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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Dos agentes del Cesid en el despacho de Arzalluz

Aznar y Arzalluz, con Rajoy, Anasagasti  y Mayor Oreja al fondo, en la sede del PP en Génova
10 de mayo de 2022 22:37 h

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Un buen día de 1999, los servicios de seguridad de Sabin Etxea, sede central del PNV en Bilbao, informaron a la secretaria de Xabier Arzalluz de que dos personas, enviadas por el general Calderón, director del Cesid, deseaban hablar con él. Arzalluz, picado por la curiosidad, decidió recibirlos. En el pasado había mantenido una entrevista con el general Manglano pero aquello se le antojaba algo de interés por lo novedoso.

Tras presentarse le entregaron una carta del general Calderón. Se trataba de una invitación para participar en un ciclo de conferencias sobre la Constitución Española destinado a la formación de los agentes. Calderón explicaba que el objetivo de aquel ciclo era completar, mediante testimonios directos, los diferentes puntos de vista sobre aquel texto. Entre los invitados estaban los ponentes constitucionales Gregorio Peces Barba, Gabriel Cisneros, Miquel Roca, y el ex presidente del Tribunal Constitucional Álvaro Rodríguez Bereijo. Arzalluz, de inmediato, les dijo que sí, y su visita quedó fijada para el 13 de julio de aquel año 1999 de tregua de ETA.

En El Escorial

El domingo 11 de julio salimos en el coche de Arzalluz desde Bilbao hacia Madrid. Como preveíamos un atasco a la entrada, hicimos lo que hacen muchos vascos. Parar en El Landa, donde dimos cuenta de un magnífico corderito. El maitre nos recomendó la morcilla burgalesa: picosa, sosa y grasosa. Fatal para el colesterol. Salimos de allí a las once y media de la noche pensando que estaba resuelta la entrada a Madrid. Llegamos a las dos y media de la madrugada. Una cola de sesenta kilómetros nos hizo llegar en procesión.

Al día siguiente fuimos a El Escorial. Llovía. Arzalluz había aceptado la invitación del juez Garzón para abrir su curso de vera­no de la Universidad Complutense. Acababa de culminar éste una operación contra la droga en Canarias y Galicia. En la mesa estaba el fiscal del Cantón de Ginebra. La sala se llenó de estudiantes, periodistas y asomados. Unos ciento cincuenta. Todos sorprendidos. Estuvo hablando por espacio de una hora, cuando le habían dicho que su tiempo eran 35 minutos. Garzón quiso que continuara. Habló Arzalluz de su experiencia al haber vivido el nacimiento de la violencia en Alemania y la de ETA en Euskadi. Le siguieron sin pestañear. Garzón tuvo el detalle de presentarle como la persona “gracias a cuya apuesta se debía el compromiso inequívoco de la pacificación en el País Vasco”. Hizo declaraciones a la llegada y a la salida. Desde la víspera estaba el PP, junto a TVE, T-5 y A-3, con el homenaje a Miguel Ángel Blanco. En días en que no había funerales por la tregua había aniversarios. Tres días estuvieron con este asunto, sin hacer hincapié en que iban trece meses sin muertos. Mayor Oreja aparecía a todas horas opinando sobre Miguel Ángel Blanco, mientras los funcionarios de prisiones cortaban carreteras y quemaban neumáticos. Para hablar de esto salía Ángel Yuste, el director de Instituciones Penitenciarias. Oreja estaba solo para su guerra particular. Su ministerio era el de la propaganda y el del antinacionalismo, y el de la búsqueda de que la tregua naufragara.

Ese día el PP se quedaba políticamente solo en Baleares. Todos estuvieron contra él. Los del PSM, mentando la autodeterminación en la promesa de gobierno. Si algo parecido hubiera ocurrido en Navarra, hubiera ardido Troya. También era noticia la discusión en el Tribunal Constitucional sobre la excarcelación de la Mesa Nacional de HB. Presiones políticas ante una decisión judicial.

