Visionaria, creativa, escritora, investigadora. Expansiva, exploro ámbitos diversos y los traduzco en actividades de marketing y dinamización. Levanto piedras para encontrar nuevas especies y a veces, acabo metiendo la pata en su huella. Entre patrones, tacones, pasiones y fogones me muevo como pez en agua. La pluralidad en el gusto, mi bandera de maitines.
Envidia
No entiendo, de verdad, por qué le llaman pecado capital. Será que la religión no entiende de economía mundial. La envidia es uno de los recursos económicos internacionales más importantes que posee el ser humano. Mueve mercados, consumo, producción, trabajo. La envidia incluso motiva a dirigentes hacia la mejora de sus ciudades, de sus países. Claro que siempre hay algún desalmado que no la emplea bien y genera todo lo contrario pero, en general, yo la considero un gran motor, incluso, en tiempos de crisis.
De hecho, es la envidia la que ha hecho que merezca la pena que, cada mañana, ahogada, corra por la calle cargada con el 'tupper', la taza termo, y mi maxi bolso lleno de trastos. A diario me empecino por coger el autobús urbano, en vez de ir en coche, en bici, o andando. Su frecuencia para mí insuficiente, su alto coste en comparación con otras ciudades del estado, y el limitado servicio de horarios (no entiendo que algunas líneas dejen de funcionar a las 22:00h entre semana y que los fines de semana pasen uno a la hora ¿en serio?) no impiden que disfrute de los vehículos que son cómodos, amplios, bonitos, y sigilosos, y que los recomiende y ensalce como si fuesen míos. Me gusta usar el bus aunque el trayecto sea de 20 minutos y pueda ir andando. Me gusta que Donosti tenga un transporte urbano moderno e innovador, y apuesto por él usándolo, tanto como me conviene.
Donostia tiene una flota especial de vehículos 'chanchi-chulis' eléctricos (cero emisiones, silenciosos, sostenibles y eco eficientes) que van muy cerquita del suelo, tienen unos asientos muy anchos, circulan tan suave que parece que flotan, y no echan humo. Son los autobuses eléctricos del grupo Irizar y sí, son de envidiar.
¿Cómo llega a ser la envidia maravillosa? Marsella, pelusona, ya ha hecho su primer pedido de autobuses ecológicos, igualicos que los de Donostia. Ya lo he comentado antes. El efecto de la envidia puede ser estupendo, sobre todo en tiempos de crisis. Este ataque de deseo de lo ajeno trae bajo el brazo salud para la empresa guipuzcoana y trabajo para la provincia. Mientras veo cómo se funde la velita que le he puesto a la virgen de Izaskun para que caigan más enamorados de este modelo de autobús, el sentimiento posee a Londres y Stuttgart, a los que mordisquea en su curiosidad, y los cuales han dejado ver ya la patita. A ver si firman, leñe.
Las mercedes de la envidia son magnánimas y majestuosas. Unos quieren lo de otros, se pugna, se compra, se copia… “Yo también quiero” “y yo”, “y yo”, “y yo…”. Magnífico, señores, magnífico. Sobre todo, y clarísimo está, viene a bien decirlo cuando uno es el objeto de deseo. Pues sí, San Sebastián tiene unos autobuses urbanos que son el Birkin del transporte público. Si alguna ciudad quiere ponerse a la par, se aceptan pedidos. Envidiosillos…
No entiendo, de verdad, por qué le llaman pecado capital. Será que la religión no entiende de economía mundial. La envidia es uno de los recursos económicos internacionales más importantes que posee el ser humano. Mueve mercados, consumo, producción, trabajo. La envidia incluso motiva a dirigentes hacia la mejora de sus ciudades, de sus países. Claro que siempre hay algún desalmado que no la emplea bien y genera todo lo contrario pero, en general, yo la considero un gran motor, incluso, en tiempos de crisis.
De hecho, es la envidia la que ha hecho que merezca la pena que, cada mañana, ahogada, corra por la calle cargada con el 'tupper', la taza termo, y mi maxi bolso lleno de trastos. A diario me empecino por coger el autobús urbano, en vez de ir en coche, en bici, o andando. Su frecuencia para mí insuficiente, su alto coste en comparación con otras ciudades del estado, y el limitado servicio de horarios (no entiendo que algunas líneas dejen de funcionar a las 22:00h entre semana y que los fines de semana pasen uno a la hora ¿en serio?) no impiden que disfrute de los vehículos que son cómodos, amplios, bonitos, y sigilosos, y que los recomiende y ensalce como si fuesen míos. Me gusta usar el bus aunque el trayecto sea de 20 minutos y pueda ir andando. Me gusta que Donosti tenga un transporte urbano moderno e innovador, y apuesto por él usándolo, tanto como me conviene.