Elena Zudaire (Pamplona, 1976) es vitoriana de adopción desde hace 14 años. Licenciada en Periodismo ha ejercido en la radio y la prensa local y vasca. Hace cuatro años cambió su rumbo profesional hacia la gastronomía inaugurando la escuela de cocina 220º pero sigue vinculada a la comunicación con colaboraciones habituales como esta columna, una mirada con un punto ácido hacia una ciudad en constante cambio.
Y Maroto venció
Y no sólo venció. Sino que lo hizo con un aumento de votos. El único lugar en el que el PP ha aumentado su número de votos en todo el país ha sido en nuestra amada Vitoria-Gasteiz. Donde se hace la ley. Capital artificial de un país singular.
Queda constatado, por si alguien tenía alguna duda, que Vitoria es una ciudad conservadora que no quiere arriesgar ni un ápice lo que tiene, sea lo que sea y por el motivo que sea. Porque realmente piense que los moros son unos ladrones. Porque necesite los 50€ al mes prometidos para los pensionistas. Porque, siendo sinceros, tampoco había una Ada Colau o una Manuela Carmena en las que depositar nuestras esperanzas.
Los más optimistas dicen que la victoria de Maroto hay que cogerla con pinzas. En primer lugar, porque hubo una abstención en las urnas del 35% de los vitorianos, que ya son unos cuantos. Y, en segundo, porque nuestro amado alcalde se llevó un 30% de los votos depositados, es decir, que el 70% restante votó a otras formaciones. Y quizá tengan razón y el problema sea mío, que cuando se trata de la política tiendo a ver el vaso medio vacío. Pero es que a mí, que puedo entender que Maroto se lleve de calle a los votantes de los barrios donde la media de edad es mayor, no me cabe en la cabeza que también haya sido el PP el partido más votado en Ibaiondo, barrio dormitorio de gente mucho más joven. Y no precisamente por unos poquitos votos, sino por un buen puñado de ellos.
Escucho a Maroto un día después de haber sido la lista más votada y su discurso es el de un tipo que hubiera ganado por mayoría absoluta y abrumadora. Es más, hasta diría que es un discurso que enternecería al mismísimo diablo. Maroto, que se define a sí mismo como un hombre que lo ha pasado “muy mal” durante la campaña y que ha tenido que enfrentarse a su partido en numerosas ocasiones, entre ellas, cuando les exigió que aclararan “si mantendrían el matrimonio de personas del mismo sexo”. Porque Maroto, no utiliza la palabra homosexual en público, por si acaso. Este alcalde, que se encaró con sus colegas peperos contra Garoña y contra el fraking por el bien de todos nosotros. ¿Será que yo no quiero ver lo bueno que tiene la política de su gabinete? ¿Será que sólo veo en la gestión del alcalde una estrategia populista, la del caramelito dulce que nos amargará el futuro?
Decía Maroto en la mencionada entrevista que su partido, el PP, siempre ha creído en él y, pese a ser a veces una oveja descarriada entre sus filas, un afiliado incómodo, la formación considera que es “el mejor alcalde para Vitoria” y por eso y sólo por eso sigue apoyándole. Porque él sólo piensa “en lo mejor para Vitoria y los vitorianos”. Y si hay un pacto entre partidos que ose descabezarlo del poder, será “el pacto de perdedores al que alude EH Bildu”, en definitiva, un pacto totalmente ilegítimo.
Maroto ha sido ungido con la gracia del 30% de los votos de los vitorianos que aquel aciago 24M se acercaron a las urnas. Y ahora se erige como el mesías de la capital. Porque la gente le paraba por la calle, le mandaba mensajes por las redes sociales y le decía “alcalde, yo voy a votarte porque has sido valiente y te has atrevido a decir la verdad”. Y Maroto tiene toda la pinta de que va a volver a ser alcalde otros cuatro años porque nadie querrá pactar con Bildu, que sigue siendo el chico malo de la política para los grandes partidos y en estas elecciones, además, el perdedor en sus bastiones. Tampoco parece que esos grandes partidos vayan a pactar con las nuevas formaciones que han conseguido representación y que serán el único balón de oxígeno al que puedan aferrarse las instituciones. Aunque sólo sea por constatar que, a pesar de Maroto, aquí algo también está cambiando.
Ahora que Maroto ha ganado, él y sus compañeros se permiten el lujo de decir que la corrupción les da asco y de poner verde a Rajoy y decirle que no fue lo suficientemente contundente en su discurso post electoral. Porque ahora que Maroto ha ganado, la vista del PP ya está puesta en las generales y ahí probablemente lo tengan más chungo para salir vencedores, por mucho que Vitoria tenga un alcalde del PP que visualiza a sí mismo como el nuevo Cuerda con su 30% de los votos.
El domingo por la noche escuchaba a Ada Colau y a Manuela Carmena en una cadena y pasaba a la regional sin poder creer lo que estaba pasando en mi ciudad. Escuchaba las voces del cambio, voces de conciliación y de comienzo de una nueva forma de hacer las cosas en otros lugares tradicionalmente conservadores. Y después escuché a Maroto que, pletórico, en un discurso preparado y contundente, lo dejó bien claro: “Ni un paso atrás. Vitoria ha hablado. ¡Primero Vitoria y los vitorianos!”.
Y no sólo venció. Sino que lo hizo con un aumento de votos. El único lugar en el que el PP ha aumentado su número de votos en todo el país ha sido en nuestra amada Vitoria-Gasteiz. Donde se hace la ley. Capital artificial de un país singular.
Queda constatado, por si alguien tenía alguna duda, que Vitoria es una ciudad conservadora que no quiere arriesgar ni un ápice lo que tiene, sea lo que sea y por el motivo que sea. Porque realmente piense que los moros son unos ladrones. Porque necesite los 50€ al mes prometidos para los pensionistas. Porque, siendo sinceros, tampoco había una Ada Colau o una Manuela Carmena en las que depositar nuestras esperanzas.