En los pasillos de El Escorial se me presentó un abogado de Jerez. Me pidió las señas de Arzalluz. “Tenía de él una impresión deplorable. Acabo de escucharle y he cambiado de opinión y deseo que lo sepa”. Salimos. Al pasar por el Monasterio de El Escorial decidimos echar un vistazo. Era lunes. Estaba todo cerrado. Nos reconocieron y amablemente el director del Colegio Mayor nos enseñó la Iglesia, la Sacristía, el Refectorio, el Jardín de los Frailes, el Museo. Aquellos muros de granito impresionaban. Habíamos estado en el funeral de don Juan. Fuimos los únicos que acu­dimos sin chaqué. Al salir de El Escorial, una pintada descolorida: “Arzalluz terrorista”.

Al ir a comer nos encontramos con Julián Santamaría, ex embajador en Estados Unidos, junto a Javier Pérez Royo. Arzalluz conocía al primero de los tiempos de la cátedra de Ollero. Le dijo Santamaría a Arzalluz que en las tertulias se metía con él. Y se quedó tan ancho. Eso es Madrid. Ese día el presidente del PNV estuvo con periodistas, jueces, miembros de varios Consejos. Detectamos nervios en el PP. Los pequeños partidos le abandonaban por su prepotencia. Elecciones en Catalunya y quizá en Andalucía. Maragall se acercaba a Pujol. Si ganaba, era oxígeno para un Almunia que, después de perder las primarias, era el candidato del PSOE. Si el PSOE se presen­taba junto a IU, la avería podía ser grande para un PP que aparecía aislado y ya no tan seguro de su triunfo.

El martes 13 nos llamaron del PP. Querían nuestro apoyo en la Diputación Permanente para rechazar iniciativas que analizaran el caos aéreo y la chapuza del comisario Bangeman. Nos dijeron que el presidente habló de diálogo: “Será con el PSOE”. González de Txabarri votó con la oposición. Los catalanes de CiU estaban nerviosos. Ese día la Asamblea Kurda en el exilio decidió aplazar su reunión en Euskadi. Priorizaban sus necesidades. Como el director del aeropuerto de Sondika, que inauguró la Torre de Control y homenajeó a Calatrava, pero no invitó a quienes lograron que Borrell no tirara el proyecto de Calatrava a la papelera, es decir al Grupo Vasco en el Congreso.

En el despacho de Calderón

Hacía seis meses de aquel 9 de enero de 1999 en el que Arzalluz había salido a la calle pidiendo el acercamiento de los presos. Y era martes y trece, pero de julio, cuando se nos apareció en la puerta del hotel Palace un espectacular Mercedes.

De allí un caballero con buen porte se nos presentó como Zaldua. Era efectivamente José María Zaldua Mur, alias Zaldivar. Se trataba de un teniente coronel de Infantería de Marina. Destinado en el País Vasco, era uno de los principales jefes operativos. Nos pidió que dejáramos el Volvo de Arzalluz y su escolta y que fuéramos con él en el Mercedes. Persona directa y con labia nos dijo que su familia era vasca y bastantes de ellos del PNV y que le tenían poco menos que como la oveja negra de la familia. Era ocurrente. Nos contó, durante el trayecto, vivencias de misiones que había protagonizado. Dijo dos expresiones que nos llamaron la atención: “En orden no hay negocio” y “Poder que no abusa se desprestigia”. Se refería a un dictadorzuelo, pero pensé inmediatamente si no nos los decía por el propio Cesid.

Pasamos frente del palacio de La Moncloa y, por la carretera La Coruña, llegamos a un gran edificio. La famosa Casa. En esta ocasión no había un coche con el cartelito del “Follow me” de la anterior. Y entramos directamente. Luego nos dijeron que todo el interés de algunos del Servicio había sido poner un micrófono en el coche de Arzalluz. Pero los dos 'berrocis' (Cuerpo especial de la Ertzaintza) tenían orden de no dejar el coche solo ni un segundo.

En la escalinata del edificio central nos esperaban el director del Curso y el director del Cesid, Javier Calderón, teniente general en la reserva. Nos recibió con gran cordialidad.

