en este deporte. Triunfan los potenciómetros, los maillots confeccionados con tejido vórtex, los cascos con capas de baja fricción y los cuadros cada vez más aerodinámicos, lo que no debe hacernos olvidar el superior nivel atlético de los ciclistas de ahora…

Apañados estaríamos si los corredores de ahora no fuesen mejores atletas que nosotros. Ahora se les controla más el peso, la alimentación, los entrenamientos. Van al límite. No sé cómo lo consiguen, pero cada vez se lima más en su preparación. A eso no hay que darle ninguna vuelta. Sólo faltaba que las cosas se hicieran peor ahora que antes.

Vindegaard, Pogacar, Thomas: un danés, un esloveno y un inglés en el podio del Tour. Podemos decir que el ciclismo está realmente mundializado al generar campeones de nacionalidades, digamos poco habituales en la historia de este deporte.

Sí, ya no importa dónde hayas nacido. Antes el ciclismo era Francia, Italia, España y quizás en Eslovenia (un país pequeño, de dos millones de habitantes) no había nadie (o muy pocos, vamos) que compitiesen en bicicleta, porque apenas había ciclistas y carreras. Hace 50 años, por decir algo, aquí tampoco había chicas que corrieran en bicicleta. ¿Dónde iban a correr? Y, sin embargo, ahora hay muy buenas ciclistas y muchas carreras de féminas. Mi hermana quiso ser ciclista y no le dejaron. Y en Eslovenia puede haber pasado lo mismo. Quizás no había un gran número de practicantes. A lo peor sólo corrían cinco, pero te han salido todos buenos, ¡qué casualidad!, y tienes a Roglic y Pogacar. Eso supondrá que ahora en Eslovenia habrá un montón de chavales que se van a dedicar a correr en bici, y como de la cantidad sale la calidad, aflorarán buenos corredores, aunque a lo peor en veinte años no tienen a otro que pueda ganar el Tour. Son ciclos, periodos de altas y bajas, como pasó en Francia, aunque ahora van remontando y la cosa no pinta tan mal. Y en España las cosas no están tan mal porque se ven corredores con futuro. Es cosa de generaciones y rachas. No porque hayas dominado antes vas a seguir haciéndole en el futuro.

Concluimos con una sonrisa. Hablamos de lycra, del entonces novedoso spandex que en su día abochornó a más de un veterano ciclista.

De hecho yo fui uno de los primeros ciclistas en vestir culotte de lycra, de Descente. Daba un poco de vergüenza. Hombre, eran un poco así, porque “marcaban” mucho, tanto que algunos ciclistas, en parado, se ponían la bici delante… Eran otros tiempos. Las zapatillas tenían que ser negras y los calcetines blancos, obligatoriamente. Ponerte un calcetín de color se veía raro. Mira, en una Milán-San Remo, a los Miko-Mercier la marca que les confeccionaba la ropa les hizo los maillot y culottes en tonos rosa. Aquel día se retiraron todos, yo creo que de vergüenza. Cosas de la época. Y cuando salieron los buzos pasó lo mismo. Hubo, je, je, hasta algún comentario de Bahamontes que hoy en día no se podría reproducir… Aquello chocaba entonces con la educación que teníamos. Quiero decir con esto que las cosas no se pueden sacar de su contexto, de lo que parecía normal para la época. El otro día tuve en mis manos el maillot con el que ganó Iban Mayo en Alpe d´Huez. Sobraba tejido por todos los lados y hoy en día eso resulta absurdo, porque ahora, por aerodinámica, los maillots van ajustadísimos y forman parte de la piel del ciclista.

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