Visionaria, creativa, escritora, investigadora. Expansiva, exploro ámbitos diversos y los traduzco en actividades de marketing y dinamización. Levanto piedras para encontrar nuevas especies y a veces, acabo metiendo la pata en su huella. Entre patrones, tacones, pasiones y fogones me muevo como pez en agua. La pluralidad en el gusto, mi bandera de maitines.
El cierre de los cines Ocine
Hay muertes anunciadas que por más que ya las sepas, no terminas de asumirlo. Estoy en fase de negación. No me puedo creer que este jueves 30 de abril cierren las salas de cine del edificio de Pescadería de La Bretxa. Dejan al centro de la ciudad sin cine comercial.
Espero que incluso los más cinéfilos compartan conmigo la importancia de que en plena ciudad haya salas de cine. La dinámica genera vida urbana y evita la fuga de gasto, retiene el consumo económico en el área, y dota de usuarios al transporte público. Facilita el consumo de cine, y lo hace cercano y accesible. En este caso, los cines Ocine de La Bretxa, en la Parte Vieja, es un destino ideal para llevar a los críos, y los domingos por la tarde-noche es lo único abierto en el barrio además de los bares. Cuando se cierren ¿dónde vamos a ir al cine?
Evaluemos la situación. San Sebastián, con sus escasos doscientos mil habitantes, ha alimentado a los Trueba, los Príncipe, los Ocine de La Bretxa y a las salas del Antiguo. Con sus más y sus menos, las butacas se han llenado durante años. Seguramente alguien ya estará pensando que, a falta de salas, tenemos festivales que proyectan cine fuera del circuito habitual, y que por cerrar unas, no pasa nada. Pero opino que, por muchos y muy buenos que los tengamos, si bien los festivales son un expositor, un canal, y un promotor de la industria (además de un revulsivo económico para diversos sectores de la ciudad) la industria, en esencia, necesita las salas comerciales y al consumidor. El cine puede vivir sin festivales, pero los festivales no pueden vivir sin cine. Y antes de bajar la persiana a los Ocine en pleno centro ¿se habrá planteado alguien qué puede significar este cierre en la ciudad?
No en vano se dice que el comer y el rascar todo es empezar. Recuerdo el caso de Vitoria-Gasteiz, en la que también así empezó todo, cerrando salas. Por diversos motivos bajaron la persiana los Cines Azul, después los Mikeldi, y al final los Guridi. En el 2007, el recién instalado gobierno municipal del partido socialista se cargó de un plumazo el departamento de cine del Ayuntamiento, con lo que desaparecieron todos sus festivales. La cuestión es que, a raíz de aquello, ahora en plena urbe sólo quedan Los Florida, con una programación algo alternativa, mientras que los cines de El Boulevard son los que ofrecen la cartelera más popular, a las afueras. Es una pena ver cómo los fines de semana el centro comercial borbotea, mientras en la calle San Prudencio puntualmente destellean los andares escasos de su público. ¿Estamos dando el primer paso en el mismo camino?
Realmente, visto desde fuera, el cierre de los Ocine ha sido tortuoso. Lleno de desatinos y desencuentros, el ERE de 2014 que la propia empresa ya planteó a mí me puso los pelos de punta. Ese ERE era el espejo de un declive (de un formato, de unas costumbres, de unos hábitos, de un consumo...). Después, el anuncio del Ayuntamiento sobre su intención de reclamar el edificio de Pescadería para poner un ambulatorio. Aunque se plantease la convivencia entre ambas actividades, a nadie le cabe en la cabeza ... ¿Se imagina alguien yendo al servicio médico de urgencias y tener que esquivar a gente comentando una peli y sacándose los restos de palomitas de las muelas? Y lo más triste de todo, es que no ha habido una alternativa en firme para la reubicación de las salas, o colaboración para el no cierre. No ha habido una intención de salvaguardar los cines ¿o más bien ha habido intención en la omisión?
Realmente es preocupante, y es una grieta en el futuro del cine de esta ciudad. Soy consciente de que se trata de una empresa privada, pero, por muy frívolo que parezca, tener salas de proyección comercial, además de todas la bondades que ya he comentado de desarrollo económico en el entorno, sirve también para la higiene mental social. Ofrecen una ventana a otras historias, puntos de vista, y mensajes. No tenemos más que mirar atrás y recordar lo que simbolizó la censura de la época franquista. La falta de salas también lanza un mensaje: “no vayas al cine, nadie lo hace, por eso se cierran”. Pero hay algo más detrás.
El cine es un elemento poderoso, y parece que todo se pone en su contra: tiene un 21% de IVA, cuesta casi 9€, y las salas donde se proyecta se cierran sin demasiados miramientos. Todo caricias. Habrá que ver cómo se distribuyen las 1400 posaderas habituales de los cines de La Bretxa, y si en los próximos años cierran más salas. Estoy segura de que muchos, las echaremos de menos.
Hay muertes anunciadas que por más que ya las sepas, no terminas de asumirlo. Estoy en fase de negación. No me puedo creer que este jueves 30 de abril cierren las salas de cine del edificio de Pescadería de La Bretxa. Dejan al centro de la ciudad sin cine comercial.
Espero que incluso los más cinéfilos compartan conmigo la importancia de que en plena ciudad haya salas de cine. La dinámica genera vida urbana y evita la fuga de gasto, retiene el consumo económico en el área, y dota de usuarios al transporte público. Facilita el consumo de cine, y lo hace cercano y accesible. En este caso, los cines Ocine de La Bretxa, en la Parte Vieja, es un destino ideal para llevar a los críos, y los domingos por la tarde-noche es lo único abierto en el barrio además de los bares. Cuando se cierren ¿dónde vamos a ir al cine?