Calderón había nacido en 1930 en la localidad toledana de Dosbarrios. Con tan sólo seis años había sido testigo en su pueblo natal de una de las páginas más violentas, como fueron las luchas sociales durante el período republicano y la sublevación militar franquista. La victoria del Frente Popular en febrero de 1936 había provocado enfrentamientos entre la mayoría de los campesinos toledanos y partidas de matones a sueldo armados por los terratenientes locales, la mayoría de ellos miembros de Falange Española, quienes, al más puro estilo mussoliniano, procedieron a pasear (asesinar) a dirigentes obreros especialmente de la CNT-FAI (anarcosindicalistas)

El 20 de marzo de ese mismo año se había facultado al Instituto de Reforma Agraria para que procediera a confiscar cualquier finca cuando así lo aconsejase la utilidad social. Tras el 18 de julio de 1936 la situación precipitaría los fenómenos revolucionarios propios de la zona republicana. La mayor parte de las colectivizaciones en Toledo ocurrieron en julio y en agosto de 1936. Parte de los terratenientes, animados por la cercanía de las tropas rebeldes que habían desembarcado en la Península procedentes de Marruecos, organizaron la defensa de sus tierras armando para ello a partidas de trabajadores afectos que fueron reclutados por los capataces, entre quienes se encontraba el padre de Calderón. Ello suscitó choques armados en varios pueblos de la provincia que se saldaron con el fusilamiento de la mayoría de los propietarios y capataces a manos de las milicias anarcosindicalistas. Entre los muertos como consecuencia de aquella tragedia figuraban el padre y otros familiares de Javier Calderón, los cuales fueron fusilados a consecuencia de una denuncia del comité toledano de la UMRA (Unión Militar Republicana Antifascista), quien constató la presencia de militares de la organización militar fascista UME (Unión Militar Española) en una finca de Dosbarrios, donde instruían a campesinos de la zona en el uso de la pistola, lanzamiento de granadas y colocación de cartuchos de dinamita. Las armas, fusiles del tipo máuser y pistolas conocidas como “sindicalistas” procedían de los depósitos de la Academia de la infantería del Alcázar, desde donde habían sido sacados por tres oficiales falangistas a las órdenes del coronel Moscardó con la finalidad de armar partidas antigubernamentales para que hostigasen a las retaguardias del ejérccito de la República. Una vez concluida la guerra civil, la madre de Javier Calderón, considerada viuda de guerra, se trasladó a Madrid junto con sus hijos pequeños y una vez allí las autoridades franquistas le concedieron la explotación de un estanco.

Javier Calderón y sus tres hermanos ingresaron en el Frente de Juventudes y pudieron seguir sus estudios con normalidad hasta que el gobierno de Franco premió el sacrificio de Calderón padre concediendo una plaza a su hijo Javier en la Academia Militar. Aquellas vivencias habían dejado una huella imborrable en la personalidad de éste, aunque es preciso constatar que a lo largo de toda su carrera militar no se alineó con otros militares anticomunistas primarios de los llamados “bocazas” como los generales Campano, García Rebull, Atarés, etc. Su trabajo se dirigió más bien hacia los llamados “compañeros de viaje” del Partido Comunista.

Quizá por este conocimiento de lo vivido había estado en el barrio madrileño conocido como el Pozo del Tío Raimundo, donde el jesuita padre Llanos había oficiado como gran impulsor de aquel trabajo social y de aquella generación de abogados con inquietud social como Carlos Ollero, canalizada a través del trabajo con los curas obreros en lugares marginados. Asimismo, el padre Llanos mantenía reuniones periódicas con militares sensibles a lo social y en una de aquellas reuniones había participado Arzalluz cuando yendo a las minas de Río Tinto cayó por allí en sus tiempos de jesuita. El presidente del EBB le recordó a Calderón el nombre de Pinillos, un militar posteriormente muy nombrado que el director del Cesid conocía.

Todo esto le sirvió a Calderón para trenzar una conversación interesante con Xabier Arzalluz al hablar de aquellos años y de personas a las que los dos habían conocido. Era de ver a un Arzalluz, presidente de un partido nacionalista, que ponía en cuestión el trabajo de lo que representaba Calderón y a éste hablar cómodamente de cuestiones que podían haber sido comunes en el pasado. Lástima de foto perdida.

Conferencia a los espías

Hoy hubiera sido imposible, pero aquel martes 13 de julio de 1999, el presidente de un partido nacionalista entraba en una gran sala donde no cabía ni una persona más, unas trescientas, sin contar otras dos salas, de bote en bote, que siguieron la intervención en circuito cerrado. Subieron a la mesa Arzalluz y Calderón. Yo estaba en primera fila junto al jefe de gabinete del ministro de Defensa, Eduardo Serra. Pedro Argüelles había estado con González de Txabarri, Darío Valcárcel y Betina Salmones, diputada del PP, el verano anterior comiendo en el Aitanetxe de Zarauz. El presidente de Prensa Española, Nemesio Fernández Cuesta, le había encargado a Darío Valcárcel mantener una relación directa con el PNV para ir mejorando las relaciones, pero aquello acabó cuando nombró a José Antonio Zarzalejos director del 'Abc'.

El caso es que el general Calderón comenzó solicitando permiso a Arzalluz para grabar la conferencia. “Estoy acostumbrado a que me graben”, contestó con ironía. La sala sonrió. Y fue curioso cuando en la presentación Arzalluz corrigió hasta en dos oportunidades al general. La fecha de nacimiento, que no era el 28 de agosto sino el 24, y la alusión que le había hecho de que era un político vocacional. “General, deben ustedes mejorar la información”, comentó Arzalluz. La sala volvió a sonreír.

Comenzó diciendo que lo que iba a decir seguramente no les gustaría pero aquélla era su verdad y la iba a exponer sin subterfugio alguno. Con un lenguaje directo, sincero y valiente, lo hizo. Nada distinto de lo que podía haber dicho en cualquier batzoki sobre cómo se gestó la Constitución, nuestra exclusión de la ponencia, el proceso de paz en Irlanda, la tregua de ETA, las reivindicaciones nacionalistas, la independencia vasca en Europa como solución, el apoyo a la Investidura de Aznar y los problemas de relación con el PP tras la tregua. Los allí presentes no pestañearon y al final aplaudieron. En el turno de preguntas le hicieron cinco, claras, pero sin salirse del tiesto. Hubo respeto. Arzalluz había hablado sin dobleces mientras defendía un proceso de paz con contundencia. Quizá por eso y por la valentía que había tenido le aplaudieron o quizá por lo insólito del hecho. El lobo feroz en la otra madriguera aunque, como le dijo Arzalluz al general Calderón, aquello no había sido más que un acto de civilidad. Y largo. Había durado de las 12:30 a las 14:45. Dos horas y cuarto.

Al terminar, los que tenía cerca de mí lo comentaban favorablemente desde la discrepancia. Uno, de apellido Rico, se me presentó haciendo grandes loas al hecho y a la intervención.

Comida con sobremesa

Tras la conferencia fuimos al comedor del director. Una sala chapada en madera. Presidió Calderón, a quien acompañó Aurelio Madrigal, general de caballería. Era el secretario general. El número dos del Cesid. Durante buena parte del gobierno de Felipe González había estado agregado en el palacio de La Moncloa. En 1988 había sido enviado como antena del Cesid a París con cobertura diplomática. Estaba asimismo Ramón Ichaso, coronel de Ingenieros, alias Ibor. Íntimo amigo de Calderón, era el jefe de la División de Inteligencia Interior (Terrorismo, Nacionalismos, Extremismos, Insumisión, Objeción de Conciencia, Antimilitarismo). Un tipo clave. En 1980 estuvo destinado en la sección de documentación del Cesid. Fue antena en Túnez ante la OLP, de donde fue trasladado a Roma. En la última época del GAL era antena en París.

El más joven era Miguel Sánchez San Venancio, comandante de Infantería y jefe del Departamento Contraterrorista. Era el número dos de la División de Inteligencia Interior y responsable de todas las operaciones anti-ETA en Euskadi y en Europa. Estuvo destinado como ayudante de Ramón lchaso en París, supervisando las operaciones conjuntas Cesid-Guardia Civil en el sur de Francia. Lógicamente, sabría mucho del GAL y fue el que menos habló. En el puesto que tenía había sustituido al hijo del general Casinello. Se encontraba asimismo José María Zaldua, el teniente coronel que nos había llevado allí.

¡Menuda mesa!

El menú consistió en alubias y merluza con dos clases de vino. Arzalluz le dijo a Calderón que mejorara su servicio de información pues cuando iba a Madrid le gustaba tomar gazpacho.

El general Calderón nos dijo que de aquella presencia estaban enterados Serra y Aznar y dio a entender que a Mayor Oreja no le había gustado nada. También que transmitiría lo que se dijera. Arzalluz le contestó diciendo que transmitiera lo que quisiera, que esas cosas se las había dicho muchas veces a Aznar y que en la conferencia no había ocultado nada. Él no había ido allí a convencer a nadie sino a que honestamente se supiera su verdad.

Hablamos del libro de Pilar Urbano sobre el Cesid. Calderón nos dijo que esta periodista quiso cerrarlo con él haciéndole una entrevista y como no le gustaban a la señora Urbano las respuestas de Calderón dio un manotazo al grabador y la canceló. Nos habló del libro Espías de madera, que creía tenía financiación canaria. Se quejaba mucho de los medios de comunicación y en especial de los vascos. Se sentía impotente porque no podía contestar a las noticias que se publicaban y mucho menos entablar un debate público.

Salió a colación el escándalo del espacio radioeléctrico que había costado el puesto al vicepresidente Serra. Se habló del estatus del Cesid y la necesidad de un nuevo reglamento, de la llamada del director de 'El Mundo' para dictar el editorial de su periódico cuando el ministro Eduardo Serra no había desclasificado los llamados papeles del Cesid. Nos dijo muy enfático que ninguno de aquellos papeles había servido para incriminar a nadie. Hizo el comentario sobre la tonelada de papeles que entraban en aquella casa todos los días y que como tales papeles, sin más, podían ser utilizados, por el mero hecho de haber entrado allí, para ir contra personas.

Salió a colación la relación que manteníamos con Mayor Oreja y con Álvarez Cascos. De éste hablaron bien en relación con la Ley de Víctimas del Terrorismo. Sacamos a colación el acercamiento de presos y el trabajo que habíamos hecho para solucionar la situación personal de los que no estaban por la labor de seguir estando en manos de ETA. Aquel trabajo se había hecho con Antoni Asunción cuando era director general de Instituciones Penitenciarias y todo eso lo había suspendido Mayor Oreja. Discutimos si los presos debían ser o no interlocutores y, no sé a santo de qué, Calderón nos dijo que él no espiaba a sus invitados.

Calderón fue contundente con el asunto de la tregua y aunque hablamos con medias palabras nos hizo una afirmación rotunda. “Este proceso ha de estar cerrado en dieciocho meses, de lo contrario, fracasa”. La tregua duró alrededor de dieciséis meses. No andaba muy desencaminado. A Calderón le preocupaba la escenificación del final de ETA en el supuesto de que se produjera.

Hablamos de los kurdos. Con el tiempo, ellos desbloquearon un conflicto que se presentó cuando la Asamblea Kurda se iba a reunir en el Parlamento vasco. Les dijeron que desistieran de ello y ellos se ocuparían de que a su líder Ocalan no lo mataran en Turquía.

Calderón nos hizo una reflexión sobre lo que es un servicio de inteligencia, que es más un servicio de análisis que de información y que del PNV sólo daban datos si se los pedían, no a impulso pro­pio. No se lo creímos.

Yo les conté lo que me había dicho el secretario de Estado de comercio de que trabajando éste un contrato de una empresa ferroviaria en relación al Metro de México, se le había aparecido el responsable del Cesid diciendo que no había que ayudar a esta empresa pues estaba localizada en una zona nacionalista, vivero de ETA, y que éste le había entregado un increíble informe que investigado posteriormente por él había resultado que era un informe interesado del espionaje francés que quería promocionar sus propios vagones ferroviarios. Aquello les llamó la atención, sobre todo cuando les dije que se lo había denunciado directamente al ministro y éste, sin averiguar nada, me lo había desmentido.

Nos dijeron que Aznar, ante la mala utilización que se estaba haciendo de las cosas del Cesid, se había cerrado en banda. Y, como era normal, hablamos de HB, de la negociación realizada con los poli-milis, de la globalización, de la política norteamericana, de las reuniones de los fondos reservados, de la no desclasificación de los papeles, para entrar en que la kale borroka y la pugnacidad entre partidos no estaban propiciando un clima de paz.

El general quería hablar del concepto expuesto por Arzalluz en la conferencia sobre la soberanía originaria y de la identidad así como de la pluralidad de la propia sociedad. También de la inteligencia en Europa y de Europa como concepto de soberanía.

Y entramos de nuevo a hablar de la tregua. Ichaso comentó que cuanto más tiempo pasase le sería más difícil a ETA volver a tomar las armas, porque al final la gente se acostumbra a vivir sin la tensión de los atentados hasta que ETA decidiera volver a iniciar la lucha armada si no veía rentabilidad a lo que estaba haciendo. Sabían que ETA se había entrevistado con representantes del gobierno en Suiza. Se habló bastante de este asunto y parecía que habían puesto interés en consolidar este intento de paz aunque daban a entender, sin decirlo, que en la negativa del gobierno a no acercar los presos no estaban de acuerdo. “Manda Aznar y tiene su ritmo”, comentaron.

Al final una reflexión de Calderón: “A menos fuerza, más inteligencia”.

Aquella sobremesa duró bastante y como colofón obsequiaron a Arzalluz con un libro de cuadros inéditos del Museo de El Prado y a los dos un cenicero del Cesid. De allí salimos siendo acompañados por todos, con la invitación a volver y con la disposición a hablar en cualquier momento por teléfono. Esto no se produjo y quizá hubiera sido conveniente por nuestra parte haberlo hecho pues parecía que aquellos militarotes veían favorablemente el encontrar el “umbral de mínimos” como en su día me había comentado el general Bastos para haber logrado que ETA, hoy, hubiera sido un recuerdo del pasado. En la actualidad el director del Cesid es un diplomático que lo mismo está con el PSOE que con el PP, pero de seguro, y por su propia convicción, no con el PNV. ¡Tanto tiempo reivindicando un poder civil y resulta que con los militares aquello por lo menos había dado algo tan insólito como la conferencia y la comida para, como dijo Arzalluz, “hacer un acto de civilidad”!. No es que nadie convenciera a nadie. El Cesid, comentando la conferencia, a los dos días, había resaltado el sentido del humor del presidente del EBB. Y es que hasta los espías se creían sus propias mentiras y a las deletéreas tertulias madrileñas.

La molestia de Mayor Oreja

Para comprobar el grado de activismo contrario a este tipo de cosas que ejercía el ministro del Interior Jaime Mayor Oreja, a los cuatro días, en 'La Razón' aparecían en portada tres fotografías. La de Serra, la de Arzalluz y la de Mayor Oreja. El título era expresivo: “Mayor Oreja, inquieto por la presencia de Arzalluz en el Cesid”. Y como subtítulo: “La invitación al presidente del PNV, con el visto bueno de Eduardo Serra, para que diera una conferencia a los espías españoles en las instalaciones del Centro, provoca discrepancias entre los Ministerios de Interior y Defensa”.

El editorial no tenía desperdicio y explicaba muy bien que aquella iniciativa del Cesid rompía la estrategia de cerco al nacionalismo que ahormaba el ministro del Interior, Mayor Oreja, en connivencia con poderes mediáticos muy beligerantes. A tal efecto el editorial de 'La Razón' del viernes 16 de julio era esclarecedor:

La invitación al presidente del PNV, Javier Arzalluz, para pronunciar una conferencia ante los servicios secretos españoles, ha enfrentado innecesariamente al ministro de Interior, Jaime Mayor Oreja, con su colega de Defensa, Eduardo Serra, responsable del Cesid. El acto, realizado sin duda con democrática generosidad por el centro que dirige el general Calderón, demuestra que es capaz de escuchar amablemente a uno de sus detractores más cualificados, pero resulta de escaso beneficio ante los inconvenientes generados.

La figura del dirigente nacionalista no parece ser la más indicada para convertirse en el invitado del Cesid, no sólo por el malestar creado por la presencia de quien ha criticado ferozmente su trabajo y se ha servido de sus acciones como arma electoral: de quien mantiene pactos con los proetarras y se ha mostrado defensor de la autodeterminación de una parte de España, sino por lo que supone de ofensa gratuita al ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, que ha sufrido con la serenidad que le caracteriza las mayores agresiones verbales del director espiritual del nacionalismo, ofensas que sobrepasan con mucho los límites de la crítica política. No merecía la bofetada que supone que otro ministerio, que un compañero de gabinete, agasaje a quien le vilipendia.

El hecho pone, además, en evidencia la falta de coordinación entre el Cesid e Interior. No cabe duda de que el incidente nunca se habría producido de haber sido informado previamente el ministro del Interior.

Posteriormente en este periódico se insistía en que Mayor Oreja se había enterado por la prensa de la presencia de Arzalluz en el Cesid. “A partir de ahora —decían—, cuando Mayor Oreja formule una crítica a Javier Arzalluz, el líder nacionalista podrá decir que el ministro del Interior no expresa la opinión del gobierno porque él ha estado invitado, para pronunciar una conferencia en el mismísimo centro del espionaje español», comentaron. Según estas fuentes, Calderón contó con la autorización del ministro de Defensa, Eduardo Serra, para invitar a Arzalluz al Cesid. La visita consistió en una conferencia a la que asistieron unos trescientos agentes, más otras dos salas con circuito cerrado ”entre los que se habían distribuido las preguntas, todas ellas light por supuesto, que debían hacer al líder del PNV“, aseguraba 'La Razón'.

Aquel acto de civilidad como lo denominó Arzalluz les supo a cuerno quemado a Mayor Oreja y a Anson, que no pudieron soportar que en una nota posterior a la conferencia, el Centro dijera que el presidente del EBB se había manifestado con “la franqueza que le caracteriza” resaltando, nada menos, que “su sentido del humor”.

“Un asistente a la conferencia —decía José V. Merino en 'El Correo Español' de Bilbao— relató que Arzalluz no se había referido al Cesid, con el que el PNV mantiene un contencioso histórico, ni tampoco fue preguntado sobre esta cuestión por los participantes en el coloquio. Sabemos que no es precisamente un amigo del Centro, pero en todo momento estuvo muy cordial y relajado y su tono fue distendido”.

Cruce de cartas entre Calderón y Arzalluz

Esta polémica, que ya nos indica lo que opinaba el gobierno de la tregua y el trabajo de zapa de Mayor Oreja en las relaciones PNV­ gobierno, pareció no influir demasiado en el general Calderón, que el 15 de julio envió a Arzalluz una carta con el sello confidencial en el que le decía:

Estimado presidente y amigo Xabier,

La conferencia que pronunciaste en este Centro el pasado día 13, como ya te comenté, fue de gran interés y nos va a ser de mucha utilidad. Como te indiqué, tu intervención la grabamos en video con objeto de poder sacar el máximo partido de su contenido, haciéndolo extensivo a las personas del Centro que no tuvieron oportunidad de escucharte en directo.

Te envío una copia de la grabación de la conferencia, ya que he pensado que puede ser de interés para ti, y como recuerdo de tu grata presencia entre nosotros. Un afectuoso saludo. Javier Calderón.

P.D. Deia, al día siguiente, afirmaba que te metiste en “la boca del lobo”. Creo que no te conocen lo suficiente porque, a lo largo de tu vida, has demostrado que puedes ser cualquier cosa menos “caperucita roja”.

Xabier Arzalluz, por su parte, que no suele ser muy prolífico en su correspondencia, en esta oportunidad el 27 de julio le contestó lo siguiente:

Estimado señor director,

No hay nada que agradecer. Pienso que desde nuestras respectivas posiciones hemos realizado un acto de civilidad.

Lo de “la boca del lobo” tiene su explicación: tu agencia tiene su morbo para los periodistas en general y para algunos de Deia en particular.

Respecto a lo de Caperucita, tú como hombre bien informado sabes muy bien que hoy en día, para bien o para mal, no es el lobo el que se come a las caperucitas, como en nuestro tiempo. Hoy son las caperucitas las que se zampan tranquilamente a los lobos.

Eskerrik asko y hasta otro día.

XABIER ARZALLUZ

Menos mal que este cruce de correspondencia no llegó a manos de Anson. De haber sido así hubiera acusado a Calderón de abertzale camuflado en el Cesid. De hecho, y por la otra parte, la conferencia había sido objeto principal de conversaciones y comentarios en la fiesta conmemorativa que el cuerpo de la Armada española había celebrado en Bilbao el día del Carmen, 16 de julio, donde mandos de la Brigada de Información de la Policía Nacional y de la Guardia Civil, cuerpos inveteradamente enfrentados con el Cesid, hicieron objeto de bromas al jefe de antena del servicio secreto militar en Bizkaia, el oficial del Cuerpo de infantería Carlos Ignacio Ollaga, alias El Diplo.

El responsable local del Cesid había sido marginado de todo el proceso de concertación de la conferencia de Arzalluz en el Cesid y había vivido una situación de incomodidad por las bromas de que fue objeto.

Y es que Carlos Ignacio Ollaga era amigo personal del jefe de gabinete del ministro Mayor Oreja, Gustavo Aristegui, ya que estuvo destinado en servicio en una embajada española en Oriente Medio por lo que era conocido con el sobrenombre de El Diplo, cosa que él mismo favorecía con sus constantes referencias a su pasaporte diplomático y a sus alardes de protagonismo personal.

Con motivo de una visita electoral de Aznar a Bilbao en la campaña autonómica de octubre de 1998, apareció fotografiado junto al presidente por las calles de la ciudad. Todo un discreto espía.

Conferencia de Ibarretxe

Aquella semana de julio fue muy intensa. Al día siguiente, el lehendakari Ibarretxe acudió invitado a una cena en el hotel Ritz por el periódico catalán La Vanguardia para explicar de dónde veníamos y adónde queríamos ir. No había sido el Grupo Correo sino un diario catalán. Y es que el asunto de la tregua interesaba.

El caso es que Ibarretxe impresionó a quienes no le conocían. Dio confianza, habló con gran facilidad siguiendo un esquema fácil de seguir, y fue valiente y respetuoso, reconoció errores; en definitiva, se metió con valentía a la audiencia en el bolsillo. Salvo el PP, que cometió la incorrección de no enviar a nadie, allí estaba la política, el periodismo, la economía y la sociedad. Eguiagaray, Tusell, Lluch, Solchaga, Rojo, Cándido Méndez, Aguirre González, Margarita Robles, Herrero de Miñón, Iñigo Oriol, Emilio Ibarra, Urdangarín y un muy largo etcétera. El Ritz se vistió de gala y el lehendakari no defraudó. Todo lo contrario. Encantó.

El jueves, Margarita Uria hablaba en Ávila sobre el modelo de Estado, Zabalia lograba la reunión del cupo y nosotros, por estos saraos, no podíamos asistir a Ronda, ni a los actos oficiales organizados por el viaje del presidente a Bulgaria. Ese jueves, el periodista Miguel Ángel Aguilar llevaba al director del periódico polaco Gazeta Wyborcka a Sabin Etxea. Adam Michnik le ganó al presidente del EBB una apuesta a cuenta del autor de un libro. Arzalluz le dio, dedicada, lo que más quería el polaco: una botella de Cardenal Mendoza. El polaco no era católico pero le gustaba el Cardenal. Amigo personal del presidente de Polonia, relató las visitas del papa y su contexto y nos anunció un reportaje muy amplio sobre Euskadi. Miguel Ángel Aguilar prometió no ser tan rotundo en sus juicios. Esa tarde, en rueda de prensa, anunciábamos que Ortuondo no se adscribiría al grupo parlamentario del PPE en el Parlamento Europeo. Seguíamos en la Democracia Cristiana Internacional, pero no en su grupo parlamentario que era una amalgama conservadora donde el PP español, recién llegado, aplastaba a las minorías y no quería junto a sí a nadie que le recordara que éramos fundadores de un proyecto que nació para hacer una Europa Federal y no una Europa de las multinacionales.

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